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El Tour, tres mil kilómetros y un minuto

De LeMond a Froome, vencedores por segundos

Dicen que el tiempo es lo más valioso que una persona puede gastar, quizá por ese motivo los ciclistas tratan de ahorrarlo en cada pedalada. Los corredores miran al pasado y contemplan el esfuerzo de quienes fueron antes que ellos, lo reconocen en sus piernas y en el latir acelerado de sus pulsaciones, el futuro, el último puerto, la última rampa, atemoriza a algunos e impregna de euforia a otros. Entre medio surgirá el tiempo y reinará sobre la distancia. 

 

El Tour de 1989 se disputó entre el 1 y el 23 de julio. Fueron 21 etapas y 3.285 kilómetros, aunque treinta años después los aficionados recuerdan por encima de todas las demás la primera y la última. La etapa prólogo y la contrarreloj final. La primera por el despiste de Pedro Delgado a la hora de ocupar su turno en la rampa de salida -una pérdida de tiempo respecto a sus rivales que pese a la espectacular remontada sufrió hasta el podio final- y la última por la extraordinaria crono realizada por Greg LeMond. El americano partía con una desventaja de 50 segundos respecto a Laurent Fignon. El francés había llegado a la cima de Alpe d’Huez junto a Delgado -la etapa la había ganado Gert-Jean Theunisse-, descolgando a LeMond. La victoria final se decidiría en la contrarreloj final entre Versalles y París. Fueron 24,5 kilómetros en los que el destino de aquel Tour saltó por los aires. El ciclista norteamericano compareció con el manillar de triatleta aero-bars, para cuyo uso había conseguido permiso por parte de la organización antes del inicio del Tour. Fignon lucía un manillar clásico. En la línea de meta, LeMond aventajó en 58 segundos y conquistó su segundo Tour. Fignon fue segundo y el podio lo completó Pedro Delgado. Ocho segundos es la menor distancia de la historia entre el primer y segundo clasificado de la General de la carrera francesa.

En 2007, el Tour comenzó el 7 de julio y por delante los corredores tenía un recorrido de 3.569 kilómetros, que enlazó Londres con París. Fue una carrera convulsa. El danés Michael Rasmussen se hizo con el maillot amarillo en la etapa de alta montaña que enlazaba Le Grand Bornand con Tignes. El corredor del Rabobank asombraba a propios y extraños con su pedaleo cuesta arriba. Tan sólo un joven ciclista español, Alberto Contador, parecía capaz de aguantarle la rueda. Rasmussen alcanzó el liderato de la carrera en la octava etapa y lo mantuvo hasta la dieciséis, cuando volvió a cruzar la meta en primera posición en lo alto del Aubisque. Aquel día los rumores -el runrún planeaba desde jornadas atrás- de que el ciclista danés había evitado y dado esquinazo a los controles antidopaje que la UCI somete a los ciclistas durante la temporada se confirmaron. A Rasmusen lo retiró de la carrera su propio equipo. En aquel momento aventajaba al segundo clasificado en más de tres minutos. Las pruebas que revelaban que faltó a 4 controles y que había comunicado a su equipo que estaba entrenando en Méjico cuando realmente se encontraba en el norte de Italia acabaron con su credibilidad. A falta de cuatro etapas el Tour comenzaba de nuevo. Alberto Contador, Cadel Evans y Levi Leipheimer -posteriormente también retirado del podio- eran ahora los candidatos. El español ganó aquella carrera -su primer Tour- con 23 segundos de ventaja sobre el ciclista australiano.

 

Un año antes, en 2006, las diferencias no fueron mucho mayores. Fue el Tour de las grandes escapadas. En la etapa 11, seis ciclistas saltaron del pelotón en el kilómetro 20, aproximadamente. Adquirieron una ventaja respetable respecto al pelotón, que no concedió importancia para la general a ninguno de aquellos corredores. Un error de cálculo imperdonable. En meta, donde ganó el incombustible alemán Jens Voight, la ventaja rondó los treinta minutos. El español Óscar Pereiro, integrante de la fuga se visitó de amarillo. El ciclista gallego mantuvo el jersey de líder hasta la etapa 17. Ese día, camino de Morzine, el americano Floyd Landis -gran favorito y principal daznificado de la fuga bidón de la semana anterior- lanzó un ataque lejano que en pocos kilómetros cobro una gran ventaja, que alcanzó hasta los nueve minutos. El Caisse d’Epagne, el equipo del Pereiro se encontró sólo en la persecución, El CSC de Sastre y el T-Mobile, de Andreas Kloden, miraban hacia otro lado, mientras el ciclista americano cobraba ventaja. El grupo de los favoritos redujo las diferencias en la ascensión final. Aun así, Landis, que había dado el Tour por perdido, se situaba a treinta segundos del líder -a falta de la etapa contrarreloj- y Carlos Sastre, que había atacado a Pereiro en el último puerto, era segundo a 12 segundos. Landis no falló en los 57 kilómetros contra el crono y batió tanto a Pereiro como a Sastre. En el podio final brillaban Landis, Pereiro y Kloden, que había aventajado a Sastre en la crono, pero como sucedía de forma más que habitual en el ciclismo en aquella época, el corredor americano dio positivo y los cajones de la victoria volvieron a tambalearse Pereiro venció en aquel Tour de las escapadas bidón con 32 segundos de ventaja sobre el alemán Andreas Kloden.

Tiempo antes, en el Tour de 1968, Jan Janssen había distanciado en tan sólo 38 segundos a Herman Van Springel. Pedro Delgado fue también protagonista en 1987, cuando el irlandés Stephen Roche le venció por una exigua diferencia de 40 segundos. En la prueba disputada en 1977 la distancia entre el primer y el segundo clasificado volvió a ser mínima. Entonces Bernard Thévenet aventajó en 48 segundos a Hennie Kuiper. Las diferencias tampoco alcanzaron el minuto hace dos años, cuando Chris Froome superó en la clasificación general a Rigoberto Urán por unos escasos 54 segundos. Un segundo más, 55, fue la ventaja de Jaques Anquetil sobre Raymond poulidor en el Tour de 1964 y a dos segundos del minuto quedó fijada la victoria final de Carlos Sastre respecto a Cadel Evans en 2008. El australiano perdió dos Tours por menos de un minuto de diferencia con el ganador final. Tres mil kilómetros en un minuto. /Javi Muro

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