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{CULTURA / FOTOGRAFíA}

'Pasarlas canutas, Teo Martínez de los pedales al objetivo de la cámara de fotos'

Presentado el documental 'Teo, Teo, que ves', sus fotos ilustran el libro 'La carrera que no fue...'

“Corriendo en bicicleta las he pasado canutas”. Teo Martínez ha vivido el ciclismo desde el esforzado pedaleo y después, desde el objetivo de su cámara de fotos, cuando una vez abandonada la competición decidió inmortalizar en papel fotográfico a leyendas y mitos antes incluso de que lo fueran. Comenzaba la década de los años cincuenta y a aquel joven inquieto cercano al metro noventa de altura le había tocado vivir la posguerra española.

 

“Me gustaban –recuerda– los toros y el ciclismo”. Con 19 años Teo Martínez se hizo socio del Club Ciclista Logroñés. “Tenía una bicicleta heredada de mi padre, muy antigua. No tenía dinero... Imagina la situación, en plena posguerra, mi madre viuda con tres hijos… Así que vendí aquella bicicleta –me dieron 150 pesetas– y me saqué una nueva a plazos”. En aquel momento, era el año 1949, Teo ya estaba trabajando en la Central –la Compañía Electra– y “sacaba alguna pesetilla para poder comprarme tubulares, e incluso para realizar alguna reparación en la bicicleta”.

 

Los primeros entrenamientos consistían en dar vueltas y vueltas a El Espolón, el céntrico paseo de la capital riojana. “Daba 20 vueltas. Recuerdo que salíamos a las cinco de la mañana a entrenar. Nos juntábamos unos veinte o veinticinco compañeros dando vueltas a El Espolón antes de ir a trabajar”.

 

Teo disputó su primera carrera en casa, en Logroño, también alrededor de El Espolón. “Participar en las competiciones suponía mucho sacrificio porque no ganaba una peseta y lo único que hacía era entramparme en el garaje. No tenía tubulares como los corredores de primera, que utilizaban unos de seda. Los que yo utilizaba se abrían en seguida, todo eran calamidades. Todo era sacrificarme por correr, porque me gustaba el ciclismo”.

 

De la alimentación mejor ni hablar. Nada de barritas energéticas o geles de carbohidratos. “Que te voy a contar –dice–, había corredores que para comer antes de las carreras llevaban filetes, esos eran los que acudían bien preparados. Yo llevaba pimientos o una tortilla de un huevo. Aquello era triste porque era la posguerra, eran tiempos difíciles, y practicar un deporte requiere buena alimentación y descanso y yo, por ejemplo, tenía que trabajar en la Central y sacar el tiempo para entrenar e ir a las carreras como pudiera”.

Teo recuerda una carrera por Oñate en la que se quedó descolgado del pelotón junto a otro corredor, un ciclista famoso entonces, pero ya veterano. “Era una etapa de 160 kilómetros y dos puertos de montaña, habíamos perdido contacto con los de adelante pero como nos daban la dieta por participar –cincuenta pesetas– llegué hasta la meta”. El relato de lo vivido en Oñate enlaza la memoria con otra carrera en Zaragoza en la que sufrió una situación parecida. “Era siempre así –cuenta mientras sonríe–, ibas cogiendo las dietas porque te ayudaban a continuar corriendo. Ahora el ciclismo es otro mundo, pero en aquellos tiempos las pasábamos muy canutas corriendo”.

 

Teo era un ciclista rápido, ganaba carreras al sprint. “Corríamos en el equipo de Logroño que se formó desde la casa Firestone, lo formábamos cinco ciclistas”. Teo recuerda que aquellos cinco corredores se presentaron en la salida de la Vuelta a Navarra. La marca Firestone les facilitaba la camiseta y el culotte y la organización les pagaba el agua mineral. “El agua de Vichy que tomábamos después de la etapa.

 

Reponías fuerzas con una botella de agua y otra de un litro de leche. Luego masaje. Las pasábamos canutas –reitera, mientras sonríe–, cuando no hay medios se pasan canutas; nos pagaban la camiseta y nosotros tan contentos porque nos divertíamos y hacíamos lo que nos gustaba, pero… de dinero cero”.

 

Teo Martínez tenía buena planta sobre la bicicleta, planta de rodador belga u holandés. “¿Que si tenía buena planta? Bueno, buena planta para llanear y ganar algunas carreras al sprint, pero subir no, subir –se ríe–, subir era tremendo. Hay que tener unas cualidades muy especiales para subir bien”. Teo compitió hasta los 26 años, hasta que se casó, “la última carrera la gané ya casado en Alfaro”. Después, tras bajarse de la bicicleta siguió ligado al ciclismo como director técnico, acompañando, por ejemplo, al equipo del Club Ciclista Logroñés a la Vuelta de Bidasoa.

 

“Pero ya iba en el coche –sonríe aliviado–, aquellos tiempos eran muy duros para practicar ciclismo. Estamos hablando de hace setenta años. Siente algo de envidia cuando ahora contempla pasar el pelotón en alguna carretera y escucha el peculiar sonido de las cadenas moviendo los desarrollos al unísono, pero lo cierto es que al echar la vista atrás aparecen tiempos difíciles para ser ciclista. “Al final de temporada tenía que pagar las deudas por las averías que me habían ido arreglando, tenía mi cuenta corriente en el garaje. Eran un tiempos pobres, pero la ilusión que tienes a esas edades… luego ves que va pasando el tiempo y no eres nada –se ríe–, pero la ilusión…”.

Teo corrió con ciclistas de renombre como Loroño o Bahamontes. “Cuando vino a disputar la Vuelta a Piqueras –relarta– aún no conocía nadie a Bahamontes. Acababa de ganar el Premio de la Montaña en la Vuelta a Asturias. Aquí, ese año, la Vuelta a Piqueras la ganó su compañero, Navarro, Bahamontes terminó segundo y yo fui décimo”.

 

Tirando de memoria, Teo recuerda una carrera en Logroño: “Era el 18 de julio –entonces se guardaba fiesta ese día– y estaba el Espolón abarrotado de gente y eso que hacía un calor que paqué. Me acuerdo mucho de aquella prueba porque entonces no había televisión y la gente cualquier espectáculo que hubiera al aire libre, ciclismo o lo que fuera, lo disfrutaba. Ahora, organizas una carrera un día festivo con corredores solo de la provincia y acude el vecino, el amigo y algún familiar”.

 

La comparación con el ciclismo actual provoca una mueca de ironía en Teo. “Había poco presupuesto para las carreras, premios bajos, los coches para seguir la prueba tenías que pedirlos prestados, y estaban aquellas motocicletas Guzzi. Los ciclistas se caían y había que llevarlos al médico en una moto de esas y con la bicicleta al hombro. Ahora veo cómo corren y eso ya es otro deporte”. 

Hoy el ciclismo ya no emociona tanto a Teo como lo hizo en el pasado. Sigue el Tour y la Vuelta a España, “pero solo las etapas que me interesan; las que yo creo que van a ser decisivas para el desenlace final de la carrera. Pero, por ejemplo, esas etapas de cinco puertos… eso es lo más aburrido que hay porque van todos juntos hasta la última subida y, mientras, dejan alguna escapada consentida”.

 

Aun así reconoce, que cuando hay un corredor español con posibilidades de victoria revive la ilusión por seguir la carrera, aunque mantiene que si entiendes el ciclismo cualquier etapa no te divierte. “Además –puntualiza– hoy en día el ciclismo es tan artificial. ¡Fíjate en Armstrong! Cuando ganó el quinto bien, pero cuando ganó el sexto ya no me lo creía porque con agua mineral no se gana la vuelta a Francia. Trampas ha habido, habrá y seguirá habiendo. Es muy triste cuando un corredor ve que el otro le gana y decide tomarse un “café” para estar al mismo nivel… si fuera solo un café…”. Tampoco la emisora que conecta a los corredores con sus directores es santo de devoción de Teo: “Van teledirigidos, siempre con el pinganillo en el oído, todo es muy artificial”. Ahora, remarca, “si un corredor pincha, avisa por la emisora, le cambian la rueda los mecánicos y encima le empujan para que recupere el ritmo del pedaleo”. 

 

Los ídolos de Teo eran “Cañardo, Miguel Poblet, Anquetil, Bartalli, Loroño, era cuando yo quería ser corredor. Para mí Coppi era el dios de la bicicleta, pero hay que reconocer que como Eddy Merckx no ha habido nadie. Era una mula, todo facultades. ¿Hinault? Era bueno, pero no tenía la clase de Merckx y Coppi; es que antes corrían de otra manera y sobre puertos con el asfalto descarnado”.

 

Teo dejó de pedalear y comenzó a observar el ciclismo a través de su cámara de fotos. “Prácticamente empecé en la fotografía desde el ciclismo. En todas las carreras en Logroño había un chico, un tal Manolo –Foto Uriza, apunta– que sacaba fotos de las carreras y de los que corríamos y luego las reproducía a 6 x 9, pequeñitas, y cobraba por ellas dos pesetas. Yo siempre le cogía un par de fotos porque pensaba que esas imágenes con el tiempo tendrían su valor”. Así que cuando colgó la bicicleta, decidió aprender fotografía. “Me compré un librito, Cómo hacer fotografías, me costó dos pesetas. Comencé a hacer fotos y se las vendía a los ciclistas y me sacaba unas pesetillas. Así comencé en la fotografía. Y de ahí a fotografiar la Vuelta…Anquetil, Merckx, Bahamontes, los hermanos Morales, Hinault, a todas las grandes figuras; mira, a Indurain, por ejemplo, no lo he fotografiado”./Javi Muro. Entrevista Publicada en el Libro 'La carrera que no fue, los héroes que no llegaron' (Siníndice, 2014), para el que Teo Martínez cedió una extraordinaria colección de fotografías.

 

* Las fotografías sobre ciclismo de este artículo llevan la firma de Teo Martínez; salvo la última en la que el protagonista es el propio Teo recibiendo el trofeo tras su triunfo en una prueba ciclista.

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