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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Sueñan los árboles con seres humanos y la manipulación del espacio

Félix Sabando expone en la Casa de la Imagen tras 25 años de retiro artístico

 

¿Sueñan los árboles con seres humanos? ¿Es recíproco o sólo los hombres soñamos con bosques y arboledas? ¿Existe una conexión más allá de lo físico y el entorno natural? Del alguna manera, Félix Sabando así lo cree. El escucha a los árboles y cree en la espiritualidad del bosque. “Los árboles -apunta- son la gran conexión con lo natural, son el pasaje para relacionarnos con los elementos que dan sustancia y belleza a la vida, que generan arte o ciencia, y lo hacen de una manera tan natural y salvaje como el propio devenir de la naturaleza”. Esa filosofía -constatada desde la balconada de su casa mientras observa el entorno que le rodea- ha moldeado la exposición ‘El sueño de los árboles’, qué desde hoy viernes, 4 de mayo, y hasta el 20 de junio puede visitarse en la Casa de la Imagen de Logroño. Son las esculturas, dibujos, instalaciones y pinturas resultado del regreso de Sabando a la creatividad artística, tras 25 años de ausencia.

 

Jesús Rocandio, director de la Casa de la Imagen, resalta que “una vez al año nos gusta traer a la sala de exposiciones del centro una exposición que no tenga que ver con la fotografía -las galerías de arte, bromea, cada vez exponen más muestras de fotografía- y nos hacía especial ilusión contar con la obra de Félix Sabando y esta ‘maravillosa locura artística’ que es ‘El sueño de los árboles’. El deseo de la Casa de la Imagen por contar con el artista y la inquietud del artista por regresar a la creatividad entraron en comunión cuando Rocandio le dijo a Sabando: “Cuando quieras tienes la sala a tu disposición”. 

 

Aunque hace un año los árboles también tuvieron protagonismo en la exposición anual de la Casa de la Imagen y el propio Rocandio ha desarrollado un proyecto fotográfico de imágenes en gran formato de bosques, la mención a Sabando de la idea ‘árbol’ nunca se produjo. “Los árboles -describe el artista- estaban en mi casa y una oruga difícil de combatir y que no fue posible erradicar fue matando sus raíces. Ahí surgió la idea”. “Comencé a reflexionar -detalla- sobre el concepto de marcha, los árboles se van, su existencia se acaba. Pensé también en mí. Pensé en lo que nos da la vida. Constaté que los árboles siempre son seres muy cercanos al hombre, lo soportan todo y decidí ahondar en esa filosofía, en la idea de continuar la vida”. 

 

 

Al acceder a la sala de exposiciones de la Casa de la Imagen sorprende una gran instalación. Dos árboles -almendros- delimitan una metáfora del viento, uno de los lenguajes que el bosque emplea para comunicarse con los seres humanos. Las raíces han quebrado las baldosas, los árboles han decidido irse, cambiar.

 

Recuerda Sabando que los árboles están agarrados a la tierra a través de sus raíces y “eso les permite expresarse mediante el frío o el viento, por ejemplo”. No se trata de pensar en el bosque como némesis de la ciudad. “Al contrario, la ciudad se ha construido porque el bosque ha existido. Estamos sometidos al fruto de los árboles, no los sometemos nosotros a ellos, son los árboles los que aportan las semillas”. Dice Sabando que el ser humano no deja de ser un transportista de semillas, como los es viento, como lo son los pájaros. “No somos dioses, somos transportistas”.

 

El hogar se balancea en el interior de la tierra. No somos el centro del universo parece querer recordar la obra de Sabando; al menos no lo somos mientras no seamos capaces de comunicarnos, de vivir en conexión, comunión y complicidad con los árboles, con el bosque generador de las semillas.

 

 

Félix Sabando se sirve de sus esculturas, pinturas, dibujos e instalaciones para sumergir al observador que acepta el juego -como quien acepta las reglas literarias de una novela de Murakami- en un mundo onírico -Quizá el fin del mundo, quizá el despiadado país de la maravillas- “en el que las tensiones vitales se resuelven en una lucha entre la colaboración, el compromiso y el conflicto”.

 

Reconoce el artista que la angustia sufrida a lo largo de los años alejado de la creatividad artística. “Necesitaba tiempo, la creatividad precisa de tiempo y de ritmo. Retome esa constancia cuando Jesús me ofrece la posibilidad exponer en la Casa de la Imagen. Necesitaba confianza y el me la dio. Aún así lo he pasado mal porque soy un artista que duda mucho”. 

 

Sí echa la vista atrás el propio Sabando asegura no hallarse ante una artista diferente a pesar del tiempo pasado. “Creo que existe una cierta continuidad en mi obra aunque se trate de proyectos que puedan parecer muy diferentes”. Recuerda con tristeza de aquella época pasada la exposición que preparaba en la Glorieta del Doctor Zubía y que comenzó a instalar un día y por la noche unos vándalos destrozaron las obras. “Aquellos me cansó y frustró; decidí no continuar, no exponer”. Reconoce que aborda la pintura y la escultura de formas diferentes, con aptitudes diversas. “Ambas disciplinas me gustan, me fascinan, pero las veo diferentes”. Sabando coincide en cambio en la percepción de sus procesos creativos: “Es el espacio el que me manipula a mí para que lo construya”. El artista promete no dejar de contemplar el bosque de su terraza. Conexión, comunión, complicidad./Javi Muro

 

 

 

 

 

 

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