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{DEPORTE / OTROS DEPORTES}

'De niño, recuerdo haber roto muchas botas de monte, pero ningún balón'

Alfredo García es alpinista y ha vivido de cerca una de las mayores tragedias del montañismo español

Alfredo García es alpinista. La afición le viene de familia, de unos padres que siempre han practicado diferentes disciplinas relacionadas en la montaña. Alfredo probó también diversos deportes montañeros hasta que hasta con 21 años ascendió el Elbrus –el techo de Europa- y comprendió que el alpinismo era realmente lo que le llenaba. La semana pasada vivió de cerca una de las mayores tragedias del montañismo español. Xevi Gómez, Abel Alonso y Álvaro Paredes perdieron la vida en el Gasherbrum I, tras hacer cima y sorprenderles un brusco cambio climatológico. Alfredo y otro compañero decidieron darse la vuelta a ochenta metros de la cumbre. El montañero riojano pasó cuatro días sólo en el Campo 3 a la espera de que se abriera una ventana de buen tiempo para intentar el descenso. Alfredo García no lo duda, volvería al Gasherbrum I, al tiempo que asegura que la montaña, la naturaleza es una extraordinaria escuela en la que se aprende constantemente. En su currículo montañero aparecen ya, además del Elbrus, el Lenin (7.134 m.), el Gasherbrum II (8.035 m.), el Cho-Oyu (8.201 m.), el Broadpeak (8.047 m.) y el Everest (8.848 m.)/Javi Muro



SPOONFUL.- ¿Qué tal estás?

Bien, ya mejor.


S.- ¿Por qué subir tan alto y por caminos tan complicados?

¿Y por qué no? –se sonríe- … el deporte del montañismo engloba diferentes disciplinas y una es el alpinismo de altitud; es un deporte más y a mí, concretamente, es lo que me gusta y lo que apasiona. Es donde me encuentro cómodo.


S.- ¿Siempre te ha llamado la montaña, desde crío?

Sí, siempre. Nací en una familia montañera. Mis padres siempre han practicado diversas disciplinas deportivas de montaña y de siempre a mí es lo que me ha gustado. De pequeño siempre recuerdo haber roto muchas botas y tener mochilas, pero balones no recuerdo ninguno porque no me gustaba. Va siendo una evolución…  practico muchas disciplinas dentro de la montaña y es en el alpinismo donde me encuentro más cómodo, en este tipo de montañas. En mi carrera deportiva –por decirlo de alguna manera- hay un punto de inflexión que es el Elbrus –el techo de Europa-, que lo subí con veintiún años. Hasta ese momento estaba más centrado en la escalada, pero a partir de esa experiencia es cuando me decanto por centrarme en el alpinismo. Es, como decía una evolución, primero vas a un 5.000, después vas a montañas más altas y, de repente, con 24 años me vi en una expedición a un 8.000 –el Gasherbrum II-  y así, poco a poco, fueron saliendo otros proyectos.


S.- ¿Compartes la idea de que la montaña, la naturaleza en general, es un extraordinaria escuela?

Sí, sí, totalmente de acuerdo. Además, es una escuela permanente, en la que estás aprendiendo contantemente. Y no sólo en las montañas de las que hablábamos, en las que el aprendizaje puede ser más complejo y duro ya que se trata de países como Pakistán con situaciones difíciles y se trata de montañas remotas, también se aprende en las montañas que tenemos a una hora de casa. Es un aprendizaje constante y todos los días se aprenden cosas. Aprendes a hacer las cosas bien y, por supuesto, se aprende de los errores.


S.- ¿Es quizá también una escuela de valores?

En este tipo de montañas ves lo mejor y lo peor de las personas. Por ejemplo, en la situación complicada que pasé en el Gasherbrum I hace unas semanas ves lo mejor de las personas, que un montañero, al que había conocido hace tan sólo un mes en el campo base, suba altruistamente a echar una mano poniendo en riesgo su físico... También se ven en la montaña cosas y situaciones que las puedes contemplar en la sociedad actual del día a día… al final, los campos base son como pequeños pueblos y se ve también el reflejo de la sociedad. Puedes ver los dos extremos.
S.- ¿Cuándo estás en la montaña en plena escalada y te llega el recuerdo de la sociedad, de la 'civilización' no te invade la idea de que esa sociedad es un tanto absurda?

Sí, por supuesto. Una de las cosas por las que me gusta este deporte es porque la vida es muy sencilla, no quiere decir que no sea dura… tienes que tener un sitio para dormir, algo para comer y poco más, con eso vives. No tienes más preocupaciones. Te levantas con el sol y te acuestas cuando oscurece. Allí la vida es muy sencilla y muy dura. Te das cuenta de que hay muchas cosas a las que aquí les damos importancia que realmente no la tienen. Por desgracia, cuando regresamos, cuando volvemos aquí, eso se nos pasa y volvemos a la rutina y a estar metidos en la misma historia que todo el mundo.


S.- ¿Es ver una montaña y pensar en subirla?

Hombre, sí. Hay montañas y montañas; hay muchas montañas y todas tienen su encanto, pero hay que ser consciente de muchas cosas antes de emprender una expedición… la parte técnica, la parte económica, la parte logística. Tienen que ser proyectos planteados a largo plazo. Por ejemplo, la expedición al Gasherbrum I han sido alrededor de cincuenta días. Cuando haces el acercamiento, que pueden ser cien kilómetros de trecking, ves montañas increíbles, algunas míticas. Te gustaría subirlas todas, pero es imposible.


S.- ¿Es posible tomar la montaña como profesión?

Es muy complicado. Hay muy poca gente que se pueda dedicar exclusivamente a la montaña, es muy complicado.


S.- “No conquistamos la montañas, sino a nosotros mismos. Las montañas no se conquistan te dejan estar ahí”. Los dijo Edmund Hillary…

Hay términos  que se emplean periodísticamente, por ejemplo lo de ‘conquistar’… yo no conquisto nada. Las líneas están marcadas hace tiempo y yo no conquisto nada, simplemente subo a un lugar sobre el que he estado mucho tiempo pensado y lo he estudiado y lo he trabajado para poder llegar a ese momento que es la ascensión. A mí me gusta prepararme y saber a dónde voy. Me gusta saber a dónde voy y qué me voy a encontrar.
S.- ¿Las montañas intimidan o inspiran?

Las montañas son rocas y hielo… ni me intimidan ni me inspiran, cuando una montaña me interesa puede ser bien por estética, o por la ruta que sigue… son cuestiones de motivación. Todas las montañas tienen algo y hay que buscárselo, siempre hay algo en una montaña que re resulta especial. Del Gasherbrum I a mí lo que me llamaba mucho, además de que estéticamente es muy bonito, era la ruta, una ruta compleja que plantea las mayores dificultades en la parte alta de la montaña. También, que no nos íbamos a encontrar a demasiada gente. Son alicientes y cada uno busca los suyos.


S.- ¿Qué valor tiene la experiencia en la montaña en comparación, por ejemplo, a la técnica?

Al final el alpinismo es una mezcla de todo, unas cosas las tienes que suplir con otras. Hay muy poca gente –alguno hay- que sea perfecto en todo. Hay muchos factores que intervienen… es la técnica, el físico, la capacidad de aclimatación… muchas cosas que tienen que conjugarse todas para llevar a buen puerto la expedición. No adelantas nada si eres una persona técnica pero no estás en buena condición física y tampoco al revés, de nada sirve estar muy fuerte y carecer de técnica. Al final es una mezcla de todo; hay que ser un poco polivalentes.


S.- ¿Qué opinión te merece esa, por llamarle de alguna manera ‘competición’ por completar los ochomiles y ser el primer en hacerlo y ese tipo de retos?

Al final, en este deporte esas cosas cuestan un poco entenderlas; subimos a una montaña porque queremos. Al final esas competiciones, a veces, se establecen desde fuera. Yo subos montañas porque me gusta, no porque exista una competición. Ahora hay competiciones de esquí, de escalada, de carreras a pie por montaña, pero este es un deporte en el que no tenemos árbitro y en el que el terreno de juego es la naturaleza, y no hay reglas, más allá de las de seguridad o de respeto a la naturaleza. Las reglas nos las tenemos que poner nosotros mismos. No tiene más mérito una persona que sube a un ochomil que la que se está preparando todo una año para subir al Aneto. Las metas nos las ponemos nosotros y cada uno tenemos nuestro motivos y motivaciones para subir montañas y eso es lo que vale.


S.- ¿Qué sientes cuando haces cima?

Es un sentimiento contradictorio. Es contradictorio porque claro, es la culminación de un trabajo después de muchos meses de preparación, entrenamiento, búsqueda de patrocinadores, días de buenas noticias y otros en lo que nada avanza y te dices que no sabes para que estás haciendo esto… pero..., siempre hay que pensar que la cumbre está abajo. Te alegras, pero no lo puedes disfrutar como debieras. El momento mejor después de hacer cumbre es llegar al campo base, entonces dices… ahora sí que tengo la cima. No recuerdo quien decía: “La cumbre es la mitad del camino”. Hay que tener eso siempre presente.


S.- Hilando por ahí… ¿la bajada es siempre la parte más complicada?

Sí, porque aunque eres consciente de que todavía te queda bajar ya llevas muchas horas de actividad, estás cansado, y, a pesar de que lo sabes y eres consciente, tendemos a relajarnos un poco. De hecho, en este tipo de montañas es donde más accidentes se producen.
S.- y bajas, imagino, con la euforia de haber hecho cima, ¿no?

Claro, claro, ese es el tema. Y aunque lo sabes…


S.- ¿Qué pasó en el Gasherbrum?

Iniciamos el ataque a la cumbre el 21 de julio. Hicimos dos grupos por tema de ritmos. Yo salí con David López y los otros tres salieron un poquito más tarde. Fuimos  subiendo y en un momento determinado, a pesar de que podíamos haber llegado a cumbre en el horario que teníamos previsto, decidimos darnos la vuelta. ¿Por qué? Porque calculamos que entre lo que nos costaba llegar a cumbre, estar en la cima, y descender la zona complicada –situada en la zona alta de la montaña- iba a pasar demasiado tiempo. Esa zona complicada es muy técnica y había que destrepar, no había cuerdas para rapelar. Nos preocupaba tener que destrepar ese tramo de noche. Por eso decidimos dar la vuelta. Los otros compañeros que venían un poco más atrás decidieron continuar un poco más. No dijeron que fueran a intentar hacer cumbre, pero tiraron un poco más hacia arriba. Y bueno, llegaron a la cumbre, y después el tiempo cambió bruscamente con el resultado que conocemos…


S.- Intuisteis que el riesgo se había incrementado, ¿no?

… sí,… siempre hay que poner un horario límite para llegar a la cumbre. Si no cumples ese horario debes retirarte. Lo que sucedió es que aunque íbamos a cumplir ese horario nos daba miedo la bajada porque había un tramo muy técnico. Tienes un horario, pero es flexible. Puedes alargarlo o recortarlo y nosotros decidimos darnos la vuelta para asegurarnos esa bajada, ya que un tropezón en el tramo técnico supone una caída de varios cientos de metros.


S.- La bajada tampoco os resultó sencilla, ¿no?

No, no, no fue fácil. David López bajaba más rápido porque yo ya tenía los pies con congelaciones y me provocaban dolor. Tenía que realizar paradas a descansar los pies. Seguí unas huellas creyendo que me llevaban al Campo 3 y no era así, me di cuenta del error y como se estaba haciendo de noche, antes de que oscureciera del todo busque un sitio donde vivaquear y pasar la noche. Una vez que salió la luna llena, sobre la una y media recogí todo y para las dos estaba en marcha. Me costó encontrar el Campo 3 porque mientras bajaba se torció el tiempo del todo, una ventisca muy fuerte, y a penas veía a cinco o diez metros. Llamé a España para que me mandaran las coordenadas del Campo 3 y una vez allí... a esperar y aguantar.


S.- ¿Cómo se pasan los días, las horas en el Campo 3? ¿Tiene que ser complicado mentalmente?

No lo recuerdo así. Era consciente de que había que bajar y había que hacerlo en las mejores condiciones posibles. En esos sitios o bajas tu o… te pueden echar una mano, pero o bajas tu… de ahí no te bajan. Entonces mi preocupación era estar en las mejores condiciones posibles. Sabía que tenía las congelaciones y las empecé a tratar en la medida de lo posible, porque allí arriba tampoco puedes hacer mucha historia. Mi otra preocupación era comer e hidratarme para que en el momento en que se abriera una ventana de buen tiempo y hubiera una posibilidad de bajar pudiera aprovecharla.
S.- Imagino que durante ese tiempo en el Campo 3 tienes que pensar mucho… ¿te replanteas el sentido de este tipo de aventuras?

No, no, para nada. Siempre vas preparada para que alguno, incluso tu mismo, no vuelva. Cuando te montas en el avión sabes que igual coges la ida pero no el de vuelta. Tu o uno de tus compañeros. Lo que pasa es que esta vez han sido tres. Alguna otra vez ha sucedido en el alpinismo español que murieran tres montañeros y una sólo vez cuatro… con lo cual es una de las grandes tragedias del alpinismo español.


S.- ¿Volverías?

Sí, en eso no tengo problema. Ya lo conozco, la parte más difícil de la ruta la he hecho. Me quedan esos últimos 80 o 100 metros y si en otro momento surge la oportunidad de ir pues iría. ¿Qué hay otras muchas montañas que me apetece subir? Pues sí, pero si surge la posibilidad de volver volvería, no el año que viene, porque no hay que repetir tan de seguido, pero volvería.


S.- La nadadora Mireia Belmonte dijo hace unas semanas algo así como: “en este país es más importante el color de pelo de Sergio Ramos que los record del mundo de natación que había conseguido”… es algo aplicable a vuestro deporte… Parece que sólo hay fútbol, aunque se trata de cotilleos sobre fichajes… y a la montaña sólo se le hace caso si ocurre una tragedia…

Lo comparto. En este país parece que sólo existe un deporte y los demás son deportes de segunda o de tercera. Hay deportes en los que se mueven cantidades exageradas de dinero y otros, que no voy a entrar si tienen más o menos mérito, pero que requieren un esfuerzo y no son visibles. Aquí lo que manda es el fútbol. Nosotros hacemos montaña porque nos gusta, y mientras podamos seguir haciéndola…

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