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{VIVIR / CIUDAD DIGITAL}

'Los niños refugiados no entienden lo que pasa, tienen hambre, frío y miedo de todo el que lleva un arma'

MSF denuncia que "no podemos esperar a que ocurra una gran tragedia con la llegada del frío"

Mohammed es contable y proveniente de Idlib (Siria). Junto a su esposa Bayan, y sus hermanos Obaida y Abdullah viajaban desde Siria con su primo Suha y sus dos hijos, Waleed y Leen, de 5 y 4 años, respectivamente. El viernes 25 de septiembre llegaron a la clínica móvil de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la frontera serbocroata, buscando asistencia médica para Waleed y Leen. La familia había pasado la noche y gran parte de la mañana bloqueados en tierra de nadie entre ambas fronteras, junto a otras 800 personas más. Todos ellos tuvieron que pasar la noche a la intemperie bajo una fuerte tormenta, ya que en aquella zona no existen refugios habilitados.


Hoy, Mohammed y su familia ya han llegado a Suecia, donde esperan establecerse, pero miles de refugiados continúan bloqueados en las proximidades de Hungría, Croacia, Serbia y Eslovenia, debido a los continuos cierres de las fronteras y a las limitaciones de acceso que han impuesto algunos de estos países. A las situaciones de riesgo para su salud que sufen al no disponer de unos mínimos de asistencia y cobijo, se añade ahora el crudo empeoramientos de las condiciones meteorológicas, ya que ahora se ven expuestos también a la lluvia y el frío que está acompañando al otoño en Europa Central. “A menos que se pongan en marcha urgentemente medidas de protección –detallan desde Médicos Sin Fronteras- miles de mujeres embarazadas, niños pequeños y personas mayores quedarán expuestos este próximo invierno a unas condiciones de vida enormemente difíciles, lo que hará que sus vidas corran un serio peligro”.


Uno de los puntos donde se ha producido una mayor presión en los últimos días ha sido en localidad serbia de Presevo, cerca de la frontera con la Antigua República Yugoslava de Macedonia. Los datos recogidos por MSF el pasado 16 de octubre indicaban que un promedio de 5.000 personas cruzan por la zona cada día. La mayoría de ellas permanecían haciendo cola –describen desde MSF- incluso bajo fuertes aguaceros, durante días enteros sin el mínimo acceso a alimentación, agua, refugio o aseo. “Durante las últimas semanas hemos atendido a niños muy pequeños con síntomas de hipotermia", confirma el doctor Alberto Martínez Polis, coordinador médico de MSF en Serbia. "Han estado haciendo cola durante horas, a la intemperie, empapados y tiritando. No tenían ningún lugar para calentarse, secarse o cambiarse de ropa".


"La semana pasada -prosigue Martínez Polis- también atendimos a pacientes por desmayos, algo que nunca antes habíamos visto en Presevo. En algunos casos, estas situaciones están provocadas por la presión de las aglomeraciones, o por la falta de dosis adecuadas de comida, bebida o sueño durante varios días. Nos explican que tienen miedo de dejar la cola, ya que podrían perder a su familia o su lugar en la fila y por eso no se mueven de su sitio. En otros casos, la respuesta a lo que les ocurre es tan simple como que muchas de estas personas han llegado al límite de su resistencia”.

 

Mi esposa y yo –relataba Mohammed a los médicos de MSF el pasado 25 de septiembre- nos casamos un mes antes de nuestro viaje. Queremos tener una familia algún día, pero yo sabía que no podríamos viajar con un bebé recién nacido. Salimos de nuestro país porque ya no era posible vivir allí por más tiempo; temíamos por nuestras vidas. Una vez comenzada la guerra, permanecimos allí durante varios años. Antes de que el conflicto estallara, éramos muy felices en Siria. Era un país seguro y hermoso, con clima mediterráneo. Por aquel entonces, si hablabas con los sirios que ya vivían en Europa, muchos te decían que su sueño era regresar algún día; a todo el mundo le gustaba vivir en nuestro país. Yo trabajaba como contable, al igual que mi hermano Obaida. Nuestros padres viven allí todavía. Cuando nos instalemos en Europa, esperamos poder traerlos para que nos visiten. Ellos son muy mayores para hacer un viaje así”.
  El relato del contable sirio aseguraba que “la parte más dura fue el cruce por mar desde Turquía a Grecia. Las olas eran muy fuertes. Tratamos de convencer a los niños de que aquello era como una aventura para así conseguir que estuvieran calmados, pero la verdad es que aquello era muy peligroso. Una ola nos impactó por la borda y mis ropas quedaron totalmente empapadas. Mi hermano me envolvió con mantas, pero estuve tiritando durante una hora”.


Mohammed y su familia viajaron por Grecia y Macedonia antes de poder pasar a Serbia. “Ayer por la mañana –narraba el pasado 25 de septiembre- llegamos a la frontera con Croacia. Nos dijeron que pasaríamos dos o tres horas aquí antes de que nos trasladaran a todos hacia otro lugar. Esperamos y esperamos. Unos autobuses se llevaron a algunas personas de vuelta a Serbia, pero la mayoría de nosotros nos quedamos estancados y tuvimos que hacer noche aquí. Nunca antes habíamos dormido al raso; esta fue la primera vez para nosotros”.


Desgraciadamente –continuaba- empezó a llover; era como una tormenta tropical. No paró de caer agua durante tres horas. Gracias a Dios teníamos lonas de plástico para cubrirnos. La mayoría de las familias recibieron lonas como las nuestras para poder dormir, pero muchas de las personas solteras, puede que unas 200, no disponían de nada en absoluto. Durmieron bajo la lluvia. Había truenos y relámpagos y los niños temblaban de frío y de miedo. Ya estaban resfriados antes, pero ahora ya han caído del todo enfermos. Nuestros problemas médicos se deben en su mayoría a la lluvia y al viento”.


Mohammed apuntaba que todos estaban muy cansados “Los niños sufren de frío y hambre. Tienen que montar aquí un campamento o algún tipo de refugio, o al menos agilizar sus procedimientos. Tenemos que terminar nuestro viaje lo antes posible y no quedarnos atrapados en cada punto. Sufrimos en todos los países que atravesamos. Esperamos que puedan hacer que los procedimientos sean más rápidos y seguros para los refugiados que estamos llegando a Europa; especialmente para las familias. Si yo fuera joven y estuviese soltero, no me sería tan difícil, pero con una familia es diferente, y no existe ninguna ayuda específica para aquellos que viajan con niños”.

 

El 25 de septiembre, el refugiado sirio indicaba que aún no habían elegido a qué país querían ir. “Quizá Alemania o Suecia, estamos tratando de decidir cuál puede ser el mejor lugar para nosotros. Lo que estamos buscando es algún lugar donde hablemos el idioma, de modo que podamos conseguir un trabajo. Pero, por encima de todo, queremos vivir en un país que esté en paz; un lugar que sea seguro para nuestra familia”.
Dos días después, el 27 de septiembre, a la clínica de MSF en Bapska, en la frontera entre Serbia y Croacia, llegó Rand, de 30 años y originaria de Damasco.  “Un día –describe- mientras pasaba caminando cerca de una escuela, una bomba cayó de repente sobre el edificio. Vi morir a tres niños delante de mis ojos. Me dije: ¡Basta, se acabó! No quería irme de mi país, pero después de cinco años de guerra y de ver ese tipo de cosas, decidí que ya era suficiente. Hace un mes que salí de Damasco y, tras dos semanas en Líbano, compré un billete para Turquía”.


Rand viaja con un grupo en el que están varios amigos de sus padres. “Llevamos a tres niños con nosotros. Es muy duro para ellos, no entienden lo que pasa y siempre están aterrorizados. Dicen cosas como:¿Crees que vendrá la policía para llevarnos a la cárcel?. También preguntan si van a morir. Tienen miedo de cualquiera que lleve un arma o se vista con ropas militares. Si oyen cualquier ruido se sobresaltan y nosotros tratamos de calmarles recordándoles que ya no estamos en Siria y que están a salvo. Yo no tengo hijos propios, y doy gracias a Dios por no haber tenido que traer a un hijo en este viaje. No podría soportar ver a un hijo mío sentado al borde de la carretera, y con necesidad de comida, calor o descanso y no poder proporcionarle ninguna de esas cosas”.

 
Rand describe el viaje en barco desde Turquía como uno de los momentos más aterradores para los niños. “Lloraron todo el tiempo. Empezaron a rezar y nos dijeron que lo estaban haciendo para asegurarse de que irían al cielo si morían. Lloraron durante gran parte del día de ayer. Cuando cruzamos la frontera, ayer por la noche eran alrededor de las once y media de la noche. Ahí tuvimos que caminar por una carretera entre campos de cultivo. Estaba muy oscuro y para los niños era difícil caminar. Cuando está mojado, lloran, se resbalan y se caen. Dormimos en una tienda de campaña que nos dio el ejército".

 

La joven siria recueda que no había comida, ni agua ni luz. "Pedimos mantas para los bebés y aunque los soldados fueron muy amables, nos dijeron que no tenían nada. Había un campo no muy lejos de allí, pero no podíamos caminar más porque los niños tenían hambre y estaban llorando. Se te rompe el corazón cuando les ves así. Simplemente no entienden lo que está pasando. Ellos dicen, Siria estaba bien, queremos volver a casa, a nuestras propias camas, con nuestras almohadas. Para que te hagas una idea del grado de miedo que tienen, todos ellos ven la guerra como algo mejor que este viaje. No entienden que vamos a un país en el que estarán a salvo”.

 

Rand quiere llegar a Holanda, donde cuenta con algunos amigos. “Lo primero que quiero hacer es servir de traductora voluntaria porque hablo bien Inglés; allí en Damasco daba clases de inglés a los estudiantes. Mi sueño es traducir una novela del inglés al árabe. Mi padre enseñaba árabe a los estudiantes extranjeros y es escritor, así que heredé ese gen de él. Trabajaría encantada como cocinera o como limpiadora; haré lo que sea. Y entonces, empezaré una nueva vida. Quiero tener amigos, un novio, y ser capaz de hacer las cosas que cualquier persona normal de 30 años quiere hacer. Quiero vivir en un país donde el gobierno te trate como a un ser humano, donde puedas votar, donde tengas una voz. Quiero saber lo que se siente viviendo así”.
Mientras, hoy, los equipos médicos de MSF en Serbia están atendiendo a más de 400 pacientes al día; las cifras han aumentado extraordinariamente durante las últimas semanas, al mismo tiempo que también ha aumentado el flujo de refugiados. “La mayoría necesita atención para problemas como la tos, resfriados, gripe, afecciones gastrointestinales y enfermedades cutáneas, que a menudo se dan como resultado de las condiciones a las que se enfrentan durante el viaje. Hay otros pacientes a los que se les trata de enfermedades crónicas como la diabetes o el asma, o que presentan problemas cardíacos que no han sido atendidos de manera adecuada y que se han deteriorado en el transcurso del viaje. Los equipos también reciben casos graves que necesitan un tratamiento más avanzado. En los últimos días se han presentado varios pacientes con cáncer, linfomas y enfermedades cardíacas congénitas”.


MSF está incorporando más personal médico, e igualmente está aumentando las reservas de tiendas de campaña, kits de higiene, mantas, impermeables y ropa de invierno. “Es cierto que desde julio se han observado mejoras en el paso entre Macedonia y Serbia, pero miles de personas vulnerables siguen estando expuestas a terribles sufrimientos durante su viaje por los Balcanes”, apunta Aurelie Ponthieu, asesora humanitaria de MSF. “La falta de servicios básicos comienza a tener un impacto en la salud de los refugiados y de los migrantes, y la situación se agravará a menos que se proporcionen rápidamente refugios apropiados, comida caliente y servicios higiénicos en los puntos de registro y de transporte. No podemos esperar a que ocurra una tragedia. Se deben garantizar ya unas condiciones de tránsito seguras y apropiadas y buscar soluciones que estén adaptadas al frío que se aproxima”./SPOONFUL

 

* Fotografías: Achilleas Zavallis

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