5058

{DEPORTE / OTROS DEPORTES}

Maurice Garin, tipos con bigote para hacer del Tour leyenda

En 2013 se celebra la edición cien de la más prestigiosa carrera ciclista por etapas

Maurice Garin tenía un gran mostacho con las puntas apuntando hacia el infinito. Un bigote imperial con el que  quizá creía atemorizar a sus rivales cuando empezaba a dar pedales. El bigote –según épocas y sociedades- ha sido símbolo de hombría y virilidad, pero también es indicativo de clase, sabiduría o poder.  Cualidades que seguro acompañan a un ganador del Tour de Francia, aunque sea 1903 y estemos hablando de la primera edición de la carrera ciclista por etapas más dura del calendario. Unos mostachos que ante carreteras rugosas y sin asfalto parecían decir: "Somos tíos duros; tipos con bigote".


Garin como otros muchos jóvenes del Valle de Aosta –era italiano de nacimiento, aunque posteriormente se nacionalizó francés- se ganaba la vida como deshollinador. Cada día cruzaba la frontera para limpiar chimeneas, hornos y utensilios similares en hogares burgueses de  diferentes ciudades francesas.


Años después, ubicado ya en Lens junto a su padre cambió el hollín por el ladrillo. En los ratos libres que la obra le permitía disfrutaba leyendo las hazañas de los primeros ciclistas; velocipedistas les llamaban entonces. Entusiasmado con aquellos relatos, consiguió ahorrar lo suficiente para hacerse con una de aquellas máquinas mágicas sobre las que se fabricaban historias increíbles. Maurice Garin tenía veinte años y aún no era consciente de que aquellas máquinas también tienen la capacidad, de vez en cuando, de transformar a los hombres en leyendas.


Dos años después, el joven Garin –con poco más de 1,62 metros de altura y 60 kilos- ya era un ciclista de renombre. Había vencido en varias carreras de larga distancia, los ochocientos kilómetros de París y la Dinant-Namur-Dinat. Poco después ganó también las 24 horas de París, la París-Le Mans y había participado en la primera edición de la París-Roubaix, aunque la hoy clásica entre las clásicas no la ganó hasta el año siguiente. Repitió también victoria en la tercera edición.

 

Sus éxitos en el infierno del norte, como se conoce la decana de las clásicas ciclistas, provocaron tal expectación que para ver llegar a Garin al velódromo de Roubaix –donde se encuentra la meta- las gradas existentes no fueron aforo suficiente. Los aficionados y seguidores querían disfrutar de su segunda victoria consecutiva y se subieron al tejado de una casa aledaña, provocando su hundimiento y lo que pudo ser una tragedia.


En Roubaix había nacido una estrella; la del pequeño deshollinador, como le llamaban sus fans. Así que cuando Henri Desgranges propuso crear el Tour de Francia, Garin fue el primero en inscribirse. No podía defraudar a sus seguidores.

 

El primer Tour se celebró en 1903, entre el 1 y el 19 de junio. Fueron seis etapas y un recorrido total de 2.428 kilómetros. La organización corrió a cargo del diario francés L’Auto-Velo, predecesor de L’Équipe. Fue la primera gran carrera ciclista por etapas de la historia. Comparada con el Tour, La Vuelta o el Giro actuales contaba con un número muy reducido de etapas –ahora son 22 días de competición-, pero fueron mucho más largas. La distancia media fue de cuatrocientos kilómetros; hoy en día se sitúa entre los 170 y los 180. Además, los participantes no estaban obligados a tomar la salida en los seis parciales; eso sólo era requisito si se quería contar para la clasificación general.
Desgranges había diseñado una carrera distribuida en cinco semanas, en concreto del 1 de junio al 5 de julio, y con objetivo claro de promocionar la nueva cabecera del periódico. Inscribirse costaba veinte francos franceses. Las fechas y las condiciones atrajeron a muy pocos ciclistas. Cuentan que una semana antes del inicio de la carrera tan sólo se contaba con quince participantes. Así que el promotor decidió renegociar las fechas y la bolsa de premios, llegando hasta los 20.000 francos y redujo el coste de inscripción a la mitad, garantizando además cinco francos por día a los primeros cincuenta corredores de la clasificación. Al final el día 1 de julio se presentaron en la línea de salida 60 ciclistas de los 79 apuntados. Maurice Garin era el gran favorito para la victoria final.

 

La leyenda del Tour de Francia comenzó en Montgeron, al sur de París, justo delante del café Le Rével Matin, a las tres y cuarto de la tarde. Garin dominó la carrera desde el principio. Ganó la primera etapa sobre un recorrido de 471 kilómetros entre Montgeron y Lyon; lo hizo con veinticuatro segundos de ventaja sobre Emile Pagie, con quién había pedaleado hasta las ocho de la mañana, hora a la que aproximadamente cruzaron la meta.

 

En el segundo parcial de 374 kilómetros entre Lyon y Marsella, y el único considerado de montaña, la victoria fue para Hippolyte Aucouturier, que repitió también en la tercera etapa, entre Marselle y Touluse, con 423 kilómetros. Charles Laeser venció en Burdeos, tras 268 kilómetros y Maurice Garin, que había mantenido el liderato desde el primer día –entonces identificado con un brazalete verder-, se anotó las dos últimas etapas, las que finalizaron en Nantes y París -425 y 471 kilómetros respectivamente.


Garin ganó el primer Tour de la Historia con 29 años y un tiempo de 94 horas, 33 minutos y 14 segundos. Lucien Pothier ocupó el segundo escalón del podio a 2 horas, 59 minutos y 21 segundos. Tan sólo 21 ciclistas se ganaron el derecho a estar incluidos en la clasificación general al haber completado las seis etapas; el último de ellos ‘el lanterne rouge’ fue Arséne Milocheau a 64 horas de Garin.

 

Maurice Garin se propuso repetir victoria al año siguiente y de hecho, finalizada la carrera, era el ganador oficioso. Venció en la primera etapa del mismo modo que en la edición inaugural del Tour y se mantuvo líder durante las seis etapas. Llegó a París con una ventaja de seis minutos y veintiocho segundos sobre Lucien Pothier. Pero los jueces le había pillado haciendo trampas; a él y a otros nueve corredores, entre ellos los cuatro primeros de la clasificación. Se habían valido de coches y trenes para completar el recorrido.
Así, en 1904 el vencedor final fue Herin Cornet, que inicialmente ocupaba el quinto lugar en la tabla general. Tal era la popularidad de Garin, que los comisarios encargados de la clasificación decidieron esperar cuatro meses  para hacerla efectiva con el objetivo de evitar un motín en la línea de meta de París. A la descalificación del pequeño deshollinador se sumó una suspensión de dos años, que puso fin a su carrera.

 

Maurice dejó la bicicleta y abrió un garaje en la ciudad de Lens hasta donde había llegado con su padre desde el italiano valle de Aosta. En 1953, el Tour le invitó a dar la salida con motivo del cincuenta aniversario de la carrera. A través de sus palabras describió un ciclismo incipiente, totalmente diferente al que se practicaba a mediados del siglo XX. “Queridos amigos –dijo- jamás comprenderéis las dificultades que tuvimos que afrontar con nuestras rudimentarias máquinas, sobre carreteras imposibles. Aquellas carreteras eran más hostiles que nuestros rivales y, sin embargo, que bellos recuerdos tengo de aquellos días. El recuerdo de una gloria jamás empañada, de una vida que no hubiera alcanzado sin la bicicleta y, sobre todo, de una promoción social inesperada”.


Tras concluir una carrera en 1902, Garin había declarado a un periodista que se consideraba “antes que campeón un hombre del pueblo; no sabía que estas dos nociones se harían consustanciales en el ciclismo”. Hablaba, sin ser consciente de que se refería también a los mitos futuros, que sus palabras describían las leyendas y los héroes que se iban a forjar a lo largo de 99 ediciones del Tour de Francia. Este año –ahora-, en las carreteras francesas se disputa la edición cien –diez tuvieron que ser suspendidas debido a las grandes guerras- y hubiera sido un extraordinario homenaje a aquel primer Tour y a Maurice Garin que Contador, Froome, Purito Rodríguez, Andy Schleck, Alejandro Valverde, Peter Sagan, Jurgen Van den Broeck , Cadel Evans, Pierre Roland, Philippe Gilbert, Tejay van Garderen, Thibaut Pinot, Bauke Mollema, Cavendish o Ryder Hesjedal -las estrellas y favoritos actuales- se hubieran dejado un mostacho apuntando a París, al estilo del ganador en 1903. Tíos duros; tipos con bigote./Javi Muro

GALER�A

  • iamgen peque�a 0
  • iamgen peque�a 1
  • iamgen peque�a 2
  • iamgen peque�a 3

Suscripción a la Newsletter Enviar