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{VIVIR / VIDA EN LA CIUDAD}

El ring

Desaventurados (1)

Para un tipo de provincias, que baja del metro con una mano agarrándose la boina y la otra en la cartera -que hay mucho maleante suelto-, salir al exterior en pleno barrio del Lucero de Madrid es una experiencia tan exótica como ir a vendimiar con tacones. El tráfico ruge y se mueve como un tracto intestinal en el que solo varían los colores, sin perder nunca el grosor del empacho. Los edificios, creados desde el simplismo arquitectónico para almacenar familias obreras que como el narrador venían de provincias para llenarse las manos de grasa, están cubiertos de grafitis. Grafitis chungos, nada de imágenes decorativas. Hay un pequeño camión aparcado bajo un puente que también está cubierto con los mismos grafitis chungos. La avenida principal se pierde en un nudo de carreteras, pasos a nivel, túneles y paradas de autobuses donde largas filas de ciudadanos parecen esperar a ser ajusticiados. Hay coches aparcados encima de las aceras, hay tiendas donde venden batas de señora y hay negocios de pollos asados. Huele a barrio.


En una calle lateral hay una puerta negra de lo que podría ser un taller mecánico pero el dibujo de un puño y la inscripción 'El boxeo es vida, vive duro', no deja lugar a dudas. En el interior se oyen golpes secos y frases de ímpetu marcial como  ”¡cuatro de uno en el saco y los demás sombra!”. En el interior hay media docena de tipos empapados en sudor golpeando sacos, otros pelean solos como si estuviesen sacudiendo a un contrincante imaginario. Aquí el olor a barrio se mezcla con el de la testosterona creando un ambiente casi delictivo. La imagen del barrio ya nos había acercado a la realidad pero un gimnasio de boxeo es una realidad dura, áspera, sin dobleces; aquí los abrazos son para querer y los golpes para dañar, no hay medias tintas ni hipocresía. Hay un par de chicas pero están tan musculadas que de espaldas parecen estibadores. Sobre el ring que preside el espacio hay dos negros peleando. Son 'El Guinea' y Pambani, dos de las jóvenes promesas del gimnasio. Sus cuerpos musculosos están cubiertos por un barniz brillante, se mueven con rapidez y suspiran con cada golpe que lanzan contra el adversario. Son hermosos como caballos salvajes.

 

Erik Pambani y Damian Biacho, 'El Guinea', son campeones de España, tienen ventipocos años y toda su vida es el boxeo, un deporte incomprendido por el que no reciben ningún apoyo. 'El Guinea' ha ganado varios títulos (campeonato de España de súper ligero, torneo Rafael Lozano, trofeo de Futuros Campeones…) y una vez le dieron 120 euros por quedar campeón, en el resto: un trofeo y muchos ánimos. “No hay nada como el boxeo” dice con una sonrisa de buen chico “aquí están mis amigos, mi gente, mi familia. Siempre entrenamos juntos y un día u otro te toca pelear contra ellos”. Damián entrena una media de cuatro horas cada día, cinco jornadas por semana. Se saca unos euros dando clases de boxeo para poder sobrevivir. “Hay un tipo que tiene una administración de lotería y de vez en cuando me da cien euros cuando salgo a pelear. Lo hace porque quiere ayudarme, sabe que en este deporte no te apoya nadie”. El boxeo está marginado de los medios de comunicación, En el apartado 1.29 del libro de estilo de El País, en la sección de singularidades informativas, puede leerse: “El periódico no publica informaciones sobre la competición boxística, salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por los púgiles o reflejen el sórdido mundo de esta actividad. La línea editorial del periódico es contraria al fomento del boxeo, y por ello renuncia a recoger noticias que contribuyan a su difusión”. El pasado 21 de diciembre Kiko, 'La Sensación', Martínez defendió en Elche su cinturón súper gallo de la Federación Internacional de Boxeo imponiéndose al sudafricano Jeffrey Mathebula. Fue un combate memorable al que asistieron aficionados de todo el país. Lamentablemente ninguna televisión nacional lo retrasmitió y prácticamente ningún periódico generalista hizo eco del logro deportivo del español que es campeón del mundo desde que el 17 de agosto de 2013 derrotó a Jonatan, 'Momo', Romero por KO técnico en Atlantic City.
Eric Pambani tiene 24 años y una mirada limpia como si no se hubiese saltado un ceda el paso en su vida. “Su dedicación al boxeo es total, sabe sufrir” dice Mario Sánchez, uno de sus preparadores. Entrena cinco o seis horas al día y da alguna clase de boxeo para poder mantener su dedicación al deporte. En su tiempo libre Pambani es 'X-agerado' un rapero que arrasa con videos y canciones como 'Lo que llevo dentro'. El próximo día 24 de enero debutará como profesional en el pabellón Fernando Martín de Fuenlabrada. Pambani, que lleva peleando desde los 15 años, sabe mejor que nadie que este es un deporte aislado, incomprendido, asfixiado por las críticas de los que no saben ni sabrán lo que es entrenar todos los días y pelear sin ninguna recompensa; como en 'La Ilíada', los boxeadores “pelean por la gloria”. Jero García es el dueño de la escuela de boxeo. Peleó profesionalmente durante algunos años pero sus mayores éxitos han sido como entrenador y como comunicador de este mundo escondido detrás de los tópicos de la violencia. “Muchas veces te toca pelear con amigos, con gente con la que has entrenado y compartido horas de carrera. Es el mejor ejemplo que conozco de deportividad. No hay abrazo más sincero que el de después de hacer el amor o al terminar un combate de boxeo”. Jero ha participado en varios proyectos audiovisuales y en la actualidad graba 'Luchadores tv', un espacio donde comunicar desde los valores del boxeo y acabar con los tópicos. “A toda esa gente que critica el boxeo” dice Jero “les animaría a pasar una semana con alguno de nuestros deportistas. Que vean lo que entrenan, la buena gente que son, el ambiente de equipo que se respira con los compañeros”.


Por los altavoces del gimnasio suena música rock, hay fotografías de combates memorables como aquel que enfrentó a Muhammad Ali y Sonny Liston en 1964, los techos son altos y están recorridos por los tubos del aire acondicionado. Junto al ring, una gran pancarta publicita el eslogan de una marca deportiva: “No importa el tamaño del perro son las ganas de pelear que tenga”. Por la puerta del vestuario salen dos tipos musculosos con las narices achatadas a golpes pero en este deporte hay mucho más que eso. Hay camareros, actrices y estudiantes que entrenan aquí cada día y nunca han dado ni darán un golpe. Hay becas para la integración deportiva que ayudan a que algunos jóvenes peleen al margen de la delincuencia y acaben sus estudios. Pero sí, también hay golpes, la vida es así, lo dice la inscripción de este pequeño santuario. La vida real es sudor, mocos y sangre. El que quiera que mire para otro lado./Simón Elías

 

* La escuela de boxeo. C/Hilario Sangrador nº8. Madrid.

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