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{VIVIR / CIUDAD DIGITAL}

'A raíz de la crisis, el poder político y el económico han reforzado su presión sobre los medios'

Andrés Mourenza es periodista, trabaja como freelance informando desde Turquía y Grecia

Se podría decir que Andrés Mourenza es periodista por genética. Sus padres lo son y aunque en un principio -conociendo los sinsabores de la profesión. trataron de disuadirlo, finalmente reconocieron en Andrés el mismo espíritu que años atrás les había impregnado a ellos. En 2005, Andrés Mourenza se trasladó a Turquía y desde allí ha informado como freelance para periódicos como El País, televisiones y agencias. Se encuentra en el centro de un hervidero informativo que cada día genera una noticia de relevancia internacional. Ha vivido desde dentro la crisis Griega, las manifestaciones turcas, la recientes elecciones en Turquía, la situación de los curdos, la crisis de los refugiados, desde un país que no deja de mirar a Siria y, por supuesto, al Estado Islámico. Mourenza observa con cierto optimismo la aparición de nuevas propuestas periodísticas, al tiempo que ha observado como, con la crisis, el poder político y económico han incrementado su presión sobre los medios./Javi Muro

 

SPOONFUL.- Ahora Turquía, antes Grecia. Te encuentras en uno de los ‘hervideros’ informativos de los últimos meses. Desde la victoria de Syriza, el referéndum y el rescate a Grecia; Siria y los refugiados, con Turquía como trampolín hacia Europa. El mayor atentado cometido en Turquía y Erdogan tratando de ser eterno, el Estado Islámico…

Es una región del mundo que lleva más de un siglo dando noticias: los propios turcos bromean que cualquier noticia de su país llenaría durante semanas las portadas de un diario finlandés. Es lo que decía Churchill, ese gobernante que fue tan cínico como genial a la hora de producir frases para la posteridad, de que Los Balcanes producen más historia de la que pueden digerir. Y, por otro lado, Oriente Próximo es nuestro vecindario: lo llamamos Oriente Medio –lo que crea cierta percepción de lejanía- por influencia de EEUU, pero en realidad Logroño está más cerca de Bagdad que Seattle de Florida.

 

Esta situación de permanente crisis tiene mucho que ver con lo que ocurrió durante la desintegración del Imperio Otomano: la sustitución de un vasto imperio multiétnico por multitud de países, desde Bosnia o Grecia a Yemen, Irak y Siria, que pretendían ser estados-nación pero en una región en la que pueblos y religiones llevaban siglos conviviendo, mal que bien, unos al lado de los otros. Y ese es el origen –o cuanto menos un importante condicionante- de muchos de los conflictos actuales, desde las guerras de Oriente Próximo, la cuestión kurda, o la dependencia externa de Grecia.


S.- ¿La responsabilidad del periodista se multiplica cuando todo lo que tiene que contar tiene una repercusión extra?

Desde luego. Y todo cambia según el medio para el que se trabaje, si es más pequeño o más grande, si es prensa escrita o televisión –esta última alcanza a muchas más personas. Pero desde luego no podemos ni compararnos a la influencia que tienen los medios en inglés, que es el actual idioma global.


S.- ¿Por qué periodista? Fue una decisión que tenías clara o desojaste la margarita entre diferentes opciones.

Yo me críe en un ambiente de periodistas. Mi padre y mi madre lo son, y mi guardería fueron las redacciones donde trabajaban ellos. Mi hermano y yo crecimos dibujando en cuadernos hechos con el papel de teletipo que vomitaban los télex y que nadie sabía qué hacer con él. De todas formas, al principio, a mis padres no les hacía mucha gracia que yo siguiera su camino, pues conocen las miserias de la profesión, pero finalmente me apoyaron en todas mis decisiones, incluso en la de irme a Turquía.


S.- ¿Cómo llegas a Grecia y Turquía? ¿Por qué los eliges como destino?

Un poco fruto de la casualidad. Mientras estudiaba en Italia, de Erasmus, conocí a una chica turca, Sinem, que hoy es mi mujer. Como puedes imaginar la separación ese verano, tras el Erasmus, fue muy dolorosa, así que comencé a plantearme la idea de dejar los estudios y marcharme a Turquía, ya que para ella venir a España resultaba muy complicado por culpa de la restrictiva política de visados de la UE. Ese verano, tenía unas prácticas en la Agencia EFE, y cuando le comenté mis intenciones a mi jefe, Josu de Blas, una gran persona que me enseñó mucho del oficio de periodista de agencia de noticias, me dijo: “Vete a Turquía, vas a aprender más que en la universidad”. Así que no me hizo falta más para convencerme.


S.- Era el año 2005, corrígeme si me equivoco, ¿no?

Sí. Llegué a Estambul en septiembre de 2005: entonces comenzaba el proceso de negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, pilotado por un gobierno elegido tres años antes que era de raíces islamistas pero pretendía convertirse en una versión musulmana de la democracia cristiana; con el conflicto en Irak al otro lado de la frontera… Una etapa que parecía interesante y en la que los ojos de los medios españoles comenzaban a fijarse en Turquía. Pero yo no tenía apenas experiencia: había hecho unas prácticas en la Agencia EFE y en el semanario La Ventana de La Rioja, no había terminado la carrera de Periodismo –la seguí a distancia-, no conocía como funcionaban las redacciones de los grandes diarios, no tenía contactos… Y, por otro lado, los medios españoles aún no estaban acostumbrados a la figura del freelance, el periodista ajeno a la plantilla que trabaja a la pieza, como trabajador autónomo, sino que mandaban a enviados especiales desde España o desde corresponsalías cercanas. Así que el inicio fue difícil, trabajé de lo que pude hasta que empezaron a llegarme oportunidades en un par de radios latinoamericanas, luego en El Periódico de Catalunya y la Agencia EFE. Lo de Grecia fue diferente. En 2011 se jubiló la corresponsal de EFE en Atenas y yo ya había estado varias veces allí, cubriendo la revuelta de 2008, las elecciones de 2009, el inicio de la crisis en 2010 para El Periódico, así que en EFE me ofrecieron el traslado y allá me fui. 


S.- ¿Qué tal había sido la experiencia como periodista en España?

Como te he dicho, muy escasa. Me sirvió para aprender lo más básico de este oficio, porque en el fondo el periodismo tiene mucho de oficio, de aprender técnicas como el herrero o el zapatero, aunque también tenga mucho de humanismo, del saber de todo un poco, de interesarse por diversas disciplinas.  Y también me sirvió para darme cuenta de que no quería hacer periodismo en España, sino fuera, donde tendría más libertad. Recuerdo una rueda de prensa en 2005 en la que el consejero de Presidencia, Emilio del Río, presentaba las ayudas que se habían concedido a proyectos de cooperación y que ese año se habían reducido a tres ONG, las tres vinculadas a la Iglesia. Justo el día anterior había estado haciendo una entrevista a dos miembros de SOS Balcanes, que se quejaban de que el Gobierno de La Rioja les había retirado la subvención, lo que les obligaba a terminar su trabajo en un campo de refugiados de los Balcanes, y denunciaban que se les había retirado porque sus miembros participaron en protestas contra el PP. Y entonces, durante el turno de preguntas, pregunté a Del Río con qué criterios se habían repartido las ayudas y se habían quitado subvenciones a proyectos que durante años  las habían estado recibiendo. Una pregunta pertinente, normal. Pero en lugar de respuesta, con lo que me encontré fue que el cura que acompañaba a Del Río en la rueda de prensa –y que dirigía una de las tres ONG que sí habían recibido  ayudas- me señalaba con el dedo diciéndome: “Tú, ¿de qué medio eres y cómo te llamas?”. Al final de la rueda de prensa se acercaron ambos, Del Río y el cura, para amonestarme. Y lo más triste de todo es que ningún otro periodista quiso preguntar o incidir en el tema.


S.- ¿Crees qué se hace buen periodismo hoy en día? ¿Qué destacarías?

Creo que se hace buen y mal periodismo. ¿Se hace buen o mal pan en España? Pues hay de todo. Se hace pan mucho mejor que hace décadas, poniendo mucho cuidado y atención en su elaboración, pero también se hace un pan nefasto, deprisa y corriendo, de ese precocinado que lo calientas en el microondas y listos.


S.- ¿A qué crees que se debe?

A fin de cuentas el periodismo es un reflejo de la sociedad y no sólo está determinado por las manos en las que está tal o cual medio, sino también por lo que demanda la gente: si se leen pocos periódicos es quizás porque están mal planteados, porque no tienen credibilidad, pero también porque la gente prefiere sentarse en el sofá a ver en televisión a dos fulanos lanzarse vituperios –sean políticos o de la farándula -, porque quiere olvidarse de sus problemas cotidianos.


S.- ¿Qué panorama observas?

En los últimos años han aparecido proyectos muy interesantes y muy variados. Desde proyectos pequeñitos pero muy necesarios como el de El BOE nuestro de cada día, de Eva Belmonte;  a nuevos medios como El Confidencial, Eldiario.es o La Marea; publicaciones más centradas en un determinado nicho de información como Jot Down, en la cultura; Líbero en el deporte; 5W en la información internacional o M’Sur en la información del Mediterráneo. Quizás esto de la información de nicho sea el futuro, y que nuevos medios como Ahora o El Español traten de reproducir el formato del viejo diario con todas sus secciones es un error. O quizás no. Pero me alegra que haya esta nueva explosión de medios, porque ha estimulado un poco el panorama en un país como España en que tenemos menos variedad de medios que en países más pequeños, como puede ser Grecia, con su veintena de cabeceras diarias.
S.- Proyectos nuevos e innovadores algunos, ¿tendrán futuro?

Con todo, el problema de los nuevos medios es que carecen de fondos suficientes. Y para hacer buen periodismo, para llevar a cabo investigaciones a fondo, se necesita tiempo y dinero. Y eso sólo se lo pueden permitir los grandes medios: de ahí que el tema de los papeles de Bárcenas, por ejemplo, lo sacasen medios como El País o El Mundo.


S.- ¿Y se hace el periodismo qué imaginabas cuando estudiabas para ser periodista?

No, desde luego. La vida nunca es como uno se la había imaginado, pero eso no significa que sea peor.


S.- ¿Existe cierta nostalgia del pasado en el periodismo?

Siempre existe. El problema actual es la rapidez, la inmediatez con que se quiere todo. No se puede pretender tener un buen reportaje con fuentes propias en unas horas. Para hacer algo bueno se necesita tiempo y en eso es cierto que antes, al no existir internet, las cosas se podían hacer más despacio. Pero las nuevas tecnologías, al mismo tiempo, han traído mejoras innegables.


S.- Existe cierta percepción de que la información internacional es mejor, más creíble, que la nacional. ¿A qué crees que se debe?

A que probablemente es verdad. Los medios españoles tienen muchísimos corresponsales fuera en comparación con otros países de nuestro entorno, más ahora que todos somos freelance y salimos mucho más baratos que el corresponsal de antaño. Y en todos los medios –desde La Razón hasta el Ara- los periodistas tenemos mucha más libertad para cubrir los temas internacionales, lo cual es normal si lo piensas: por un lado no hay tanta implicación económica o política de las empresas mediáticas y, por el otro, el periodista no suele estar tan emocionalmente implicado en el tema, lo cual da mayor independencia.


S.- ¿Ocurre también en Grecia o en Turquía, partiendo de la base de que en Turquía el Gobierno ha cerrado dos medios de comunicación en plena campaña electoral?

En Grecia y en Turquía la situación es diferente, porque sus medios apenas tienen corresponsales o periodistas en el exterior y sus secciones de información internacional son bastante pobres, simples refritos de lo que publican los medios anglosajones. Pero Turquía tenía hasta hace cinco años un panorama mediático envidiable: con más de una treintena de cabeceras nacionales diarias –desde las que apoyan al nacionalismo kurdo a las ultranacionalistas turcas, pro-militares e islamistas, de extrema izquierda y de extrema derecha, liberales, socialistas…-; decenas de canales de televisión y muchos de ellos de información 24 horas con constantes conexiones con el lugar de la noticia –las TV de información tienen redes de corresponsales muy activos por todo el país-, con análisis de calidad, voces diversas… Ahora el número de medios continúa siendo alto pero su calidad se ha reducido estrepitosamente porque el Gobierno bien los ha ido cooptando a través de contratos públicos o concesiones de obras para los conglomerados empresariales propietarios de los medios; bien a través de la adquisición de medios opositores o bien los ha amedrentado a través de multas, presiones judiciales, etc. Estos últimos –los canales Bugün TV y Kanaltürk y los diarios Bugün y Millet- han sido directamente intervenidos por la Justicia y se ha colocado al frente a gestores próximos al partido del Gobierno.


S.- ¿Cómo se ha vivido el cierre de esos medios? ¿Ha habido algún tipo de respuesta ciudadana o de la profesión?

Hubo manifestaciones y duras reacciones de la prensa opositora. Pero hemos llegado a un punto en que el partido del Gobierno tiene atado en corto al 70-80 por ciento de los medios de comunicación.


S.- ¿Es fácil trabajar como periodista en Turquía?

Nunca fue fácil trabajar en Turquía como periodista, especialmente como periodista nativo. Un centenar de periodistas han sido asesinados en Turquía en el último siglo, porque, todo hay que decirlo, aquí los informadores son gente dispuesta a jugarse la vida por su profesión. Como decía recientemente Noam Chomsky, “los intelectuales y periodistas de Turquía no sólo protestan contra los crímenes del Estado sino que además llevan a cabo acciones de desobediencia que pueden conllevar severos castigos y que ninguno en Europa o EEUU se arriesgaría a hacer”. En las dos primeras legislaturas del AKP (2002-2011) hubo un gran grado de libertad para trabajar como periodista, especialmente para los extranjeros. Pero también para nosotros se está haciendo cada vez más difícil trabajar y ya ha habido varias expulsiones de periodistas extranjeros.


S.- La idea de periodismo está ligada a la acción de preguntar. Aquí, en España, no siempre es posible, ¿qué disponibilidad te has encontrado en Grecia y Turquía?

En Grecia, puedes llamar a cualquier estamento del Gobierno y preguntar por lo que pasa: quizás te mientan, quizás te digan la verdad a cambio de que no digas su nombre, pero casi siempre responden. No recuerdo quien decía que hay dos países muy difíciles para un espía: Japón, porque todo el mundo calla, y Grecia, porque nadie sabe guardar un secreto. Y en cambio, en la calle, los griegos sienten cierta suspicacia hacia los periodistas, cuesta más ganárselos.


S.- ¿Y en Turquía?

En Turquía es al contrario, resulta muy difícil preguntar a funcionarios o a representantes de la Administración o del Gobierno, porque temen decir algo que moleste a sus jefes. En cambio, suele ser mucho más fácil trabajar en la calle, al menos hasta ahora. En los últimos meses, los medios progubernamentales han comenzado a inculcar en la gente la idea de que los periodistas extranjeros somos espías, y patrañas por el estilo. Pero en general, los turcos son simpáticos y trabajar con ellos, a nivel de calle, es fácil. Sólo tienes que tener vejiga suficiente para aguantar un té tras otro.


S.- Los temores a preguntar no siempre están relacionados con un repercusión violenta, sino muchas veces económica. ¿Existen esos temores allí también?

Sí, en todos los lados. Desde las protestas de Gezi, en 2013, más de mil periodistas han sido despedidos de su trabajo en Turquía. Parte de ellos eran gente conocida, columnistas o comentaristas famosos que luego han abierto sus propios medios digitales. Pero también están los que han tenido que cerrar la boca y aguantar, porque no es fácil aguantar un mes sin llevar un salario a casa y no pueden permitirse que los despidan.
S.- ¿Cuáles son los principales problemas de la sociedad turca?

Bufff, eso daría para un libro entero. Las tremendas desigualdades económicas de un lado a otro del país y dentro de las mismas ciudades; la dificultad en el acceso a una educación de calidad y crítica; la absoluta precariedad laboral y económica de muchísimas familias y la extrema jerarquización de las relaciones sociales. Todas ellas son causas que, unidas a la frágil región del mundo en la que se encuentra Turquía, redundan en los efectos que vemos actualmente: auge del islamismo, clientelismo, autoritarismo, conflictos sociales, etc.


S.- El periodismo también se deja llevar por los temas de moda. Hablaba hace unos meses con el presidente de Médicos Sin Fronteras y me decía que uno de los temores que siempre tienen es que las crisis humanitarias se pasen de moda, dejen de ser noticia, y decaiga la ayuda. Tenía el temor sobre el tema de los refugiados sirios, como ya les pasó con el ébola, por ejemplo. ¿Crees que sucede así, que el periodismo actual pasa demasiado rápido de un tema a otro?

Vivimos en una sociedad en fluctuación constante, en que los ritmos se han acelerado vertiginosamente. Hay que cambiar de coche, de casa, de pareja, cada poco tiempo; hay que actualizar continuamente las aplicaciones del teléfono móvil; comprar nuevos aparatos electrónicos para evitar su obsolescencia; ‘renovarse o morir’, consumir, consumir, consumir… Un mundo en que estamos sometidos a constantes reclamos, especialmente visuales, que tratan de llamarnos y dirigir hacia ellos nuestra atención, para que al minuto siguiente la desviemos hacia otra cosa. Y muchos medios, especialmente la televisión, se han apartado del reposo y la seriedad que requieren ciertos temas para apuntarse a lo que se ha dado en llamar infotainment, una mezcla entre la información y el entretenimiento que, bien hecha, puede ser respetable –por ejemplo el reportaje de Vice News en el que uno de sus reporteros se introduce en territorio del Estado Islámico-, pero que muy habitualmente cae en el sensacionalismo y se aleja mucho de la verdad, como ocurre con los de En Tierra Hostil, de Antena 3. Toda esta burbuja del infotainment, ha terminado afectando en mayor o menor medida a todos los medios –conseguir más clics en una noticia, obtener más audiencias-, pero conlleva el peligro de que, si cubres las noticias con cierto sensacionalismo, la siguiente noticia que publiques o emitas tiene que ser más sensacional que la anterior, con lo que al final creas empacho en la audiencia y lo único que sirve es cambiar de tema. De ahí lo cíclico de las noticias.

 

Y luego hay otra cuestión, muchos de los nuevos freelance que están en el exterior trabajan como lo que habitualmente se llama ‘paracaidistas’: cuando hay una crisis aterrizan ahí y aprovechan para vender noticias sobre el tema, pero cuando consideran que aquello ya no da más de sí, se marchan, porque quedarse en un sitio, pongamos la isla de Lesbos adonde llegan continuamente refugiados, sin que ningún medio te compre noticias, al final, supone estar perdiendo tu propio dinero.


S.- … por cierto, ya nadie habla de Grecia…

La tele no, los periódicos algo más. Precisamente me pillas escribiendo sobre la huelga general y el nuevo papel de Tsipras, jajaja. Es cierto que con Grecia, hasta las elecciones de septiembre hubo un gran despliegue informativo porque estaban pasando cosas muy importantes, pero es cierto que ahora, tras la segunda victoria de Tsipras, la actualidad se ha calmado algo en la política griega (los partidos de oposición buscan su rumbo, Syriza intenta la cuadratura del círculo en las negociaciones con los acreedores...), pero a excepción de la huelga general de este jueves no ha habido grandes protestas, así que también es normal que la tensión informativa se relaje un poco. De todas formas, de Grecia se sigue hablando, aunque en este caso por su papel en la crisis de los refugiados.


S.- Has podido contar la crisis griega y la crisis de los refugiados, en ambas cuestiones la UE juega un papel importante. ¿Existe la percepción de que la UE actuó de forma implacable con Grecia, pero ahora, con los refugiados sirios –donde Grecia es también protagonista- mira para otro lado?

Desde luego, en Grecia, la imagen de la Unión Europea está por los suelos, y con razón. No sólo porque no ha tenido ningún atisbo de humanidad respecto a los padecimientos de los griegos debidos a la crisis financiera y a su agravamiento por culpa de las medidas de austeridad -mal planteadas, mal aplicadas y contraproducentes- sino porque lleva años reclamando un cambio en las políticas migratorias. Este año hemos tenido una oleada de refugiados sin precedentes, pero en años anteriores también llegaban decenas de miles, y el problema es que el Tratado de Dublin de la UE obliga al primer país comunitario en que pongan pie los refugiados a quedarse con ellos, lo cual es tremendamente injusto porque al final es la periferia europea, que somos los países más pobres, a hacer de gendarmes y de hogar de acogida. Ya el anterior gobierno griego, el de Antonis Samarás, amenazó en varias reuniones europeas con abrir las fronteras y dejar ir al norte todos los sin papeles –algo que estos querían- pero al final, los otros países mediterráneos que debían haber apoyado a Grecia en sus exigencias frente al norte, se callaron y el Tratado Dublin III apenas mejora al Dublin II. Hasta este verano que Merkel, en un alarde de magnanimidad, decidió hacerse cargo de los sirios. Ahora que ha visto que el hacer de buena no le beneficia en las encuestas, ha anunciado que restituirá las medidas de Dublin III. Y así nos va a esta Europa.


S.- Volviendo al periodismo, ¿por qué crees que la profesión aparece hoy entre las más desprestigiadas?

Porque en los últimos tiempos, en especial a raíz de la crisis, el poder político y el económico han reforzado sus presiones sobre los medios de comunicación, coartando parte de su capacidad crítica, y existe la sensación de que algunos medios son meros portavoces de la voz de su amo. Porque, debido a estas presiones, muchos periodistas incómodos han sido despedidos de sus puestos de trabajo. Porque con las continuas reducciones de plantilla ha aumentado la carga de trabajo de los periodistas, y eso hace que la calidad se resienta. Porque la amenaza de despido, en unas condiciones de extendida precariedad laboral, pende sobre muchos informadores (de hecho, el Consejo de Europa citaba hace unos años la precariedad laboral como una de las amenazas actuales a la libertad de prensa). Porque, en el caso de los periodistas freelance en el exterior, para juntar un salario decente, hay que hacer varios temas a la vez o tratar de desplazarse continuamente a los lugares donde ocurren cosas –el fenómeno de los paracaidistas del que hablábamos antes- y eso hace que muchos lleguen sin conocer en profundidad lo que está pasando o sin tener experiencia alguna sobre el terreno (cuando, a mi parecer, lo correcto es especializarse en una región determinada). Porque durante años la prensa española ha apostado por vender periódicos no por su contenido, sino por los regalos o promociones que los acompañaban. Porque en los informativos de televisión se ha apostado por el directo y las piezas cortas y ‘ágiles’ en lugar de los reportajes y la profundización. Porque, en general, se prima más la rapidez en dar una información que en darla bien comprobada.


S.- …los espectadores, los lectores de prensa…

En cuanto a la audiencia porque, lamentablemente, estamos en un país poco acostumbrado a leer –es un hecho que la información más profunda es la escrita y no la visual- y menos a leer de forma crítica. Muchos lectores buscan simplemente corroborar sus opiniones y cuando no se las dan, entonces creen que la culpa es del medio, que por algún tipo de complot está aliado con los que opinan diferente de él. Lo hablaba hace unos días con un compañero que acababa de escribir una pieza sobre la reconquista por parte del régimen sirio del aeropuerto de Kuweires, asediado por el Estado Islámico. Uno de los comentarios de los lectores a la noticia decía algo así como: “Muy bien, veo que por fin este diario se ha dado cuenta de cuál es el bando bueno en la guerra de Siria”. Y no, la labor de un periodista no es defender a unos u otros –por muy malo que sea el ISIS o muy malo que sea Asad- sino contar lo que pasa para que el lector se haga una idea de lo que ocurre y él mismo se forme su opinión. Otro ejemplo, en la web de M’Sur, en la que he colaborado, la parte más visitada son las columnas de opinión, no los reportajes, pese a que son artículos de mucha calidad escritos desde el lugar de los hechos, desde el Sáhara al interior de Siria. Y eso es muy descorazonador, porque significa que el público prefiere que le den la opinión ya cocinada, a enfrentarse a la dificultad de confrontar los hechos, las diferentes versiones, y conformarse una opinión propia.


S.- ¿Qué hacemos para recuperar el prestigio que el periodismo tenía no hace tanto?

Escribir bien, escribir honestamente. Hacer periodismo. ¡Y leer! ¡Comprad periódicos, suscribíos a los digitales, leed! Porque la única forma de mantener vivo el periodismo, el buen periodismo, es que haya una audiencia, un público, y que éste esté bien formado y sea exigente en cuanto a la calidad.

 

* Fotografías: Álvaro Deprit

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