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{VIVIR / VIDA EN LA CIUDAD}

'Por qué fracasan los países'

Un ensayo de Daron Acemoglu y James A. Robinson

¿Ha fracasado España? Si eres uno de los seis millones de parados y llevas años chocando contra un muro de indiferencia, puedes afirmarlo. Si has emigrado de forma forzosa y lees estas líneas desde Londres o Berlín, puedes afirmarlo. Si has visto a un familiar enfermo atrapado en una lista de espera interminable, puedes afirmarlo. Si perdiste tus ahorros porque te colocaron deuda perpetua ultrasubordinada a la que tu caja llamaba ‘preferentes’, puedes afirmarlo. Si has tenido la suerte de ver la crisis desde el burladero, en el desfile de escándalos de corrupción sin castigo que aparece en las pantallas, puedes sospecharlo.


Si España ha fracasado como país, el porqué debería estar en las seiscientas páginas de ‘Por qué fracasan los países’, el aclamado ensayo de Daron Acemoglu y James A. Robinson. Inicio su lectura abrumado por los elogios. Es el primer libro que leo que comienza con cuatro páginas de alabanzas, párrafos escritos por seis premios Nobel de Economía y autores tan conocidos como Niall Ferguson o Jared Diamond, entre otros. En la contraportada, un sello falso destaca que ha sido bestseller de periódicos opuestos: ‘The Wall Street Journal’ y ‘The New York Times’. Y en la esquina de la portada, una banda blanca destaca que llego bastante tarde: mi volumen pertenece a la séptima edición.


La tesis de Acemoglu y Robinson –profesores en el MIT y en Harvard, respectivamente– es relativamente sencilla. El fracaso de un país no se debe a que su geografía sea desfavorable –como sostiene Kaplan en su reciente ‘La venganza de la Geografía’-, ni a su cultura (latina, anglosajona…), ni a su fe –como defendió Max Weber-, ni a la ignorancia de sus dirigentes. No, si un país fracasa es por las instituciones que tiene… o, más bien, por las que no tiene. Un país con instituciones políticas y económicas extractivas –creadas para que una élite relativamente reducida acapare el poder y la riqueza sin límite alguno– acabará fracasando, aunque durante décadas, o siglos, mantenga el simulacro de su éxito.

 

He visto el futuro, y funciona”. Es lo que dijo Lincoln Steffens tras su visita a la Unión Soviética. No fue el único miope. El mejor de los mejores tampoco vio la realidad tras la fachada estadística. Durante años, Paul Samuelson –premio Nobel de Economía y autor de un manual de referencia– afirmó que la economía soviética acabaría superando a la de Estados Unidos. Cuando la realidad le desmintió no cambió su tesis, sólo la fecha en la que el cambio sucedería que nunca ocurrió. Hoy el espejismo es China, defendida incluso como modelo. Aunque defienden su entrada en el capitalismo tras la muerte de Mao, Acemoglu y Robinson afirman que fracasará si no profundiza en sus instituciones inclusivas y se convierte realmente en una democracia plural, con un sistema judicial independiente y una prensa libre.
Las instituciones políticas y económicas no surgen por sí solas -escriben Acemoglu y Robinson–, sino que a menudo son resultado de un conflicto importante entre las élites que se resisten al crecimiento económico y al cambio político y las que desean limitar el poder económico y político de las élites existentes. Las instituciones inclusivas surgen durante las coyunturas críticas, como durante la Revolución gloriosa en Inglaterra o la fundación de la colonia Jamestown en Norteamérica, cuando una serie de factores debilitan el control de las élites que están en el poder, lo que hace que sus adversarios sean más fuertes, y crea incentivos para la formación de una sociedad pluralista”.


Acontecimientos decisivos, como la peste negra o el descubrimiento de América, tuvieron efectos opuestos en distintos países. Mientras en España la Corona monopolizó el comercio con América y los conquistadores se apoderaron de las instituciones extractivas indígenas en su propio beneficio, en Inglaterra permitió el desarrollo de una élite comercial que debilitó el poder del monarca. Y en África… en África provocó la llegada del infierno. “Muchos estados africanos se convirtieron en máquinas de guerra cuyo objetivo era capturar y vender esclavos a los europeos”. Continuaron haciéndolo incluso cuando la esclavitud se abolió en el siglo XIX al otro lado del Atlántico, en beneficio de una élite indígena que negaba cualquier futuro a sus gobernados y gracias a las armas europeas, que llegaban ya en el siglo XVIII a África en cantidades asombrosas.


Datos como éste hacen que ‘Por qué fracasan las naciones’ sea un libro fascinante. Los autores revisan la Historia para encontrar ejemplos que ilustren su tesis y convierten su ensayo en una apasionante sucesión de historias, repletas de personajes, que es muy difícil dejar de leer. Así descubrimos por qué Venecia se convirtió en un museo al cambiar sus instituciones, cómo en la Roma imperial o en la Inglaterra isabelina los gobernantes rechazaron inventos que podrían haber revolucionado la economía porque temían el cambio que provocarían, o, ya en el presente, cómo Robert Mugabe, el dictador de Zimbabue, tuvo el descaro de ser el primer ganador de la lotería nacional, e Islam Karímov, el dictador de Uzbekistán, ha sido capaz de convertir a los niños de su país en mano de obra esclava para recoger algodón.

 

Acemoglu y Robinson reconocen que el azar juega un papel esencial para que un país acabe en manos de un tirano o logre romper el círculo vicioso. ¿Estaban los coreanos destinados a vivir separados durante décadas? El fracaso de Corea del Norte es el mejor ejemplo que ilustra la tesis de Acemoglu y Robinson. En 1950 no existía ninguna diferencia esencial entre los coreanos que vivían al norte del paralelo 38 de los que habitaban al sur, pero la dictadura de Kim Il-sung y sus descendientes llevó a los norteños a un destino fatal. El desastre de Corea del Norte es tan evidente que se puede representar con la imagen de su inmensa oscuridad nocturna. Pero no siempre es tan obvio el fracaso de un país, o el inicio de su caída. Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Ha fracasado España? Si es así, y aceptamos la tesis de Acemoglu y Robinson, una élite empresarial, financiera y política utilizan desde hace décadas las instituciones en su propio beneficio, sin que la Justicia o la prensa lo impidan. ¿Es lo que ha ocurrido? ¿Es lo que ocurre?/Joaquín Armada desde el blog 'Después del Hipopótamo'
* ‘Por qué fracasan los países’. Daron Acemoglu y James A. Robinson. Deusto. Barcelona, 2012. 608 páginas, 30 euros.


Pd.: César Molinas no dudó en su respuesta. Os invito a leer ‘Una teoría de la clase política española‘.


Pd. 2: “Todo lo basan en que unas pequeñas diferencias en la estructura política existentes en un momento dado –escribe Gabriel Tortella–, como las que existían entre España e Inglaterra en el siglo XVI, se convierten en caminos divergentes al llegar una 'coyuntura crítica' como el descubrimiento de América o la aparición del protestantismo y dan lugar a grandes diferencias como las que había a finales del XVII entre las estructuras políticas de ambos países. Lo que Acemoglu y Robinson no explican es cómo aparecen esas pequeñas diferencias iniciales, y sin explicar esto la teoría no explica nada“. Os invito a leer ‘¿Se equivocó Montesquieu?’, su crítico artículo sobre la teoría de Acemoglu y Robinson en este enlace.

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