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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Cuando todo paisaje es una experiencia onírica

Pamen Pereira expone sus instalaciones en la Sala Amós Salvador de Logroño

Sobre cada uno de los cajones del escritorio puede leerse, escrita a tiza blanca, una enigmática frase. “Algo que no se puede encontrar’, “abandonando cuerpo y conciencia” y “un pez describe el océano”.  Quizá fuera suficiente argumento para detenerse a reflexionar sobre los significados y la intencionalidad del autor al escribirlas. Quizá, sino fuera porque por encima de máximas y pensamientos llama la atención que la mesa levite sobre una alfombra y ésta, a su vez, esté suspendida en el aire a medio metro del suelo. Alrededor de ambas sobrevuela una multitudinaria bandada de golondrinas que envuelven botellas de licor, tarros de aceites, perfumes, libros, cuadernos, una espada, una pequeña pizarra, una bola del mundo, un flexo iluminado, una brocha de pelo duro, una urna rellenada con huesos y un mapa. Los pájaros parecen buscar una salida y tratan de conducir el gabinete, enganchado a su estela, a través de los ventanales de la Sala de Exposiciones Amós Salvador de Logroño.


Todos los elementos se encuentran en estado de ingravidez, suspendidos en el tiempo y el espacio. Es ‘The second wind’, una de las obras que forma parte de la exposición ‘La mujer de piedra se levanta y baila’, una antología de la obra de Pamen Pereira –figura destacada en el ámbito de las instalaciones artísticas- y que puede contemplarse en el espacio expositivo logroñés hasta el 27 de noviembre. ‘The second wind’ resume, de alguna manera, el conjunto de referencias que aglutina el trabajo de Pereira. “En particular –describe la comisaria de la muestra Kristine Guzmán, coordinadora general del MUSAC de León- la imaginación poética que indica cómo todo paisaje es una experiencia onírica, una ensoñación que lleva a la contemplación y, en un nivel más consciente, a la representación”.


Guzman resuelve misterios. “Las frases pertenecen a ‘Andrei Rubliov’, la película de Andrrei Tarkovsky –al menos una de ellas-, Pereira nos muestra el poder de la naturaleza en medio de la fragilidad de la humanidad”. Como recuerda la comisaria de la exposición, “a fin de cuentas, todo pende de un hilo”. La obra de la artista gallega se construye en un universo de trabajos diversos que se sirven de objetos encontrados al mismo tiempo que de la tecnología de última generación “En la obra de Pereira –resalta Kristine Guzmán- hay poética, surrealismo, filosofía zen, simbolismo ritual y una enorme fuerza plástica y emocional”.


La ausencia de gravedad se expande a lo largo de la sala bajo la influencia de la obra de Pamen Pereira. Una silla flota suspendida mientras acuna un galeón herido y mutilado en sus velas. “Los objetos –señala Pereira mientras observa la obra- son las formas que adopta la materia, atrapados en el espacio tiempo, prisioneros de su propia consistencia, cuando levitan ingrávidos transportan a quien los observa a una dimensión atemporal, a un espacio onírico, liberador, en el que desaparecen presente, pasado y futuro”. Entonces la gravedad parece un sueño.

La realidad y los sueños se entremezclan al recorrer la sala y al detenerte frente a cada una de las instalaciones. Resulta inevitable sentirte un poco Alicia, más si cabe cuando un espejo gigante -a cuyos pies reposa un manto formado por cientos de huesos- refleja el resto de las obras y genera una nueva percepción. Más si cabe cuando, en el centro del espacio expositivo surge ‘La doma del buey’ y abre un ojo por el que mirar –o adentrarse- al otro lado. Si por un lado los huesos plantean la contradicción de ser objetos que habitualmente están bajo tierra y no son percibidos, “como las raíces –recuerda la artista-, en ‘Gnosis, como se denomina la instalación, se hace visible lo que está oculto a simple vista”; por otro, el orificio dibujado con cuernos de toro supone para Pereira “como estar dentro del laberinto del minotauro. Es la etapa del presentimiento, sentir la presencia de algo que aún no ha sido procesado por los sentidos ni por la inteligencia”. Y es que la artista entiende que con el minotauro al acecho y rodeada de confusión, caos y oscuridad, es capaz de dirigir la atención a la actividad de su mente. La artista mira dentro del caos como paso previo a iniciar el proceso creativo.  “La medianoche –explica con una cita zen- es luz verdadera, el alba no es clara”.

 

La filosofía zen acompaña las instalaciones de la artista gallega, que vivió y ha realizado diferentes viajes a Japón. No es casualidad que un gran espejo domine la muestra. Entre sus referencias surge la figura del maestro zen Tozan y la incitación a sus discípulos a verse a sí mismos. Es el tesoro del espejo y el despertar de la mente. “Pamen Pereira –apunta Kristine Guzmán- trabaja continuamente en la búsqueda de ese estado de despertar, en la búsqueda del sentido de la vida a través del impulso poético, materia transformada en impulso poético”.
Ahí surge ‘La mujer de piedra se levanta y baila’, la obra que muestra una gran piedra suspendida en el aire de la que brotan raíces. “Elevados peñascos –puede leerse en el catálogo de la exposición que recurre a Kant- suspendidos en el aire y como amenazando, nubes tempetuosas reuniéndose en la atmosfera en medio de los relámpagos y el trueno, volcanes desencadenando todo su poder de destrucción, huracanes sembrando tras ellos la devastación, el inmenso océano agitado por la tormenta, son cosas que reducen a una insignificante pequeñez nuestro poder de resistencia, comparado con el de tales potencias. Llamamos a estas cosas sublimes porque elevan las fuerzas del alma por encima de la medianía ordinaria”.


Pereira conecta con la naturaleza, con la tierra, el aire, el agua y el fuego, con la idea budista de acudir a las montañas para comprendernos a nosotros mismos, como refleja su obra ‘Gabinete de trabajo’, con la desestructuración del pensamiento ante la intuición que representa ‘El caballo blanco penetra la flor de la caña’, con la experiencia como motor del proceso creativo (‘Chaqueta de trabajo’), al que suma esa iluminación que altera la conciencia (‘Ecuanimidad’).


Un lecho de piedra ejerce de eje de la muestra. No es un material habitual en las obras de Pereira pero, de alguna manera, alcanza un sentido estelar, ejerce de icono y de símbolo de una colección de obras sorprendentes y sugerentes, capaces de poner la imaginación de quien las observa en ebullición. Pamen Pereira posee un lenguaje artístico personal y definido. Mientras el mar bravo golpea la urna esférica que lo mantiene prisionero, las golondrinas no cesan en su revoloteo y un corazón de cristal late sobre la piel de un tambor. Tampoco el mar duerme./Javi Muro

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