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{DEPORTE / ATLETISMO}

Maratón en Londrés, un siglo después del capricho de la reina

Kenia contra todos, en la prueba de los héroes

Cuando Filípides salió corriendo hacia Atenas-allá por el año 490 a c.- para anunciar la victoria del ejército griego sobre las huestes persas en la batalla de Maratón no tenía ni idea de que cada una de las zancadas de su gesta constituirían, siglos después, la prueba reina del atletismo. Menos aún, habría imaginado que de haber confiado la labor de mensajero a un soldado keniata la buena noticia hubiera llegado antes, mucho antes, y el portador no sólo habría pronunciado la palabra niki (victoria) antes de morir exhausto, sino que hubiera podido relatar con pelos y señales cada lance del enfrentamiento contra los persas y, sobre todo, disfrutar de la victoria junto al resto de los atenienses.


Eran otros tiempos y los africanos, keniatas y etíopes principalmente, no se habían puesto a correr; o al menos no lo hacían más allá de sus fronteras, del valle del Riff y alrededores. Faltaba mucho para oir hablar de Wilson Kipsang, Abel Kirui y Moses Mosop, el trío keniata que recorrerá 42,195 kilómetros, a través de las calles de Londres el próximo domingo, y que además no tienen problemas para cubrir la distancia en dos horas y poco más de cuatro minutos.


El Maratón siempre ha fabricado héroes. Por el esfuerzo, por la agonía, por la fatiga que genera, por la capacidad de detener el cronómetros cada vez más cerca de las dos horas, por la elegancia de la zancada de algunos de sus conquistadores o por todo lo contrario, por la imagen de corredores a quienes las fuerzas han abandonado y aun así la inercia, o la fuerza interior que sea, les empuja hasta la meta. No hay que olvidar que en el maratón ganan todos, unos más que otros, pero todo el que cruza la meta vence. También hay héroe creados desde la mala suerte; desde las situaciones adversar que han acompañado a algunos maratonianos a lo largo de la historia.

 

Dorando Pietri es uno de los mejores ejemplos; mejor dicho, Pietri es la mala suerte. Fue hace 104 años y también en un Londres olímpico. Antes de comenzar, aquella prueba ya había pasado a la historia. Y es que el empeño de la reina de Inglaterra en que el príncipe de Gales pudiera contemplar la salida desde el balcón del palacio supuso un añadió al recorrido de algo más de dos kilómetros. En principio una aparente insignificancia, al final un apéndice dramático.


Los corredores se habían preparado para correr cuarenta kilómetros y a tan sólo unas horas del inicio les ampliaron el recorrido. Dorando Pietri comenzó el maratón de forma conservadora y fue aumentando su ritmo kilómetro a kilómetro. Cuentan que en el 32 ya ocupaba la segunda posición y en el 39 alcanzó al surafricano, Charles Hefferon, que le precedía y que notaba ya los efectos de la fatiga.


En el 40, cuando la carrera debía haber concluido, Pietri la lideraba con cierta ventaja. Iba a ganar, pero aún le restaban 2.195 metros; exactamente, el capricho de la reina. En ese espacio hasta la meta el atleta italiano sufrió los efectos de la deshidratación y del cansancio extremo. Al entrar en el Estadio Olímpico, Pietri equivocó el sentido y los jueces tuvieron que reorientarlo hacía la línea de llegada, unas zancadas después cayó al suelo por primera vez. El italiano se desvaneció en cinco ocasiones y cinco veces fue ayudado a levantarse y continuar. Dicen que tardó diez minutos en recorrer cuatrocientos metros, pero cruzó la meta en primer lugar.

No ganó, Dorando Pietri fue descalificado por recibir ayuda tras la reclamación del estadounidense, Jhony Hayes, que había ocupado la segunda posición y que había sido informado de las atenciones recibidas por el italiano. El podio se modificó, pero lo que ya no se movió desde aquel año olímpico de 1904 fueron los 42,195 kilómetros que desde entonces constituyen la prueba del maratón. Así continua.


Esta vez será el domingo, será otra vez en Londres y será de nuevo tiempo de héroes. Quizá –a falta de sorpresas, que siempre son bienvenidas- algún etíope –Abshero, Feleke o Sefir- consiga disputarle la victoria a los keniatas. También la lluvia, nada extraña en la capital inglesa, puede provocar un descenso del ritmo y favorecer que más corredores se enganchen al instante del reparto de las medallas. Si no es la lluvia será complicado que los africanos del Riff tengan mucha compañía más allá del kilómetro 25, ya que en el ránking de la IAAF, el primer maratoniano no procedente de Kenia o Etiopía ocupa el puesto 35, el francés Patrick Tambwé.


También es cierto que tan sólo tomarán la salida tres atletas por país, así que el francés aportará el séptimo mejor registro, aunque se presente con un tiempo tres minutos superior que sus rivales. Polacos, marroquís, japoneses, brasileños, ugandeses, suizos, quatarís, eritreos, italianos, portugueses y españoles marchan por detrás, aunque no es menos cierto que el Maratón Olímpico, sin premios económicos por marca, iguala opciones y prioriza carreras algo más tácticas. Abre alguna pequeña posibilidad de alternativa al dominio africano. La diferencia entre el récord del mundo y el olímpico es de tres minutos (2:03:38 de Patrick Makau –keniata que no ha conseguido clasificarse para los Juegos; ese es el nivel de Kenia- frente a 2:06:32 de Samuel Wanjiru en Pekín 2008). Aun así, también es verdad que cuando los que corren corran, cuando alarguen la zancada a falta de 15 kilómetros, pocos les podrán seguir.


Héroes que diría Bowie; leyendas, que dice Bolt. Un griego Spyridon Louis fue el primer ganador de un maratón olímpico en 1896 y cubrió los entonces aún cuarenta kilómetros en 3:18:27; un checo, Emil Zatopek, ha sido el único hombre capaz de colgarse el oro en los 5.000, 10.000 y maratón en unos mismo Juegos Olímpicos; fue en Helsinki en 1952. También ha habido sorpresas, como el triunfo de Alain Mimoun en 1956, en Melbourne –lo que incrementa su condición de héroe-, o proezas con la victoria Abebe Bikila corriendo descalzo en Roma 1960. Y dramas, muchos dramas, como el del maratoniano brasileño Vanderlei Lima, en Atenas 2004, cuando marchando primero fue retenido por un espontáneo disfrazado de escocés, privándole quizá de una victoria que finalmente consiguió el italiano Stafano Baldini. Lima fue bronce.


Si Filípides tuviera que dar una noticia urgente hoy en día seguró que enviaría un whatsapp antes que salir corriendo, si tuviera que completar un maratón –aunque se sumará dos kilómetros más por la gracia de Su Majestad-, sin duda, sería un gran rival, con sólo sumar a la capacidad de sufrimiento ya demostrada un buen entrenamiento. Como muchos atletas que ahora están en Londres, aunque sea metafóricamente, Filípides estaba dispuesto a dar su vida por un objetivo. Kenia temblaría... o quizá, tampoco.../Javi Muro



 


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