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De Sallanches 1980 a Innsbruck 2018, en busca del Mundial de Ciclismo más duro de la Historia
El domingo 29 de septiembre se disputa la prueba en ruta para profesionales
Vestir el maillot arco iris a lo largo de toda una temporada es un honor reservado a unos pocos privilegiados. La distinción se obtiene en una carrera infinita en kilómetros -la del próximo domingo en Innbruck presenta un recorrido de 265-, que suele disputarse por eliminación y en la que los ciclistas más rápidos con capacidad para superar las ligeras cotas diseminadas en el trazado del circuito suelen ser los favoritos. Los vaticinios en este caso suelen cumplirse. Este año, con toda probabilidad no será así. En la edición 2018 del Mundial de Ciclismo, el diseñador del recorrido ha desperdigado algo más que ‘ligeras cotas’. El Igls, que los corredores deberán superar en seis ocasiones entre el kilómetro 85 y el 240 presenta una pendiente media del diez por ciento y en la última vuelta al circuito -de 24 kilómetros- se sitúa a menos de 15 kilómetros de meta el ‘repecho’ conocido como Gramartboden Hugerburg, que presenta rampas del 15, 20, e incluso, 28 por ciento. Hay quien dice que para cuando se llegue a ese punto la carrera puede estar ya decidida. Tal es la dureza de la prueba, para muchos puede ser la carrera más dura de la Historia de los Mundiales de Ciclismo, distinción que hasta la fecha atesoraba la carrera de 1980 en Sallanches (Francia), con permiso de la disputada en Duitama (Colombia) en 1995, en la que España hizo doblete con Olano e Indurain. En Sallanches venció Hinault.
Sallanches, 1980
Hubo un tiempo –créanlo fue así- en que ni siquiera en el fútbol el dinero era lo más importante. Era 1980, la Liga la ganó la Real Sociedad y las alineaciones de los equipos eran más importantes que los peinados de los jugadores. Ningún entrenador se quejaba del calor ‘insoportable’ con el que habían tenido que jugar al fútbol; menos aún si tan sólo unas semanas antes un grupo de ciclistas había disputado la primera semana de la Vuelta por las carreteras de Murcia y Almería, en horario de tres a seis de la tarde. Pleno Agosto. También en agosto, pero en 1980, se disputó el que aseguran ha sido hasta la fecha el Mundial de Ciclismo más duro de la Historia. Nada que ver con el celebrado hace dos años en Qatar, donde la rampa de mayor pendiente fue un paso de peatones elevado, situado a cinco kilómetros de la llegada. Lo cierto es que etonces nadie relacionaba Qatar con el deporte –lo cierto es que hoy en día tampoco- pero 36 años después las desérticas autovías de la monarquía absoluta del Golfo Pérsico acogieron el Campeonato del Mundo de Ciclismo hipnotizados sus organizadores por la sugestión de los petrodólares. Si Bernard Hinault –ganador de aquel Mundial de 1980- continuara dando pedales sobre su bicicleta hubiera entrado en cólera ante un recorrido que no presentaba ni un maldito repecho en la que probar las fuerzas de sus rivales.
Los teléfonos rojos de la guerra fría sonaban insistentes en 1980. Carter anunció el boicot de los Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú, Ronald Reagan le sustituía en el despacho oval meses después sin que, a priori, existiera relación aparente entre un suceso y el otro. Mientras en Canadá, tal y como sucede ahora, gobernaba Trudeau (padre, en este caso) y en Quebec los independentistas perdían el referéndum de autodeterminación. Dicen que ese año Ted Turner creó la CNN y se emitió el último capítulo de la Pantera Rosa. Tampoco una cosa debió ser consecuencia de la otra. Aquel año falleció Félix Rodríguez de la Fuente y fueron asesinados Lennon y monseñor Romero. Irán invadió Irak y en España se fecha en 1980 el inicio de la Movida. Bob Dylan, ahora ya Premio Nobel de Literatura, ocupaba el número uno de los 40 con ‘Man gave name to all The animals’. En la lista estaba acompañado por Camilo Sexto, Los Pecos, Leif Garret, Triana, Tequila, Víctor y Ana, Village People, Kiss y los Stones. En la gran pantalla era el momento de ‘El imperio contraataca’, ‘El resplandor’, ‘Toro Salvaje’ o ‘Gente corriente’, mientras se leía ‘El nombre de la rosa’, ‘Música para camaleones’ o ‘El clan del oso cavernario’. La Vuelta a España la ganó Faustino Rupérez, en el Giro la victoria fue para Bernard Hinault, que lesionado no pudo concluir el Tour. El holandés Zoetemelk ocupó el puesto que parecía reservado para el caimán en lo alto del podio los Campos Elíseos.
Concluía la temporada ciclista y llegaba la hora del Mundial. Aquel año se disputaba en Francia, en Sallanches, una pequeña población ubicada en la región del Ródano-Alpes, en el corazón de la Alta Saboya francesa. Hoy en día cuenta con una población de algo más de quince mil habitantes, que seguro eran algunos menos cuando en 1980 desembarcó en la villa el pelotón ciclista profesional para disputar los Campeonatos del Mundo en Ruta. Los directores técnicos de cada selección nacional participante inspeccionaron previamente el recorrido y coincidieron en el diagnóstico. El circuito podía catalogarse de etapa extremadamente exigente al contemplar veinte ascensiones a la cota de Domency, de tan sólo 2,5 kilómetros, pero que presentaba -y presenta- un desnivel medio del 9,4 por ciento que una vez superada continúa ascendiendo, con algunos descensos intercalados, hasta alcanzar los 1.219 metros de altitud.
El trazado no ofrecía zonas de descanso. La previsión de los expertos coincidía: no se esperaba tregua alguna desde el inicio. Tampoco espacio para recuperación. Así fue. Ciento siete corredores tomaron la salida con el objetivo de colgarse una medalla tras superar los 268 kilómetros que marcaba la hoja de ruta. Las apuestas señalaban a Hinault, por supuesto, herido en su orgullo tras tener que abandonar el Tour, al italiano Baronchelli, al escocés Robert Millar e incluso a Vlaemick –el mítico ciclista belga apodado ‘El gitano’ o ‘Monsieur París-Roubaix’, prueba que ganó en cuatro ocasiones en los años setenta.
En el mismo instante en que el director de la carrera dio la salida Bernard Hinault lanzó el primero de sus ataques. Con el Caimán saltó del grupo De Muynck. Los equipos rivales tenían claro que la escapada del corredor francés, por mucho que parecería un suicidio ante el recorrido que restaba hasta meta, no podía consentirse. Mantenían las fuerzas intactas aún y dieron caza a los dos fugados rápidamente. Fue entonces cuando intentaron la aventura el danés Andersen, el suizo Schmutz y el francés Martínez, que alcanzaron una ventaja de cinco minutos respecto a un grupo cada vez más diezmado. Y es que Hinault marchaba en cabeza del pelotón generando una selección natural de supervivientes a base de fuertes cambios de ritmo. Aquel 31 de agosto, el Caimán estaba disfrutando, corría como más le gustaba, marcando el compás. Era él y sólo él quien dirigía la sinfonía de la carrera.
En el kilómetro 160 los tres escapados fueron cazados y, al mismo tiempo, comenzaron los ataques más duros de Bernard Hinault. Latigazo tras latigazo fue reduciendo el número de corredores capaces de seguirle. A falta de doce vueltas para la conclusión de la prueba, cuenta la crónica de agencias de El País, la carrera ya estaba seleccionada, tan sólo siete corredores formaban el pelotón delantero. El grupo de los favoritos se desgranaba poco a poco en cuanto los tubulares tocaban las estribaciones de la cota de Domency. Cuando restaban tres vueltas tan sólo para el final el italiano Baronchelli aún aguantaba junto a Hinualt. Baronchelli siempre se había mantenido detrás del francés, en ningún momento osó darle un relevo. Cuentan que Hinault se acercó al coche del seleccionador italiano para sugerirle que colaboraran en la escapada y así asegurar las medallas y éste le explicó que su corredor apenas si podía seguir su ritmo de pedaleo. Aun así, Baronchelli resistió hasta la última ascensión a Domency. Allí, de pie, bailando sobre su bicicleta, Hinault atacó con un demarraje violento al que el italiano no pudo responder. En el alto, tras superar aquellas rampas que tendían al 10 por cierto, el Caimán aventajaba en 26 segundos a su inmediato perseguidor y descendía en solitario hacia la meta de Sallanches. Había asestado el ataque definitivo y era campeón de Mundo. Baronchelli logró colgarse la medalla de plata y el bronce fue para el español Juan Fernández, que ganó a sus rivales en el sprint por el tercer puesto.
Aquella carrera de 1980 tan sólo la finalizaron quince corredores de los 107 que tomaron la salida. Hoy se recuerda como el campeonato del Mundo más duro de la Historia por la ambición de los corredores, por supuesto, pero también por un trazado que invitaba a la batalla. El domingo, en Innsbruck serán 265 kilómetros y siete ascensiones al Igls, después de haber subido el Gnadenwald -en el tramo previo al circuito de 24 kilómetros- y antes del terrorífico repecho final. El recorrido ya está servido. Ahora es el turno de los ciclistas ofrecer un extraordinario espectáculo. En la memoria el primer campeón del Mundo en 1921, el sueco Gunnar Skoeld, cuando la prueba aún tenía categoría de aficionados; el primer campeón profesional, Alfredo Binda, en 1927; el ganador de las últimas tres ediciones, Peter Sagan; o los únicos cinco ciclistas que han logrado vestirse de arco iris en tres ocasiones: Binda, Van Steenbergen, Eddy Merckx, Óscar Freire y Peter Sagan./Javi Muro
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