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{DEPORTE / FúTBOL}

'Si hubiera nacido feo no habríais oído hablar de Pelé'

Cuando uno está convencido de su talento no encuentra problema alguno en asegurar, por ejemplo, que de haber nacido feo nadie habría oído hablar de Pelé. Hay que estar muy seguro de uno mismo, de tu talento y de que caes bien, que resultas simpático, atractivo y fascinante, a pesar de que camines la mayor parte de tu vida por el lado oscuro e incluso, un poco más allá. Ah!!!... y además tienes que jugar muy bien al fútbol. No vale con ser brillante, tienes que ser diferente.


El pasado miércoles, George Best hubiera cumplido 67 años. Seguro que hubiera sido una celebración por todo lo alto –no era el irlandés amigo de decir no a una fiesta-, pero cuando ya han pasado ocho años desde su fallecimiento, la clave aparece al comprender que quizá al extraordinario futbolista irlandés no le interesaba tanto acumular años como disfrutarlos intensamente. Y así lo hizo.


A los once años George fue premiado por sus méritos académicos y casi un instante después ya jugaba al rugby y mostraba cierta tendencia a evitar las clases. Casualidades de la vida, los constantes conflictos entre católicos y protestantes que protagonizaban el día a día del país llevaron al joven George a cambiar la geometría del balón y dedicarse a la práctica del fútbol. Sólo eran unos apuntes sobre el dibujo definitivo, pero aquellos juegos con la pelota redonda ya esbozaban al futuro mito. Porque en eso se convertiría, en una leyenda del fútbol británico. Un tipo especial con el balón en los pies y también fuera del terreno de juego. Quizá el más ingenioso futbolista ante un micrófono que jamás haya sido entrevistado. Lo cual, pensándolo un poco, tampoco resulta un reto imposible, al menos hoy en día.


La historia da un salto y sitúa a Best ya en el Manchester United. Era el año 1963 y los diablos rojos no habían dejado escapar la oportunidad de contratar al joven y prometedor extremo irlandés. Tan sólo dos temporadas después, junto a Bobby Charlon, Denis Law y David Herd y dirigido por Matt Busby, George obtendría su primer título en la Liga Inglesa. Éxito que repetiría en 1967 y al que añadiría la Copa Inglesa y, sobre todo, la Copa de Europa de 1968. Fue aquella final en la que el United se impuso al Benfica y que propició el inicio de la maldición Guttmann para los portugueses.


Pero lo cierto es que hay futbolistas –deportistas en general- que son relevantes más allá de los títulos que acumulan. Personas que llegan a los aficionados y a las crónicas por su forma de entender su deporte e incluso la vida; por cómo se mueven por el campo o por la forma característica con la que golpean el balón. Por su estilo, George Best era uno de estos genios. Tal y como relatan crónicas y críticas, Best era especial, como lo eran Pantani, El Chava Jiménez o Fran Vanderbroucke, genios también –en este caso de la bicicleta- capaces de llevar su talento al límite de la autodestrucción.

El mismo año que conquistó la Copa de Europa con el Manchester, Best fue reconocido con el Balón de Oro, galardón que premia al mejor jugador de Europa. En 1971, sólo Johan Cruyff y Sandro Mazzola estuvieron por delante de él en la valoración. Entre sus logros destaca también la hazaña de haber marcado seis goles en un solo partido. Su víctima fue el Northampton. Es la época en que habla de fútbol con pasión. “Si perdía la pelota –decía- era un insulto personal, la quería recuperar. Me fastidiaba mucho que me la quitaran, porque era mi pelota”. Hasta tal punto llevo a la práctica ésta idea que fue capaz de arrebatarle el balón a un compañero durante el transcurso de un partido. Un tipo especial.
Best era un extremo electrizante sobre el terreno de juego, increíblemente hábil en la conducción del balón, poseedor de un magnífico disparo a puerta y extraordinariamente creativo. Fuera del estadio sus devaneos con el alcohol y las drogas y sus diversos romances con las más bellas mujeres del momento complicaron su vida deportiva. “Mucha gente va diciendo por ahí –explicaba- que me he acostado con siete miss mundo, pero sólo han sido tres” y en ocasiones ironizaba sobre su problema con el alcohol. “He dejado de beber –anunciaba-, pero sólo cuando duermo”. Una ironía que bañaba de su peculiar chispa cuando señalaba que en 1969, había dejado las mujeres y el alcohol, “fueron los peores veinte minutos de mi vida”.


Aún así, nunca dejó de ser considerado un genio, un futbolista especial, capaz de poner en pie a los espectadores, que reconocían y aceptaban al simpático canalla, al bont vivant que hacía equilibrios entre copas y balones.

Best nunca escondió sus problemas con el alcohol –adicción que acabaría con él en 2005- y así quedó reflejado algunas de sus sensaciones. “Cada vez que entro en un sitio –se defendía siempre desde la ironía- hay setenta personas que quieren invitarme a beber, y yo no sé decir que no”. Ya haciendo balance de su carrera y de sus adicciones, Best recordaba que “nunca salía de casa por la mañana con la intención de emborracharme, sólo sucedía”.
El miércoles George Best hubiera cumplido años, pero soplar velas quizá no encajaba en la filosofía de una persona que nunca aminoró la intensidad con la vivió. “Me gasté la mayor parte de mi fortuna en mujeres, alcohol y coches deportivos; el resto la malgasté”. Del alguna manera, parecía satisfecho.


Best fue un futbolista diferente y una persona carismática que supo ganarse la simpatía de los aficionados. El trayecto del féretro el día de su entierro fue seguido por más de cien mil personas y al velatorio acudieron 25.000, un acto que fue retransmitido en directo por la BBC, UTV, RTE, ITV News, BBC News 24, SKY News, SKY Sports, Euronews; MUTV. Al poco tiempo, el aeropuerto de Belfast fue renombrado como ‘George Best City Airport’.


Así, que quizá, si sólo hubiera sido un extraordinario jugador de fútbol, feo, poco atractivo,  nada fascinante, y negado de carisma, hoy nadie hablaría de Pelé./Javi Muro

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