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{DEPORTE / BALONCESTO}

Baseline Move, Dr J copyright

Hoy es el cumpleaños del Dr J; aunque lo cierto es que a algunas personas es preciso felicitarles, si no todos los días, sí cada cierto tiempo. O quizá valga tan sólo con felicitarse a uno mismo por haber podido observar –aunque sea en resúmenes y reportajes a posteriori- como hacían aquello en lo que eran muy buenos; en lo que eran especiales.


A Julius Winfield Erving lo apodaron Dr J ya desde la universidad de Massachusett, cuando comenzó a anotar canastas sin despeinarse. Entonces promediaba 26,3 puntos por partido y 20 rebotes y por su cabeza ya transitaba la idea de ser recordado por algo excepcional.


Sus extraordinarias estadísticas sorprenden menos si tu primer apellido viene a significar algo así como ‘campo conquistado’ o ‘ganar terreno’, pero lo que ya va más allá de profecías patronímicas es el deseo de acompañar cada canasta, cada punto anotado, de una estética personal. El estilo era la esencia del juego de Erving y quizá también su obsesión por sorprender siendo original.


Cuando todo el mundo habla del cincuenta cumpleaños de Jordan pocos se acuerdan de que antes fue el Dr J. No son comparales, por supuesto. Quizá, tan sólo, en su capacidad de permanecer suspendidos en el aire y ejercer de resorte para que el público se pusiera en pie.


Erving nació en Roosevelt y eso sin duda ayuda en la tarea de transformarse en un objeto volante no identificado y leyenda al mismo tiempo. Alero de dos metros de altura se convirtió en una estrella del baloncesto en aquellos años en los que aún coexistían dos ligas profesionales en Estados Unidos. Y es que el Dr J comenzó su carrera pro en la ABA, en concreto en los Virginia Squires, y pronto se ganó reputación de excelente anotador y espectacular finalizador de las jugadas de su equipo. Sus mates eran acompañados desde la grada al grito de “tomahawck”. Era 1971 y el joven debutante se marcó una media de 27,3 puntos por partido.


Al año siguiente fue declarado elegible por la NBA, pero problemas contractuales frustraron el traspaso a los Milwaukee Bucks, donde hubiera coincidido con Oscar Robertson y un tal Kareem Abdul Jabbar. El caso es que continuó una temporada más en los Squires. Al final del curso los problemas económicos del equipo de Virginia obligaron a traspasar a Erving con destino a los Nets de New York, entonces en la ABA.

 

En su primera temporada en la ciudad de los rascacielos y se convirtió en el máximo anotador de la competición. Todo marcha bien salvo que la Liga se encontraba de capa caída con varios equipos desaparecidos y otros tantos en la bancarrota. Alguien tuvo una idea brillante de organizar el primer concurso de mates en 1976, que revivió el interés por el baloncesto. Erving fue el primero en reinar como mejor matador. Se acercaba a su sueño de ser algo más que un fantástico jugador de baloncesto. Una NBA relanzada y ampliada iniciaba una nueva andadura y los NETS conseguían una de las plazas para disputar la competición. Erving estaba donde siempre había deseado y su forma de resolver cada jugada tenía adjetivos como sugestiva o fascinante como réplica en las crónicas.
A finales de 1977, Erving no llega a un acuerdo de renovación con su equipo y es traspasado a los Philaladelphia 76ers. Desde el instante en que lanzó su primer tiro se convirtió en el líder de la franquicia. La espectacularidad y la plasticidad de su juego le convirtieron en el primer jugador de baloncesto en ser contratado como reclamo publicitario. Llegó a hacer cine y lució uno de los primeros pares de zapatillas personalizadas. Además, tuvo el honor junto a Larry Bird de protagonizar uno de los videojuegos one-on-one pioneros sobre baloncesto. Erving sospechaba que cada vez estaba más cerca de ejecutar esa jugada única e insólita que dejaría su imagen fija en el vademécum de la historia de baloncesto.


Mientras ese instante llegaba, los 76ers no tenían problemas para clasificarse para las series finales pero el título de la NBA se les escapaba año tras año. Todo cambió con el fichaje de Moses Malone –otro mito del baloncesto. Con el apoyo del pivot y la anotación de Erving, el equipo de Philadelphia dominó la competición 82-83 de principio a fin; no tuvieron rival.


Pero títulos a parte, la jugada con la que siempre había soñado el Dr J había llegado un par de años antes, también en las series finales de la competición. Los 76ers se enfrentaban a los Lakers y perdieron, pero esa circunstancia ha quedado reducida a anécdota en las páginas que recogen el compendio de lo sucedido en la NBA. Erving tenía el balón en sus manos y decidió que había llegado el momento de transformarse -como si de Bruce Wayne y Batman se tratara- en el Dr J. Así encaró la canasta por detrás del tablero con el balón en una mano y el brazo totalmente estirado y, al encontrarse frente a Abdul Jabbar, giró sobre sí mismo para anotar la canasta. Aquel día nació la Baseline Move, como desde entonces se conoce dicha jugada. Erving había satisfecho su sueño.


Aquella final no fue el único día en que Erving decidió innovar en medio de un partido. Repitió contra los Lakers, en esta ocasión en un partido de la liga regular, y cambió a Kareem por Michael Cooper como víctima. Todo sucedió a velocidad de vértigo. Los 76ers roban el balón y salen al contraataque. La pelota llega al Dr J que la agarra entre la mano y la muñeca y girando el brazo 360 grados consigue el mate delante de un atónito Cooper. Fue el primer 'rock the cradle', que luego repetiría Air Jordan. Julius Ervin había doblado la apuesta que quizá, mientras anotaba tiro tras tiro en Massachusett. se hizo a sí mismo un día. Es el Dr J Copyright./Javi Muro

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