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{CULTURA / MúSICA}

'La relación con el público cuando tocas en un concierto de rock nada tiene que ver con uno clásico, el feed back es inmediato'

'Ellas' son Marta e Irene, violines, y Sara, chelo. Son el trío de cuerda de Messura

Los violines y el chelo suenan improvisados en la planta baja de la cafetería. Tan sólo un instante de impasse en la conversación ha sido suficiente para que los instrumentos abandonen la protección de sus fundas y decoren el silencio mañanero de la sala. Acordes que surgen de la intuición y al momento busquen la compañía unos de otros. Marta, Irene y Sara son ‘Ellas’, el trío de cuerda que acompaña a la banda rock, Messura. El pasado 9 de noviembre, en el concierto de presentación del disco ‘Animal’ del grupo riojano en la Sala Concept quedó claro que Marta, Irene y Sara son ya parte importante de Messura. Aquel día entre el público que llenó la sala ondearon pancartas dirigidas a ‘Ellas’. Los violines son cosa de Marta León e Irene García; al chelo, Sara Rodríguez. “Ver los carteles de ánimo a ‘Ellas’ durante el concierto fue una gozada -coinciden las tres-, no nos lo esperábamos, fue muy emocionante; se nos notaba en la cara la ilusión que nos hizo”. ¿Qué es y cuál es el origen de ‘Ellas’?  “Ellas es una agrupación de cuerda formada por tres amigas -describe Irene-, el nombre realmente no nos lo pusimos nosotras, nos lo puso Diego -vocalista de Messura- al presentarnos durante un concierto. No nos lo pusimos nosotras, pero es cierto, que me identifico mucho con ese nombre”. La idea la remarca Marta. “Es un nombre que surgió de forma natural y estamos encantadas”.

 

Al igual que Diego, David, Joselu y Germán -los miembros de Messura-, Marta, Irene y Sara también son profesoras de música y ahí, en la docencia se encuentra el origen de ‘Ellas’. “Yo trabajaba con Diego en la Escuela de Música, en Amadeus -recuerda Marta- y al formar Messura, me llamaron para realizar algún arreglo con ellos y para participar en la presentación de un videoclip. En un momento dado decidieron que les hacía falta más cuerda. Me preguntaron por posibles músicos. Entonces me puse en contacto con Sara. Empezamos a colaborar las dos. Poco a poco a Messura le fueron saliendo conciertos y yo no podía estar en todos, así fue como se incorporó Irene. Y de ahí, como a las tres nos encantaba tocar con Messura, les propusimos que fuéramos un trío de cuerda”. Irene bromea: “Y no se pudieron resistir”. 

 

Ahora en Navidad, ‘Ellas’ van a tocar en un concierto en la calle. “Nosotras venimos del mundo clásico -detalla Irene- y siempre nos hemos movido a través de agrupaciones de cuerda o en conciertos para amenizar eventos. Las tres ya habíamos coincidido en conciertos, pero no las tres solas. Sí es cierto, que desde el momento que comenzamos a colaborar con Messura, si hay oportunidad de tocar las tres solas nos gusta hacerlo. Una de esas oportunidades va a ser estas Navidades, será en ‘La Tapa musical’, en la calle Laurel”. Tal y como apunta Sara la conexión entre las tres ha seguido un camino. “Messura no contactó con nosotras y nos incorporamos, sino que ha sido un proceso desarrollado poco a poco en el que al final ha surgido ‘Ellas’”.

En ese sentido, Marta apunta el proceso de adaptación a la música rock que han experimentado. “Nuestra música con Messura la compone David Burgui -guitarra de la banda-, nuestra formación siempre ha sido clásica. Irene está experimentando más con el jazz, pero todo nuestro camino había sido clásico hasta entonces. Nuestra formación siempre ha sido tocar con partitura. Quizá, es la forma en que más cómoda me siento, tocando con partitura. El estilo no me importa, el que nos propongan, pero con partitura”. La percepción de la música con partitura para ligada a las composiciones clásicas. “Es cierto que por la clase de formación que hemos tenido siempre ha habido una mayor relación con la partitura que con la improvisación -señala Irene-. Por ejemplo, en los grupos de rock, los componentes se juntan, ensayan y añaden frases, miran cómo pueden introducirlas en la canción. De alguna manera, van construyendo las canciones. Nosotras hemos tenido más relación con la partitura, luego la interpretamos, pero ya partimos de lo compuesto por un autor. Nos cuesta más la improvisación. Es muy enriquecedor, aunque sea duro cambiar el chip. Poco lo vas haciendo y es un proceso que te abre la mente; también en el viaje contrario, al regresar al mundo clásico”.

 

De igual manera, la preparación de un clásico y uno de rock parece diferir en sus formas. “Nada que ver”, afirma Marta. “A mí me encante tocar en formaciones clásicas, con diferentes repertorios, con diferentes agrupaciones, más grandes o más pequeñas -asegura Irene-, pero la preparación es totalmente diferente a lo que es un concierto de un grupo de rock. La dinámica es diferente, en los momentos previos al concierto es lo que más se asemeja. Comienzas a ponerte un poco nerviosa, tienes ganas de tocar ya, de salir al escenario, de mostrar todo el trabajo que has hecho. Si es cierto que la adrenalina cambia”. 

Ahí surge el auditorio y la audiencia como elementos diferenciadores. “La relación con el público cuando estás tocando rock no tiene nada que ver con un concierto clásico. Cuando toco en una orquesta grande una sinfonía de Beethoven o un Mahler me emociono, lo que te emociona es la música y formar parte de algo. Aun así, no tienes el feed back con el público que surge en un concierto de rock. Es un feed back inmediato; en el mismo instante en que estás tocando escuchas a la gente cantar los temas de Messura. Se te pone la piel de gallina”. Sara confirma la sensación: “Es algo extraordinario, la gente responde de forma inmediana a cada acorde”.

 

Irene observa algunas diferencias más. “En el mundo clásico siempre existe un protocolo. No se puede aplaudir entre movimientos, por ejemplo, es otro concepto de escuchar y disfrutar de la música. Lo que sucede en un concierto de rock es indescriptible, subes al escenario y el público ya está: ¡¡¡Buahh!!!”. “Comienzas a tocar -revela Sara- y la gente ya está cantando, la respuesta es muy diferente”.

 

Que ‘Ellas’ tuviera más recorrido no era algo previsto. “No, la verdad -apunta Sara-, pensábamos que iba a ser algo puntual, para un concierto de Messura. Siempre pensamos que iba a ser algo excepcional”. Recuerda Marta que en un principio Messura les llamó para colaborar en una presentación en acústico, “pero al final nos han incorporado también a los conciertos rock”.

 

Y es que la música clásica y el rock no casan nada mal. “La suma de la cuerda al rock ya se utilizó hace un tiempo -recuerda Irene-, hay un concierto de la Orquesta Filarmónica de Berlín con Scorpions que está guapísimo. Una orquesta de ese calibre tocando con una banda como Scorpions, al principio choca, pero compruebas que conectan muy bien. La cuerda con el rock me parece una combinación increíble. Ahora está de moda fusionar formatos, le concede a la música un color diferente”.

 

¿Y qué escuchan ‘Ellas’? “Un poco de todo -reconoce Sara-, casi no escucho música clásica. Sí en clase en el colegio, mientras doy clase, pero en el día a día me inclino más por música indie y rock, sobre todo”. Irene resalta que Sara es de las tres la que más sabe de música, “si quieres escuchar algo lo mejor es preguntarle a ella”.  “Desde que llegué a Logroño, quizá por el círculo en el que me muevo -confirma Sara- he ido descubriendo más cosas. Aun así, la música clásica no la dejo de escuchar, porque me encanta y siempre va a estar conmigo. Llevo desde los cinco años relacionada con la música clásica y me encanta, pero poco a poco vas descubriendo grupos diferentes, de rap, música electrónica, reggae, rock, indie, y disfruto escuchando cosas nuevas”.

 

Existe la idea, argumenta Irene, que un músico conoce toda la música. “Es falso, no conoces ni la mitad de la mitad de la música, cada día descubres algo nuevo que te parece interesante”. En la playlist de Marta hay sitio para géneros diversos. “Escucho de todo, pero escucho mucho clásico”.

Las tres, Sara, Marte e Irene dedican su día a día a la enseñanza musical. Sara es maestra de Música en Primaria e Infantil. Irene es profesora en Piccolo y Saxo, “doy clase a alumnos de 5 a 65 años, es algo muy divertido”. Por su parte, Marta es profesora de Violín en el Conservatorio de Calahorra. “Además, las tres hacemos bolos cuando nos sale. Cada una de nosotras tiene sus colaboraciones con otros grupos y bandas. No es algo que sólo nos ocurra a nosotras -explica Marta-, sino que es habitual en el mundo de la música. Los músicos colaboran con diferentes grupos, además del que pueda ser el suyo principal”.

 

La música está presente en la vida de las componentes de ‘Ellas’ desde pequeñas. “Siempre me llamó la atención la música -afirma Sara-, desde pequeña. Creo que no hay ningún niño al que no le guste la música, que no disfrute con ella. Otra cosa es tocar un instrumento. La música la disfruta todo el mundo. Es verdad, que de pequeña empiezas en el Conservatorio, comienzas a tocar, y algunos días te cuesta más que otros, pero hay que agradecer a los padres que están ahí animándote. ‘¡Venga que tú puedes! Estudia un poco más, que lo vas a agradecer’”. Irene comparte la importancia del apoyo desde casa. “A un niño claro que a veces no le apetece sacar el instrumento y ponerse a tocar, pero que los padres animen un poquito es lo que hace que luego despeguen, que continúen y sigan aprendiendo. En mi caso, a los cinco años dije que quería tocar el violín. Me puse cansa: ‘el violín, el violín’. Me decían que si prefería otro instrumento y decía que no: el violín, el violín…. Y hasta ahora. El violín es mi compañero de vida, es quien más me aguanta”. 

 

Marta alude a una influencia vecinal en sus inicios en la música. “Mi vecino del piso de arriba era profesor de violín y su hija también tocaba el violín, creo que ahí hubo una gran influencia. Quizá por ese motivo, con cinco años dije que quería tocar el violín. En mi casa nadie era músico. Me apunté a la escuela y luego pasé al conservatorio, donde resultó que mi profesor era el vecino de arriba”.

 

Pasado el tiempo y cuando son ellas tres quienes dedican su tiempo a iniciar a otros en la pasión por la música, surgen influencias y músicos favoritos. “A mí me gusta mucho Janine Jansen, me encanta la energía que desprende. Violinista, solista y mujer… ahora hay más, pero cuando comencé a estudiar no era tan habitual. Para mí Janine Jansen es un referente. Tiene una técnica impecable, pero va más allá y transmite mucho”. Marta coincide con Irene en destacar a Janine Jansen, “pero últimamente, estoy escuchando mucho a Pablo Ferrández, que es un chelista increíble. Es muy joven y está llegando a lo más alto”. Bromea Sara sobre el robo del referente instrumental de su compañera violinista. “Comparto lo que comenta Marta de Pablo Ferrández. Es curioso porque es un músico de clásica que no tiene formación de Conservatorio”.  Así lo confirma Marta: “Su madre creó un método de lenguaje musical para que sus hijos aprendieran música. Qué bonito, ¿no? Pablo toca el chelo y su hermana es violinista”.

 

Sara apunta también a otros entre sus preferencias. “Mi grupo favorito es Vetusta Morla; creo que sería bonito un concierto de Messura con una orquesta sinfónica, al estilo del que Vetusta ofreció con el fin de recaudar fondos para los afectados por el terremoto de Lorca. Molaría mucho”. El abanico de los gustos musicales de Irene se ha ampliado, “especialmente desde que he comenzado a tocar también el bajo”.

 

Sobre el escenario de un concierto rock los instrumentos atribuidos a la música clásica presumen estéticos, atractivos, sugerentes. “Conceden -describe Irene- un color especial; son más armónicos, pero a la hora de sonorizar en un concierto de rock resulta más complicado”. Así fue en las pruebas de sonido previas al concierto de Messura en la Sala Concept. “Cuando sitúas el clásico ante el micro recoge todo; es más fácil sonorizar con un instrumento eléctrico. El eléctrico lo enchufas y directamente empiezas a probar”. Sara recuerda que “al principio, para el concierto probé con el chelo acústico y, al final, para ajustar el sonido adecuadamente lo tuve que cambiar por el eléctrico”. 

A pesar de las dificultades que pueda plantear, Irene reconoce que “el sonido de los instrumentos clásicos queda muy bien en un concierto de rock y visualmente, también empasta muy bien. La música está ya escrita y es preciso buscar colores diferentes, experimentar y hacer cosas que no estén escritas. Hacer cosas diferentes es algo necesario; lo es desde el punto de vista del músico para enriquecerse musicalmente, y lo es también desde la perspectiva del público, que busca propuestas que le resulten interesantes. Hay cosas que ya están muy vistas y es preciso proponer otro tipo de formatos. A Messura, por ejemplo, la introducción del trío de cuerda le da un color que igual otros grupos de rock no tienen”.

 

En tiempos en que la palabra fusión ha estado al orden del día, la relación música clásica y rock no parece haber sido tan habitual. Para algunos puristas era casi una profanación. “Las líneas estaban muy marcadas y diferenciadas -asume Marte-, ahora es algo que se ve en los grupos y bandas de pop/rock, constatas cómo están buscando formaciones diferentes. Es la manera de evolucionar, tanto para la música pop, como para otros géneros”. En ese sentido, Sara entiende que “al final, la música es un reflejo de la sociedad y cada vez se da una mezcla mayor entre todos los géneros, entre culturas. Cada vez se mezclan más estilos, instrumentos, todo”. “Y eso es bueno”, sentencia Marta.

 

El enriquecimiento cultural es en opinión de Irene bidireccional. “Aunque aún quedan resistencias puristas, entiendo que la relación entre géneros es algo muy beneficioso. No sólo introducir violines o chelos en los conciertos rock, sino también llevar la batería o las guitarras eléctricas a los escenarios de las orquestas”. Porque, como asegura Sara, “en el fondo de lo que se trata con la música es de emocionar”.

 

El peso del pasado es aún relevante en la música clásica. Así lo entiende Marta. “Quizá, mantiene aún un espíritu un poco elitista. Cuando vas a un concierto de música clásica, acudes a un lugar en el que tienes que cumplir ciertos cánones y esa circunstancia aún es difícil de sobrepasar. Creo que es cierto que la música clásica está evolucionando, pero de otra manera. Por ejemplo, Ara Malikian, que era un músico clásico, ha convertido sus conciertos directamente en rock. Llena estadios interpretando música clásica. Llega a otro tipo de público evolucionando la música clásica. Es un público diferente al que asiste a un concierto de una orquesta clásica. Me parece una manera muy bonita de acercar la música clásica al público, pero creo que la música clásica, en general, no está evolucionando de esa manera”. “De hecho -corrobora Irene-, se sigue yendo con frac porque en un principio se empleaba esta prenda, o ciertos protocolos de vestimenta, porque los músicos eran clase baja y para poder ofrecer su música a un público de clase alta debían vestirse de etiqueta. Querían que estuvieran nivelados; de alguna manera, esa idea se mantiene. Me parece que esas etiquetas lo único que hacen es crear fronteras”. 

 

La gente el público parece reticente a los conciertos de música clásica, del mismo modo que a veces no da el paso para visitar una exposición de arte contemporáneo. “Creo que actualmente -argumenta Marta- la gente no se acerca a ese tipo de música porque no existe esa educación. La base es, en mi opinión, lo que hace Sara en su trabajo, educar a los niños desde pequeños. Si en el colegio no existe la percepción de que la música es importante, será complicado que esa visión cambie con los años. No podemos olvidar que todo el mundo escucha música, siempre, a todas horas. La música forma parte de nuestra vida. La música debería estar presente en la Educación y los Gobiernos, que son los responsables, no lo tienen en cuenta”.

 

La necesidad de incidir en la Educación Musical desde las edades más jóvenes la refrenda Irene. “Hay que tener en cuenta que un niño nunca tiene perjuicios; le pongas la música que le pongas la escucha. A un niño de Secundaria no lo vas a enganchar diciéndole: “Mozart, compositor del siglo XVIII nació en Salbsburgo…”.

 

¿Quizá la dirección del camino de la educación en arte, literatura, o música, debería dar un giro? De lo contemporáneo a lo clásico, en vez de los clásico a lo contemporáneo. “Uno de los motivos por los que me dedico a enseñar música -resalta Sara- es porque no me gusta cómo me dieron las clases de música a mí. Tenemos que cambiar la forma de impartir la asignatura de música porque los niños no tienen por qué salir tocando un instrumento, ni conociendo toda la historia de la música, lo que tienen que hacer desde pequeños es disfrutarla, que les genere ganas de salir del cole e ir a un concierto, de experimentar la música, de entenderla, y de seguir aprendiendo música cuando acaben el colegio. Hay que darle una vuelta”.

 

¿Y, por cierto, dónde es posible escuchar a ‘Ellas’? “El 28 de diciembre, en la calle Laurel, dentro de ‘La tapa musical”, pero no descartamos interpretar versiones como ‘Ellas’… igual versiones de Messura -se ríe, medio en broma, medio en serio-; tenemos que abrir otros campos, antes de colaborar con Messura nos conocíamos, pero no habíamos llegado a tener la conexión y la complicidad que tenemos desde que somos ‘Ellas’”./Javi Muro

 

 

 

 

 

 

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