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{ARTÍCULOS DE OPINIÓN}

Cuando los dragones

Cuando el dragón golpeó con su ala en la ventana él dormía plácidamente sobre el sofá. La cabeza reposaba sobre el mullido brazo del diván y sus piernas -estiradas en tensión- parecían querer escapar del pantalón de chándal que siempre vestía cuando estaba en casa. Había interiorizado en su cabeza el mensaje que nada más dejar atrás el ascensor -cuando no subía a la carrera las escaleras que le llevaban hasta el sétimo piso- le recordaban sus padres y sus abuelas, dependiendo quien le acompañara. “Ponte la ropa de estar en casa”. Al principio le sonaba a tortura; luego comprobó la comodidad que aportaba el vestuario casero y lo acepto como si fuera idea suya. 

Un dragón agitando pausadamente las alas fue lo primero que contempló al abrir los ojos. No se asustó ni se alarmó, ni siquiera expresó una mueca de asombro. Eran días extraños y también lo serían para los dragones, pensó. Al instante comprobó que aquella majestuosa criatura alada no representaba peligro alguno. Al contrario, el dragón trataba de comunicarse, aquellos enormes ojos laterales solicitaban ayuda. Había leído sobre dragones en algunos de los libros que reposaban en la estantería de su habitación, pero no es lo mismo leer sobre dragones que tener uno delante, aunque el cristal de la ventana se interpusiera entre ambos. Siempre le gustaron más los dragones que los príncipes azules y las princesas cursis, pero en aquel momento no sabía muy bien cómo debía actuar. Fue el dragón quien tomó la iniciativa. Acercó el hocico a la ventana y prolongó su descomunal lengua para tocar levemente la ventana “toc, toc, toc”. Era su forma de llamar la atención. Se incorporó de un salto y de una zancada se sitúo frente al ventanal. Fue entonces cuando el dragón abrió su boca hasta el límite de sus comisuras y cubrió de un denso vaho el cristal que los separaba. Desde el interior de la vivienda, por un instante, presintió lo peor. Aún así, se mantuvo firme, algo le decía que debía confiar. De pronto, comprobó como sobre el cristal empañado se abría hueco una fina hilera de claridad. El dragón parecía dibujar con uno de los apéndices de su lengua bífida. Estaba escribiendo en sentido inverso para que fuera legible desde el interior.

 

Esperó con intranquilidad a que concluyera, aunque iba interpretando el mensaje al tiempo que el dragón dibujaba. “Todo va a salir bien. Los dragones devolveremos la normalidad como siempre hemos hecho, desde el principio de los tiempos, cuando ha habido problemas. Necesito tu ayuda. Necesito que mantengas la mirada frente a la mía durante cinco minutos, que en el tiempo de los dragones son cinco siglos. Absorberé buena parte de tu energía, te despertarás cansado, pero habré recargado fuerzas y podré continuar librando la batalla”. No lo dudó, fijó la mirada en los ojos de la criatura alada que continuaba suspendida junto a la ventana.

 

No recordó más, al despertar sobre la ventana tan sólo golpeaban unas livianas gotas de aguanieve. Se sentó en el sofá, pasó su brazo por los ojos y bostezó abriendo la boca como un instante antes lo había hecho el dragón. Había soñado. Su móvil reposaba sobre la mesa de centro, parpadeaba. Tenía hambre;el aroma de la comida merodeaba ya en la cocina. Su amigo Hugo la había enviado insistentes mensajes, así que le devolvió la llamada. “Hola Hugo, ¿Sabes? Acabo de soñar con un drag…. “. No pudo concluir la frase, Hugo le interrumpió: “Acaba de llegar a mi casa, dice que todo va a salir bien”./Javi Muro

 

 

* Cuento 1. Apartir de las cinco palabras propuestas por Álvaro: Móvil, casa, sofá, ventaba y comida.



Autor: Javier Muro

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