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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

La niebla, la flor y la ballena

Cuando se topó con la ballena frente a él miró al cielo como si fuera el único lugar posible de procedencia. Nadie negará que encontrarse de frente con una ballena blanca en un páramo desértico es, cuando menos, sorprendente. Más si cabe, si el cachalote destila una más que apacible felicidad, como si quien estuviera fuera de lugar fuera más bien él, que por cierto no albergaba duda alguna de no saber dónde se encontraba realmente. Nada a su alrededor le resultaba familiar. Quizá, tan sólo -alzó la mirada hacia el infinito- la niebla que se deslizaba a lo lejos desde la ladera de unos riscos arcillosos, pero aquello era el horizonte y el horizonte siempre está lejos. Además, la niebla no contaba, la niebla siempre es niebla; la niebla es igual aquí y allá, la niebla es niebla. Impresiona al principio, pero al final se desvanece. De pie, frente a la cabeza de la ballena, esperó alguna reacción por parte aquel monumental pez. “He perdido la memoria”, escuchó y pensó que hablaba consigo mismo. Estaba desorientado, se autodiagnóstico. “He perdido la memoria”. ¡Hablaba!, había escuchado aquellas palabras con claridad. No era su yo interior, la ballena hablaba. Inmóvil, sin parpadear ni formular movimiento alguno, pero hablaba. Además, no había nadie más en kilómetros a la redonda. La ballena tampoco sabía que hacía en aquel lugar ¿La ballena no sabía que era una ballena? ¿Sabía que era una ballena, pero no qué ballena? ¿era consciente de ser una ballena y qué ballena era, pero no cómo había terminado en el paraje más inapropiado para una ballena? Eran muchas preguntas. “¿Inapropiado por qué?” Una segunda voz llamó su atención a su espalda. Nadie, por supuesto. “Aquí, abajo, y no se te ocurra pisarme, aún estoy creciendo”. Aquello no podía ser real. Entre la arenisca, crecía una flor. ¿Una flor en el desierto? “Sí, una flor en el desierto, y un día creceré lo suficiente para ofrecer mi sombra a la ballena blanca. Seré un orgulloso árbol del desierto. No importa si la ballena ha perdido la memoria o no; no es determinante para ser feliz haber olvidado tu pasado. Al contrario, a veces resulta esencial dejar atrás algunas cosas, algunos días, incluso años completos”. Creyó percibir que la ballena asentía, y al instante trató de convencerse a sí mismo de la imposibilidad del gesto. Situado entre la ballena y la flor no vio venir la tormenta. “Despreciaste la niebla y está vez camina acompañada. ¿Dónde vas a guarecerte?”. La flor sonreía irónica, todo lo irónicamente que puede sonreír una flor del desierto que ambiciona ser árbol. La lluvia caía violenta, el viento y la niebla helada eran sus cómplices, mientras los rayos escudriñaban el páramo en busca de una víctima de sus descargas. Fue la ballena quien tomó la iniciativa. Abrió su descomunal boca y le ofreció refugio, cubriendo, al mismo tiempo a la aún pequeña flor. Todo se tornó oscuridad. Entonces fue cuando escuchó con claridad la voz: “¡Vuelve! ¿Dónde estabas? Otra vez te has quedado ensimismado”. ¿Quién era? ¿Quién eres? /Javi Muro

 

 

*Cuento 2. A partir de 5 palabras propuestas por Aroa: Cielo, ballena, flor, lluvia y árbol.



Autor: Javier Muro

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