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{DEPORTE / ATLETISMO}

Siguiendo al corredor de los pies descalzos

Abebe Bikila fue el primer atleta que repitió medalla de oro olímpica en la prueba del maratón

Con las pulsaciones aún efervescentes tras superar la cuesta de la calle Norte giró a la izquierda para retomar el tramo de adoquines. Las baldosillas se alineaban uniformes y parecían haber sido rebajadas a idéntica altura. Aún así, esa era la zona más complicada del recorrido, así que trató de mantener la concentración y fijar la mirada en la calzada y en las posibles trampas.


No fue un adoquín estrambótico lo que le llamó la atención, sino unos pies descalzos que avanzaban ágiles unos metros delante. Alzó la mirada y observó a un atleta delgado, que con camiseta verde de tirantes y pantalón corto negro, corría con los brazos pegados al cuerpo y la espalda un tanto inclinada hacia adelante. No parecía sufrir más que él, que utilizaba unas zapatillas que aglutinaban todas las tecnologías del momento e, incluso, alguna más. Sintió, por instante, que su reto había rebajado el mérito.


Quién ha corrido un maratón sabe que la preparación es esencial, pero también que llega un momento a lo largo de la carrera en que la cabeza –la capacidad de engañarte y enviarte mensajes positivos a ti mismo- es fundamental para satisfacer el objetivo de cruzar la meta. No era la primera vez que había tenido que tirar de pequeños mantras para continuar dando zancadas cuando la fatiga y, a veces, también el dolor le alcanzaban a falta aún de unos cuantos kilómetros para completar los cuarenta y dos.


En ocasiones le había servido el ‘No Surrender’ de Springsteen, otras en cambio había tenido que recurrir a pequeños trucos que jugaban con las distancias restantes comparándolas con las entrenadas día tras día, semana a semana, hasta transformarlas en asequibles.


Aquel día, la meta aún se encontraba a dieciocho kilómetros. En ese momento decidió que Bikilia, el corredor de los pies descalzos- iba a ser su liebre y su mantra de evasión hasta completar el maratón. Así, que mientras avanzaba tras el corredor sin zapatillas, trató de recordar las hazañas de Abebe Bikila, el atleta que cambió la historia de la prueba del maratón. Cualquier truco es bueno si te ayuda a continuar y además –sonrió mientras bebía agua en el avituallamiento del kilómetro 25-, sólo a través de la imaginación podía acercarse a las leyendas.

 

La leyenda de Abebe Bikila comenzó a escribirse en 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma. Entonces nadie lo conocía y en los pronósticos tan sólo contaba con la confianza de su entrenador, Onni Niskanen, pero regresó a Etiopía convertido en un héroe nacional.
Bikila se había plantado en la línea de salida de la prueba del maratón y 2 horas, 15´,16” después había batido el récord del mundo corriendo descalzo. Es cierto que el registro queda muy lejos de las 2h,03´,23” que el keniano Dennis Kimetto marcó el pasado mes de septiembre, pero hablamos de un registro de hace 54 años y ahora se calcula que habrá de pasar una década hasta que un atleta baje de las dos horas.


El relato le había llevado hasta el kilómetro 30 sin apenas percatarse -¡cómo es la cabeza!, pensó-, así que decidió continuar con la historia camino del 35 y tratando de espantar al temible muro y a su amigo el hombre del mazo. Tras los pasos de su compañero de los pies descalzos, recordó que Bikila , tras su victoria en el Olimpo, ganó cinco de los seis maratones que participó, sin olvidar sus presencias y éxitos en la pista y en la temporada de cross europea.


También rememoró algunos pasajes del extraordinario atleta fuera del tartán y el asfalto. Y es que, Bikila estuvo involucrado en un golpe de Estado contra Heile Selassie. La mayoría de sus compañeros de alzada fueron eliminados o deportados, a Abbe Bikila le salvó su medalla olímpica.


Escucha los aplausos y los ánimos de la gente apostada en los márgenes del recorrido, mientras se repite por experiencia que la preparación de un maratón exige fuerza de voluntad y constancia en los entrenamientos. “Bien preparado vas a sufrir –se ha auto convencido día tras día durante los últimos meses-, como para aventurarte si el entreno básico”. Así, que la apendicitis que sufrió Bikila cinco semanas antes de disputa de la maratón de los Juegos Olímpicos de 1964 en Tokio parecían un obstáculo demasiado elevado para un reto tan exigente.


Los expertos y la prensa deportiva también creían que se trataba de un desafío imposible y comenzaron a excluirlo de las quinielas a la victoria. Si hubiera sido por la atmosfera que se respiraba sobre su condición física los días previos a la carrera sus opciones parecían haberse esfumado.


Al llegar al kilómetro 35, no pudo evitar pensar en cómo sería afrontar un maratón con una presión tan fuerte e implacable. Sintió alivio por correr para disfrutar y divertirse.


Mientras se regodeaba en los placeres de ser un corredor popular y reconocía su envidia al no poder acercarse ni en sueños a los ritmos de los grandes campeones, la imagen de Bikila en la línea de salida del maratón de Tokio regresó a su cabeza. Al atleta etíope no pareció incomodarle demasiado la reciente cirugía. Todo lo contrarío. Hay quien asegura que la extirpación del apéndice le aligeró ya que no sólo revalidó el oro olímpico, sino que de nuevo batió la plusmarca mundial. Nadie había completado los 42,195 kilómetros tan rápido como él; había detenido el cronómetro en 2h, 12´,11”, tres minutos por debajo de su propia marca.


Era la primera vez que un atleta revalidaba la medalla de oro en el maratón olímpico. Cuentan que en la meta, mientras sus rivales llegaban exhaustos, Abebe Bikila les esperaba –aparentemente fresco- y realizando ejercicio de gimnasia. Quizá, un irónico mensaje hacia todos aquellos agoreros que no confiaban en sus posibilidades.


Cuatro años después, en los Juegos de Méjico, Bikila se situó de nuevo en la línea de salida de la maratón. Trató de repetir la gesta, pero no pudo ser. Aquel día, en el kilómetro 17 los problemas estomacales que sufría desde las primeras zancadas le obligaron a retirarse. Aquella fue la última vez que los aficionados al atletismo vieron correr a Abebe Bikila, el corredor ágil y poderoso, que sorprendió al mundo con los pies descalzos.


Mientras viajaba en el tiempo, se encontró enfilando la última recta. La euforia le situó en paralelo al corredor de la camiseta verde y los pies descalzos -su liebre-, cedió un metro y agradecido cruzó la línea de meta./Javi Muro

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