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{CULTURA / EXPOSICIONES}

Agua, fuego y la condición humana

El Museo Guggenheim Bilbao acoge una retrospectiva sobre el videoartista Bill Viola

Bill Viola (Nueva York, 1951) está considerado como uno de los artistas más influyentes de su generación. Lo es especialmente entre los creadores que emplean los nuevos medios audiovisuales. Su obra camina entre las videoinstalaciones, los ambientes auditivos y las perfomance. El nacimiento, la muerte y la consciencia –las preocupaciones de la condición humana- son algunas de las cuestiones que encienden la creatividad del artista neoyorkino. Ahora, el Museo Guggenheim Bilbao ofrece la posibilidad la posibilidad de descubrir, hasta el 9 de noviembre, la obra de Viola a través de una exposición con carácter de retrospectiva.

 

La muestra abarca desde las obras que Bill Viola gestó en los años setenta del siglo pasado –época en la que inicia su relación con el vídeo– hasta algunas videoinstalaciones monumentales realizadas en la última década y que permiten constatar la evolución creativa del artista a lo largo de más de cuarenta años de carrera.

 

El desarrollo fulgurante de la tecnología relacionada con los medios audiovisuales coincidió con el afán creativo de Viola, que incorporó cada uno de los nuevos avances –de forma pionera, para muchos- a su proceso artístico. La inquietud creativa de Viola coincidió en su inicio con la eclosión de un género artístico, el videoarte, que buscaba un lugar propio dentro del universo del arte. Eran los primeros años setenta y Viola fue testigo de ese movimiento y protagonista principal, influenciado por artistas como Bruce Nauman, Peter Campus o Vito Acconce, entre otros. Viola comenzó a experimentar con el videoarte a principios de la década de 1970, a raíz de su participación en el programa de Estudios Experimentales de la Universidad de Siracusa (Nueva York), dirigido por su profesor, Jack Nelson. En Siracura conoció a David Ross (curator de videoarte) y trabajó como asistente de figuras tan icónicas del Media Art como Nam June Paik en el Everson Museum of Art. La constante revolución tecnológica impulsa la capacidad técnica de Viola a principios de los ochenta. Al salto técnico se suma, según confiesa el propio artista, un giro vital. “Para mí, el paso de las ideas sobre perfección social a la idea de autoperfección constituyó un momento muy decisivo –dice-.  Adopté esta idea, integrándola con la performance y el body art y partir de entonces he trabajado con ella”.

La obra de Viola propone una sugerente iconografía que le sirve para abordar experiencias humanas universales. Abona su inspiración ahondando en la historia de la humanidad y sus diferentes manifestaciones culturales, dedicando una atención especial a lo místico. Como señala el dossier de la exposición, “ya en sus tempranas cintas monocanal, Bill Viola aborda cuestiones tan importantes en su obra como la noción del tiempo, el significado de nuestra existencia y nuestro lugar en el mundo”.

 

Posteriormente, con la llegada del nuevo milenio y las tecnologías de alta definición, Viola pudo crear instalaciones monumentales como ‘Avanzando cada día’, “en la que cinco grandes proyecciones murales que comparten un mismo espacio invitan al espectador a adentrarse en la luz, y reflexionar sobre su vida y la existencia humana”. Durante la última década, “Viola ha seguido meditando en torno a los procesos de transformación en la vida, el ciclo nacimiento-muerte-renacimiento y el espacio entre estos momentos, como puede apreciarse en su instalación de siete canales Los soñadores ( The Dreamers , 2013)”.  

 

 En ‘Bill Viola: retrospectiva’, El Museo Guggenheim Bilbao presenta, un recorrido temático y cronológico. “Esta ambiciosa exposición –resalta el dossier- aporta una completa visión del trabajo de Viola y de la evolución del arte audiovisual como forma artística”. 

 

Interesado en el misticismo, la poesía y las filosofías, tanto de oriente como de occidente, Viola empleó las posibilidades técnicas del vídeo como herramienta en su constante indagación acerca de la condición humana, el nacimiento y la muerte, o los procesos de cambio, renacimiento y transfiguración, temas destacados en su obra.

 

La muestra que acoge el Guggenheim se remonta a las primeras experiencias de Viola con el vídeo e incluye tempranas cintas monocanal como ‘Cuatro canciones’ (Four Songs , 1976) y ‘El estanque reflejante’  ( The Reflecting Pool, 1977–79) “en las que su contenido poético aborda ya cuestiones como la noción del tiempo y su construcción, el significado de nuestra existencia y lugar en el mundo”. 

En las obras de la década de 1980, cuando Kira Perov (su esposa y colaboradora desde entonces) comienza a trabajar con el artista, Bill Viola se centra en reunir imágenes que se emplearán en piezas para ser transmitidas por televisión. Emplea la cámara y objetivos especiales para capturar el paisaje y grabar imágenes de lo que normalmente se encuentran más allá de nuestra percepción. Esta etapa también sirve de transición hacia las instalaciones de los 1990 –recuerda el catálogo de la exposición-, que ocupan salas enteras y sumergen al observador en la imagen y el sonido. También comienza a añadir elementos físicos a sus trabajos. El interés constante de Viola por los temas espirituales se evidencia en objetos escultóricos como ‘Cielo y Tierra’ ( Heaven a nd Earth , 1992) y en grandes instalaciones, como ‘Una historia que gira lentamente’ (Slowly Turning Narrative , 1992).  

 

Con la llegada del nuevo milenio y las pantallas planas de gran definición, Viola comienza a producir piezas de pequeño y mediano formato en una serie que tituló ‘Las Pasiones’, un estudio en torno a las emociones a cámara lenta, como ‘Rendición’ (Surrender ), o que muestran el paso del tiempo y de las generaciones, como ‘La habitación de Catalina’ (Catherine’s Room ) y ‘Cuatro manos’ (Four Hands ), todas de 2001. A estas obras íntimas le siguen instalaciones monumentales como ‘Avanzando cada día’ (Going Forth By Day , 2002), en la que cinco grandes proyecciones murales que comparten un espacio común invitan a los espectadores a indagar en sus vidas y en la existencia humana. 

 

Durante la última década y empleando diversos medios y formatos, “Viola continúa mostrando lo fundamental de la experiencia de la vida, algo que ilustra, de manera elocuente, su empleo del agua  en obras como ‘Los inocentes’ (The Innocents , 2007), ‘Tres mujeres’ (Three Women , 2008) y ‘Los soñadores’ (The Dreamers , 2013), y su recorrido por el ciclo de la vida que se inicia en la exposición con ‘Cielo y Tierra’ (Heaven and Earth , 1992) y concluye con un renacimiento en la obra ‘Nacimiento invertido’ (Inverted Birth , 2014). “La vida y la muerte se reflejan y se contienen la una en la otra”. Lo dice Viola./Javi Muro

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