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{CULTURA / LIBROS}
'Echo en falta alguna reflexión sobre la crisis desde el humor'
Fernando Iwasaki presenta el libro de artículos con el que ganó el premio Café Bretón
Fernando Iwasaki llega al Café Bretón y asegura sentirse como en casa. “Con el calor que hace –dice- en Logroño estoy como en Sevilla”. El escritor peruano, asentado en la capital andaluza desde hace años, trae bajo el brazo la edición de ‘Una declaración de humor’, el libro con el que se hizo merecedor del último galardón literario del Café Bretón. Y como no podía ser de otra manera sobre el humor transita la conversación con los periodistas.
Asegura que una vez que la editorial ‘Pepitas de Calabaza’ le hizo llegar el libro lo releyó. “La verdad es que he sentido –asegura- que toca temas muy diversos, por ejemplo temas científicos, temas relacionados con biología, con la neurociencia 7 en una época, en unos años, en los que no eran temas muy de moda”. Ese tiempo al que se refiere es el año 2000. “He encontrado incluso –ironiza- un artículo sobre los neutrinos, que se han puesto de moda porque estaba la teoría equivocada, pero que ya en aquel momento el tema llamaba la atención”.
¿Por qué habla de esto?, se pregunta para sí mismo. “Porque creo que casi siempre cuando se habla del humor en la literatura uno piensa que tiene que ser algo relacionado con la actualidad y yo en este libro lo que perseguía era reflexionar desde el humor sobre temas muy diversos, de tal manera que con el paso de los años la reflexión sobre esas cosas pudiera seguir funcionando”, se responde.
Una percepción sobre el humor que también traslada a la achacosa situación económica. “A mí me parece que es una de las cosas que habría que hacer en este momento en el tema, por ejemplo, de la crisis. Hoy todo el mundo está hablando de la crisis porque evidentemente nos afecta a todos, pero yo echo en falta también algún tipo de reflexión desde el humor; una reflexión que diez años más tarde pueda incluso permitirnos contemplar esta época tan complicada aunque sea con un pizca de una pequeña sonrisa”.
Sobre el planteamiento Iwasaki no tiene dudas. “Creo que las cosas por muy terribles que sean debieran ser susceptibles, pasados unos años, de hacernos también sonreir y esa es también mí apuesta con el tiempo presente”.
Y explicada la teoría pasa a la práctica. “He releído el libro tratando de ser, no el que escribió los artículos hace diez años, sino como el lector del año 2012; como alguien que de pronto se encuentra con que el Premio Café Bretón y va a encontrar, gracias a la literatura y el humor, la posibilidad de hacer un regate a las circunstancias que estamos viviendo. Yo creo que ‘Una declaración de humor’ se presta para contemplar el momento presente desde ese punto de vista”.
Fernando Iwasaki recuerda que alguno de los artículos está inspirado en cosas que sucedían, por ejemplo en Andalucía, “en los años en los que había mucho dinero, en los años en los que la Junta prometía vacaciones gratis a los funcionarios que dejaran de fumar. Digo esto en voz alta y ya me miran con la risa floja, pero esto es algo que se puede rastrear en las hemerotecas”.
Y continúa. “Imaginen por un momento que ahora, con la que está cayendo, un Gobierno autonómico ofrezca vacaciones gratis a los funcionarios que dejen de fumar”. El escritor enlaza la anécdota con su teoría del humor. “Yo siento que estas cosas hoy en día tenemos que mirarlas hacia atrás con una mirada estrábica, con un ojo en el pasado y un ojo en el presente y tratar de sacar la mejor lección posible de todos esos fenómenos que ocurrían hace diez años, cuando éramos una de las potencias mundiales y cuando parecía que prosperidad no tenía fin”.
Dice, entre comillas, que aplicar el humor es un ejercicio de autoayuda. “Tratar de no recrearse solamente en la crisis y en sus lados más espeluznantes, que los tiene y son terribles, sino de tratar de ver en estos momentos que estamos viviendo aquellas cosas que nos pueden estimular las ideas y nos pueden estimular ese sentido, que ya no sé si es el sexto o el octavo, pero es el sentido del humor”.
Para Fernando Iwasaki hay dos tipos de humor muy diferenciados. Por un lado, el humor de Quevedo, “que siempre se ejerce contra otro… contra el enano, contra el jorobado, contra el deforme…contra los pedorros, contra los modorros, contra el prójimo…” y, por otro, el humor de Cervantes, “que es un humor contra uno mismo. Ese personaje cervantino que es Alonso Quijano , que lo apalean, que lo mantean, que lo golpean, que se burlan de él, es en realidad el trasunto del propio Cervantes, que no le importa pasear su descalabrada figura por todas partes”.
El humor cervantino es el que le interesa al ganador del premio de novela Café Bretón. “El humor ejercido contra uno mismo es el más ejemplar. Lo fácil es burlarse del otro, lo fácil es reírse de alguien, pero lo complicado es burlarse de uno mismo. Yo siento que en este libro en concreto y en el conjunto de mi obra me interesa el humor que se ejerce contra uno mismo. Es un humor cervantino, es un humor de Cherteston".
Recnoce que, “luego hay humor negro, humor blanco; luego hay un humor verde y todos esos te pueden servir para un momento determinado tener una estrategia, pero siempre al servicio de la idea principal: ‘Primero te debes reir de ti mismo’ y a partir de allí gozas, por lo menos, de la condescendencia y la complicidad del lector… del lector que tiene sentido del humor porque hay quien no lo tiene y no se lo puedes imponer”.
Iwasaki insiste en su idea de que los artículos de ‘Una declaración de humor’ fuesen de actualidad y presume de ser un gran lector de Camba, de Jardiel, de Fernández Flórez. “Lo que me encuentro en sus libros -dice- es que los ensayos que escribían son auténticos tratados humorísticos con independencia de la época en que fueron escritos. Los artículos de Camba se leen como si fueran crónicas escritas ahora mismo y eso es lo maravilloso”.
No esconde su devoción por las anécdotas y las emplea con gusto durante su exposición para remarcar sus teorías sobre escribir, la actualidad y su relación con el humor. “Cuando Wenceslao Fernández Flórez era cronista parlamentario –recuerda- desapareció un libro de la Biblioteca del Congreso y el salió en defensa de los diputados diciendo que mentían como bellacos quienes dijeran que los diputados se llevaban libros a su casa, que falta de respeto decía, los diputados se los llevaban al rastro a venderlos”. Y retoma su planteamiento. “Esa manera de dejar en evidencia la indigencia intelectual de los diputados de los años 30 yo siento que es tan actual… tan vigente, que podemos exhumar esa columna de Fernández Flórez para hacer una comparación…”.
En el octavo sentido que defiende sitúa, por ejemeplo, a ‘El Roto’, “es clarísimo en este sentido, su humor no deja de ser un humor contra uno mismo”. Iwasaki enlaza con la idea del narcisismo y su concepción negativa. “Cuando uno habla bien de uno mismo y dice que es el mejor está mal visto, pero si lo hace en nombre de una nación nadie se molesta. El humor de El Roto se sitúa a veces en ese segundo punto en el que el nosotros es mayestático y es plural, y es terriblemente corrosivo por lo que tiene de burla de uno mismo como sujeto colectivo. Ese humor hay que reivindicarlo porque es un de los medios de crítica más potente que hay en un momento como este”.
Iwasaki se retrotrae al Perú de los años 80 y a la dictadura militar para definir esa necesidad de humor mordaz. “Había un general, que era el presidente, el dictador, que temía que su primer ministro, que era otro general, le diera un golpe de Estado. Entonces un dibujante, Carlín, en una revista titulada ‘Monos y Monadas’, publico una de las viñetas que yo recuerdo como más memorables. Los dos generales jugando a las cartas y el presidente le pregunta al primer ministro ‘¿Golpeas?’ y el otro responde ‘No, Robo’. Me pareció maravilloso porque ilustraba a la perfección la situación real a través del humor”.
Sobre sus proyectos futuros, Fernando Iwasaki no puede evitar entremezclar ironía, humor y realidad; que menos después de exponer las teorías que le han llevado a escribir ‘Una declaración de humor’. “Me encantaría –apunta- escribir epitafios y necrológicas; una de las cosas que ya estoy preparando es mi lápida, la tengo pensada y quiero fotografiarme con ella. Quiero aprovechar que mi mujer es escultora para decirle ‘yo quiero esto’”. Y lo que quiere es “una pequeña estantería de libros y mi mano saliendo y sacando uno. Sería maravilloso que mi tumba tuviera ese monumento, el epitafio todavía tengo que pensármelo”. Y enganchado al tema de las últimas palabras ya no puede detenerse: “Yo quisiera tener una web que se llamara epitafios.com, ‘su epitafio por cincuenta céntimos’… creo que podría hacer algo en ese arte”.
En cuanto a su próximo libro, Fernando Iwasaki, se plantea retomar una novela que empezó y abandono en 2006 por falta de tiempo . “No puedo pretender escribir una obra de ficción cada dos años; de hecho no lo hago. A mí sólo me quedan por escribir dos libros de ficción y esta novela que quiero retomar es uno de ellos. Los demás libros que saque serán libros como de ensayo, de no ficción. La novela de la que hablo será una visión sobre los nacionalismos y la corrupción política, desde el humor pero desde la Historia también” Y puntualiza, “cuando hablo de nacionalismos hablo sobre todo de los latinoamericanos, no me refiero a los peninsulares, aunque también. Ahora es el momento de mezclar”. Mezclar con humor; siempre con humor.
/Javi Muro
Fotografía de la presentación: El escritor, Fernando Iwasaki, junto a los responsables de Café Bretón y Bodegas Olarra.
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