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{VIVIR / VIDA EN LA CIUDAD}

'La idea de a más crisis mejor periodismo es fundamental''

Rosa María Calaf analiza el periodismo de hoy en el Centenario de la Asociación de la Prensa riojana

Rosa María Calaf habla de periodismo, del que ha vividio durante su carrera y del que obversa en lo últimos años. Tiene criterio para hacerlo y modelos con que comparar, no en vano ha sido corresponsal de TVE en Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Hong y Pekín, Roma y Viena. De cada destino asegura haber aprendido algo, aunque atribuye a la ciudad de los el papel de escuela. Televisión Española la incluyó en el polémico Expediente de Regulación de Empleo, un desprecio a la experiencia que afectó a un buen número de profesionales que la reportera sitúa "dentro de la política de quitar peso periodístico de las redacciones". No quiere ser catastrofista pero apunta que hoy en día se hace muy mal periodismo". Y es que entiende que la profesión está viviendo una doble crisis la suya propia y la económica y social. Observa a la mayoría de las empresas periodísticas "alineadas en el pensamiento único", pero aún así deja un pequeño hueco para la esperanza. "La crisis ha hecho despertar el periodismo porque la gente necesita saber". Con todo, Rosa Maía Calaf no duda... de empezar de nuevo, volvería a ser periodista./Javi Muro

 

SPOONFUL.- Hablando de periodismo, ¿Cuál es el diagnóstico? ¿Se hace buen periodismo?

No, no, se hace muy mal periodismo, pero tampoco hay que caer en el derrotismo y el catastrofismo. Creo que estamos en un momento de transición y el periodismo está viviendo dos crisis al mismo tiempo; la propia del periodismo, afectado también por las tecnologías que lo han cambiado un poco todo y, al mismo tiempo, la crisis que está viviendo la sociedad. Digamos que un periodismo ha muerto, pero el que tiene que nacer no lo ha hecho del todo. En esos momentos siempre existe una cierta desorientación. Tenemos que tener mucho cuidado de no pervertir los objetivos del periodismo porque existen muchos poderes, sobre todo económicos, que tienen mucho interés en que el periodismo pierda su capacidad de control y de denuncia y, por lo tanto, de cuidado del bien común y de los intereses del ciudadano.


S.- ¿Qué se echa en falta en el periodismo actual?

Bueno, creo que en general lo que echo en falta es un poco más de sosiego. Estamos viviendo un momento de aceleración tremenda –lógicamente porque la tecnología lo permite- y también echo de menos la capacidad de crítica y de reflexión. Además de aceleración hay acumulación; es decir recibimos mucha información y muy deprisa y somos incapaces de digerirla. Esto es muy peligroso. Es como si nos llegara una avalancha de comida y que nadie nos enseñara qué podemos y qué no podemos comer, seríamos incapaces de tragarnos y asimilarlo todo. Ese es el gran riesgo, que no hay tiempo para pensar y comentar lo que pasa, y no hay voluntad por parte de la mayoría de las empresas periodísticas en hacer buena información. Las empresas periodísticas están alineadas, en su mayoría, en un pensamiento único que busca una sociedad que consuma y no una sociedad que piense. Ahí, la posibilidad de que el periodismo ocupe el papel de que debe tener, siendo independiente de poderes económicos y políticos, plural y de servicio a la comunidad, se diluye.


S.- De alguna manera el negocio se está comiendo el espíritu…

Totalmente, lo que vale es la cuenta de resultados por encima de los resultados informativos y de calidad. Eso en el mejor de los casos; en el peor, está la clara voluntad de manipular el conocimiento, de crear una sociedad que en vez de informada esté desinformada.


S.- Y con este panorama, ¿Cómo decides ser periodista? ¿Volverías a elegir esta profesión si tuviera que empezar de nuevo?

Sí, claro. Volvería a elegir el mismo camino. Ahora más que nunca se necesita el buen periodismo. La idea de a más crisis mejor periodismo creo que es fundamental. Cuanto peor van las cosas, más necesario es saber. No podemos olvidar que el hecho de que no nos dejen saber es, desde el albor de los tiempos, una forma de dominarnos. Ser libres se sustenta en la posibilidad de poder tomas decisiones que se basen en el conocimiento; si se basan en el desconocimiento nos podemos equivocar. De empezar de nuevo, volvería sin duda a ser periodista. Yo estudié derecho antes que periodismo y en mi cabeza estaba la carrera diplomática. Tuve la gran fortuna, en la España de los años cincuenta, de nacer en una familia que se podía permitir el mandarme a estudiar fuera durante los veranos y con un padre que creía que las mujeres eran iguales a los hombres. Además, siempre pensé que lo que veía fuera me gustaba más que lo que veía dentro y me incliné –me gustaba escribir, me gustaba hablar- por el periodismo; sentí que como periodista iba a poder ser más libre que como diplomática; menos encorsetada. No me arrepiento.
S.- Es la línea que luego te llevo a ser corresponsal…

Exactamente. Mi intención siempre fue hacer periodismo internacional, para eso me había preparado. Quería ser corresponsal. No era cómo ahora, que se quiere todo ya… yo era consciente de que me tenía que preparar y me costó trece años.


S.- Como corresponsal estuviste en diferentes destinos… ¿Nueva York?

Para mí Nueva York fue mi formación; me enseñó muchísimo. En Estados Unidos está lo mejor y lo peor del periodismo. Desde el punto de vista profesional aprendía muchísimo. Nueva York fue mi escuela.


S.- ¿Moscú? Parece un lugar complicado para informar…

Fue muy complicado. Obviamente, el más difícil fue Corea del Norte, pero fue un único reportaje y me fui. En Moscú era muy complicado informar. Era aún la Unión Soviética aún cuando abrí la oficina de Televisión Española y allí lo que aprendí es la labor de ir a buscar el lugar donde está el silencio. También constaté que hay muchas maneras de tratar de influir; unas por exceso, como sucede en el periodismo occidental –en el americano digamos-, que te dan mucho pero sólo de determinadas cosas y tratan de dirigirte para que hables de unas cosas y no de otras, y en otras ocasiones, al no darte ninguna información, ausencia total como era el caso de la Unión Soviética. Desarrollas el mismo instinto, el de ir a donde no quieren que vayas. Fue una práctica excelente y con la ventaja de que era el comienzo de la época de Gorvachov y podía realizar algunos movimientos, que hubieran sido muy difíciles antes. Existía una cierta desorientación en el sistema y si sabías aprovechar la rendija eras capaz de conseguir información. Moscú me enseñó mucho, me enseñó a trabajar en directo con el control y la represión.


S.- ¿Buenos Aires?

Buenos Aires tiene otra característica muy interesante en este sentido. Argentina se trata de una cultura mucho más cercana –es mí segunda patria-, pero allí la lucha como periodista consiste en no dejar atraparte por la amistad. Eso de… si eras mi amiga cómo me puedes hacer esto. Hay que soslayar la facilidad que tienes de acceso a los lugares, pero saber resistir a esos cantos de sirena y a esas presiones muy sutiles de personas que quieren llevarte hacia su terreno. También hay que tener en cuenta que en Argentina, y en América Latina en general, el peso de lo que dice España cuenta, mientras que en Moscú no les importaba un pimiento y en Estados Unidos tampoco. En América Latina sí, así que eres muy vigilada y muy seguida. Fue otra enseñanza extraordinaria.


S.- ¿Hong Kong/Pekín?

Disfruté enormemente de una cultura totalmente distinta; nada que se parezca a la nuestra. Penetrar en esas claves culturales requiere un stress añadido. Sí, siempre existe ese temor a equivocarte, a no llegar al fondo de la cuestión –y eso es algo siempre presente cuando estás dentro de una cultura que no es la tuya- esa sensación llega al extremo en las culturas asiáticas. Porque evidentemente, no tenemos nada que ver. Ese es el gran problema, trata de desentrañar las claves de la sociedad y en el caso particular de China, el hecho de que no podemos olvidar de que es un régimen, una dictadura… por mucho que en occidente queramos ver su economía, su crecimiento –que es cierto-, el que hayan sacado a millones de personas de la pobreza –que es cierto-, que nunca los chinos hayan sido tan libres en lo personal, que puedan vestir como quieran, escuchar música, etc… pero no son libres. No hay que dejarse engañar, ni dejarse presionar por la voluntad occidental de no meterse con China, de que nadie la toque. Lo derechos humanos siempre tienen las de perder frente a los negocios. Manejar el equilibrio entre lo que en China quieren imponerte y lo que te quieren imponer sobre China en tu propio entorno es una lucha permanente.


S.- ¿Roma, Italia… era ya cómo estamos viendo en las últimas semanas?

Italia siempre ha sido así, un laboratorio de la política extraordinariamente interesante, apasionante y caotico. Yo empecé en Italia cuando ganó Berlusconi por primera vez. Me permitió ver de primera mano que ocurre cuando le poder mediático, político y económico está mezclados; es decir, lo que está pasando en todo el mundo en estos momentos. La promiscuidad entre poderes que deben estar separados… ¿Qué tipo de sociedad construyen?  Una sociedad totalmente manipulada y dirigida por sus intereses. Berlusconi lo que hizo fue tratar de convencer de su proyecto, que le beneficia a él y los suyos, y al que no le convencía lo compraba, y al que no podía ni convencer ni comprar, lo desacreditaba. Sus bestias negras eran los jueces y los periodistas y puso en marcha un mecanismo para comprarlos o desacreditarlos. Eso te ayuda a comprender como funciona Italia y, en gran medida, la sociedad occidental actual, en la que la economía y los intereses de grupos parecen manejarlo todo.
S.- Estuviste en Pakistán y Afganistán justo después del 11-S ¿Cómo fue informar en una situación de tanta inestabilidad?

Llegué a Pakistán el 14 de septiembre. Pude ver como se construía esa guerra y como a  Pakistán, que había sido abandonada por occidente, sobre todo por Estados Unidos, tras  prometerle ayudas en su lucha anterior frente a los soviéticos, le volvían a pedir su apoyo. Fue muy interesante poder comprobar los mecanismos sobre los que funciona la geoestrategia y como se confirmaba que en relaciones internacionales los países no tienen amigos, tienen sólo intereses. Todos los que estábamos allí sabíamos que por mucho que dijeran que la situación de Afganistán no pasaba por lo militar y que no iba a pasar lo que ha pasado estaba claro cuál era el desenlace.


S.- Muchos medios han eliminado corresponsales en diferentes lugares de mundo, ¿Se puede hacer información internacional sólo dependiendo de las agencias o con el corta y pega?

No, eso significa una vez más que lo que se persigue no es la excelencia informativa. Es decir, no la calidad en la información, sino la cantidad y crear una apariencia de información. Lo que hacen es entretener a la gente haciéndole creer que está informada. Los corresponsales tienen una estructura, conocen el lugar, tienen contactos, tienen agenda, hacen seguimientos y eso se ha cambiado por lo que llamamos paracaidista o, siquiera eso. Lo que quiere decir esa actitud es que no nos interesa la información sino ofrecer una estética de la información, la figura del reportero intrépido, en la que el protagonista es el periodista y no la noticia, que además va permanentemente disfrazado; la catástrofe y no los motivos de la catástrofe, la gente lo ha perdido todo, los niños huérfanos, pero no se buscan los porqués. Evidentemente, el terremoto o el tsunami no se pueden prever pero sí como están construías las casas y los sistemas de alerta que tiene la población… Cuando tu planteas esto en las empresas, que es necesario mantener al corresponsal, te dicen que es muy caro y que hoy en día los medios de transporte y la tecnología te permiten, en horas ante una crisis, estar en lugar. Vale, pero aceptamos entonces que sólo cubrimos crisis y no todas, sino sólo que aquellas que son homologadas… y luego es efímero, lo cubrimos unos días y nos vamos.


S.- ¿TVE despreció el valor de la experiencia con el ERE?

Sí, como tantas otras empresas periodísticas y no periodísticas. En el caso de TVE se entiende dentro de la política de que el periodismo pierda peso en las redacciones, que las agendas las marquen no los periodistas de los medios, sino las instituciones, órganos y empresas que están fuera. Es decir la información se genera fuera de los medios. Hoy hay más periodistas generando información, que periodistas buscando información. Eso significa que algo no está funcionando bien y eso implica un peor producto informativo, pero no porque los periodistas no tengan talento, sino porque no les dejan ejercerlo.


S.- El periodismo en España es una de las profesiones peor valoradas, pero, en cambio, las Facultades de Periodismo están llenas…

Sí, creo que hay dos situaciones. Por un lado, hay estudiantes que creen en el periodismo,  que creen en una sociedad con un periodismo riguroso, fuerte, independiente, que realmente quieren estudiar y ser periodistas y entienden la profesión como mucho más que un trabajo. Pero hay otros que lo ven como se muestra en las películas, como se les está vendiendo, y la mayoría quieren ser presentadores de televisión y eso… no es ser periodista. Hay una confusión tremenda. Reconforta mucho que exista un núcleo de chavales muy comprometido en la importancia de la profesión, pero es cierto que hay una mayoría que sólo ve el escaparate, el plató de televisión.


S.- ¿Crees que la crisis ha despertado un mejor periodismo?

Sí, porque se ha utilizado por parte de los grandes poderes intentando interferir aún más en la calidad de la información para construir el modelo social que quieren, pero hay una parte de la ciudadanía que se ha dado cuenta de que necesita saber y para eso necesita que se haga periodismo. No importa que sea en papel, digital… y el ciudadano tiene que ser consciente de que el buen periodismo tiene un coste, porque cuando algo se lo dan gratis es por algo, puede tener buenas intenciones o no…

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