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{DEPORTE / OTROS DEPORTES}

Ottavio Bottecchia, la guerra en bici, dos Tours y una enigmática pedrada

Criticó publicamente a Mussolini y el fascismo y fue vetada su participación en el Giro de Italia

La bicicleta a un lado del camino y el ciclista al otro, junto a la viña. El cuerpo de Ottavio Bottecchia fue encontrado el 3 de junio de 1927. Estaba inconsciente y malherido. Dos días falleció. En el hospital de Gemona, a donde lo trasladaron no pudieron hacer nada para salvarle la vida, el golpe -¿los golpes?- en la cabeza habían provocado lesiones demasiado graves. No hacía tanto que había ganado –arrasando a sus rivales- su segundo Tour de Francia.


Bottecchia había sido el primer italiano en llegar a París de amarillo. Lo hizo en 1924, demostrando que no tenía rivales. Incluso hay quien dice que ya pudo haberlo ganado un año antes. Entonces, en 1923, terminó segundo y cumplió como fiel escudero de Henri Pelissier. Se conformó con el segundo peldaño del podio.


Ottavio Bottecchia nació en San Martín de Calle Umberto, en la región de Treviso. Como todo campeón ciclista que se precie llevaba consigo el pedigrí de una familia humilde en la que los ocho hermanos compartían lo poco que tenían. A penas fue a la escuela –lo que no le impidió tener una idea clara de lo que era justo y lo que no- y muy pronto se puso a trabajar; había que  colaborar con sus padres. Así que no dudó en ganarse el sueldo como albañil, aunque probablemente hubiera sido cualquier cosa que le permitiera llevar unas monedas a casa.


Entre palada de cemento y paleta de argamasa estaba cuando estalló la Primera Guerra Mundial y se alistó. Seguro que nunca imaginó que una matanza internacional, salvaje y sin sentido pudiera cambiarle la vida… a mejor.


Y es que Bottechia combatió en el frente autro-italiano y lo hizo enrolado con los famosos ‘Bersaglieri’, un cuerpo de infantería que se desplazaba en bicicleta de contienda en contienda. Aún no lo sabía, pero en esos días, entre explosiones, balas esquivadas, barricadas y ráfagas de metralleta, estaba dando comienzo su mito. Pedaladas fugaces hacia la leyenda.


Terminada la guerra, Ottavio ya no se separó de la bicicleta. Era bueno, muy bueno dando pedales, y tenía talento.

 

Quizá fuera lo que vio en el campo de batalla, pero a su regreso Bottecchia multiplicó su ya de por si carácter reservado. Siempre había sido introvertido. Era misterioso, tanto como lo fue su muerte. Sobre lo que no cabía duda era sobre sus ideas. En plenos años 20 en Italia, Ottavio Bottecchia era antifascista y no dudaba en pregonarlo.
Con la bicicleta ya como herramienta de trabajo, Bottecchia corre el Tour de 1923 y finaliza segundo. Era su primera participación y se da cuenta que puede ganarlo. Esa misma temporada había concluido en quinta posición el Giro. No sospechaba que sería su primera y única participación en la ronda italiana.


Pero lo fue. Es lo que suele ocurrir si te declaras antifascista en el país que ha hecho suyo Mussolini, un fascista. Así que el fascismo italiano decidió vetar su participación en el Giro y quizá algo más. Bottecchia criticó a Mussolini en público y la inscripción en la carrera italiana quedó cerrada para siempre para él.


El repudio deportivo en su país no le hizo abandonar la bicicleta, todo lo contrario. En 1924 regresó al Tour de Francia y esta vez se plantó en la línea de salida con la única intención de ganarlo. Lo logró, y lo hizo sin concesión alguna a sus rivales. Ganó la primera etapa y ya no abandonó el liderato hasta proclamarse vencedor en París. La clasificación no engañaba, aventajaba en 35 minutos al segundo clasificado, el luxemburgués, Nicolás Frantz. Además, había ganado cuatro etapas.


Al año siguiento repite victoria en la ronda francesa y su dominio es aún más incontestable; ninguno de sus rivales es capaz de darle réplica en la carretera. Vence con una 54 minutos de diferencia sobre el belga, Lucien Bysse y vuelve a obtener el triunfo en cuatro etapas parciales. De aquel Tour se recuerda especialmente la etapa reina. Aquel día, Bottecchia realizó lo que en el argot deportivo se conoce como una exhibición.


Comenzó la etapa ya como líder de la carrera y tan sólo tenía que controlar a Franzt y Bysse, los demás corredores estaban demasiado lejos en la clasificación general. Pero no se conformó con vigilar al belga y al luxemburgués y decidió lucir el jersey amarillo por todas y cada una de las cumbres -hoy legendarias- por las que atravesaba la etapa. Así que atacó en las primeras estribaciones de la ascensión del Aubisque. En la cima aventajaba a sus perseguidores en 2 minutos y cuarenta segundos. Continuó su aventura individual y coronó el Torunalet; el retraso de sus rivales era ya de 10 minutos y 52 segundos. Ventaja que se elevó a 16 minutos al pasar el  col de Aspin y a 18 minutos y 30 segundos sobre la cima del Peyresourde. Al cruzar la meta de Luchon su ventaja fue de 27 minutos y 58 segundos. La carrera estaba sentenciada.


Apoyado en la fama y el prestigio que había alcanzado como ciclista, Bottecchia se asoció en 1926 con el fabricante de bicicletas Teodoro Carnielli y comenzaron a comercializar bicicletas bajo la marca ‘Bottecchia’.
El negocio prosperó convirtiéndose en una de las marcas más populares de bicicletas. Una marca que ha pervivido hasta hoy y que, por ejemplo, en 2006 vendió 50.000 bicicletas sólo en Europa.


Deportivamente, las cosas se truncaron en 1926. Un escenario apocalíptico de frío y agua torrencial durante varias etapas del Tour le obligan a retirarse en mal estado. Abandona, según cuentan las crónicas de la época, “llorando como un niño”.


En 3 de junio de 1927 encontraron su cuerpo junto al camino de entrada a un viñedo, cerca de la localidad de Peonis, donde vivía. Había salido a entrenar. Estaba preparando el Tour de ese año. No tomó la salida. Su muerte se convirtió en un misterio, que pasó sucesivamente por las sospechas de haber sido un accidente, un homicidio o un crimen político.


Y es que dos personas se  autoinculparon de la muerte de Bottecchia sin tener relación entre ellos. Por un lado, veinte años después del fallecimiento del ciclista, una agricultor –propietario de una viña próxima al lugar donde fue encontrado Bottecchia- confesó haberlo matado cuando le sorprendió comiéndose las uvas de su viña. Aseguraba que le había arrojado una piedra sólo para asustarle. En su relato el viticultor apuntaba que corrió hacia él al verlo caer y que entonces reconoció al “famoso ciclista”.


Años después, un inmigrante italiano que residía en Estados Unidos, tras ser detenido en una reyerta en la que resultó herido, confiesa también haber matado a Ottavio Bottecchia y a su hermano Umberto –atropellado misteriosamente por un coche unos meses antes- por encargo de un dirigente fascista.


La muerte de Botteccia se transformó entonces en un enigma… aunque, junio no es tiempo de uvas, ¿no?.../Javi Muro

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