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{CULTURA / CINE}

Perspicacia en riesgo de madurez

'Lady Bird' zarandea con su sarcasmo el final de la adolescencia

Para la temporada de premios 2017-18, 'Lady Bird' se ha colado entre las candidatas... aunque quizá no entre las favoritas; algo así como llegar hasta las semifinales en un gran torneo deportivo. Cumpliría la cuota del cine ‘indie’ en cada gala si no se hubiera cruzado 'Déjame salir' en su camino hacia los Oscars. Pero de igual modo, 'Lady Bird' también representa ese ideal irreverente que brota con más fuerza cuando los grandes estudios de Hollywood se centran en las superproducciones.

 

'Lady Bird', de hecho, es la verdadera ópera prima de Greta Gerwig a la dirección. Tras su primera incursión con 'Nights and Weekends' (2008) junto a Joe Swanberg, ahora la cineasta de Sacramento se ha atrevido en solitario con un reflejo de sí misma. Y es que la capital del estado de California enmarca en el 2002 al personaje de Christine ‘Lady Bird’ McPherson, una chica de 17 años que tiene inquietudes artísticas y demasiados complejos de inadaptación en el seno de una familia humilde, desestructurada e intensa.

 

Interpretada con ímpetu por la neoyorquina −de origen irlandés− Saoirse Ronan, Christine sabe exactamente lo que no quiere hacer en el momento en que elija a qué universidad ir; ella no quiere acostumbrarse a su irascible hogar, ella no quiere discutir con su madre por chorradas, ella no quiere seguir compadeciéndose de su padre desempleado, ella no quiere soportar el esnobismo de su instituto, ella no quiere reprimir su curiosidad sexual, ella no quiere ser un modelo de conducta católica.

 

Sin embargo, Christine duda respecto a lo que sí quiere para su vida. A merced de la espiral de emociones que conlleva ser adolescente, ha identificado con facilidad todo aquello que detesta mientras ha omitido todo aquello que le gusta. Es fácil imaginar que Greta Gerwig afrontó un trance similar, pues creció en Sacramento y justo tenía 19 años en 2002; incluso tiene la misma complexión que la protagonista, alter ego de la directora desde un rol con excesivos clichés ‘indies’ muy bien salvados por Saoirse Ronan.

 

Inunda sus frases con sarcasmo, como mecanismo de defensa entre psicosis general (a raíz del 11-S) y ante un trauma particular de madurez. Valga una muestra de temperamento: "Si tu madre hubiera abortado, ahora nosotras no tendríamos que aguantar esta mierda de asamblea". Actitud de fachada artística, como la hipocresía de su entorno, que para ‘Lady Bird’ McPherson oculta también un miedo: no soportaría que se le escapara la primera oportunidad de huir de su vulgar ciudad natal.

 

Anhela mudarse a Nueva York aprovechando la coyuntura. Así luce un personaje acaparador de tramas, entre las que destaca la materno-filial. Laurie Metcalf interpreta a Marion McPherson, una enfermera muy obsesa y superada por las adversidades de su rutina. Sus sueños se han derrumbado y tampoco sabe interpretar cómo aliviar las penurias de su hogar. No saca tiempo para cuidar de su matrimonio ni para reflexionar sobre el turbulento vínculo que ha construido entre ella y su hija adolescente.

Marion apenas asimila que ambas sean igual de incontrolablemente amorosas e igual de profundamente obstinadas, en mitad de un panorama económico poco halagüeño. Su tira y afloja con Christine está marcado por diálogos vertiginosos pero cálidos, lo cual atribuye a este film una conmovedora visión de las relaciones que modelan el tránsito hacia la vida adulta. El personaje de Metcalf es la reacción frente a cada acto que plantea el de Ronan, pecando las dos de egoísmo y de altruismo en momentos inoportunos, con conceptos intercambiados.

 

Autopista sentimental

La hija y la madre actúan más por corazón que por cabeza. Y así lo expone Greta Gerwig, usando planos enteros y planos americanos que están descentrados respecto de los actores; y además hace tantísimo ‘zoom’ que no hay aire, ni por la cabeza ni por los pies, entre los actores y el borde del encuadre. Es decir, el personaje que centra la acción se sitúa en pantalla igual que el corazón se sitúa en la caja torácica. Simbología cardiaca para un montaje final muy sugerente.

 

Este proyecto de Greta Gerwig, con ella también de guionista, ya ha sido recompensado en festivales y galas con multitud de nominaciones. Sobre todo, han sido las actrices y la propia directora quienes han acumulado los elogios, confirmando que la película es un torrente interpretativo y ontológico. Poco arriesgada en lo estético y de simpleza en la elipsis narrativa, 'Lady Bird' destaca por la capacidad de trascendencia desde quién cuenta la historia y no por cómo se describe el guion.

 

Su espíritu de ‘road movie’ californiana se ciñe a una autopista sentimental en honor a la familia McPherson. La viveza de Christine es el motor que empuja una única gran trama, con escarceos en subtramas donde por ejemplo aparecen Lucas Hedges y Timothée Chalamet. Ellos, que en el film encauzan las dudas sexuales de la protagonista, reflejan la irrupción de nuevos veinteañeros talentosos en Hollywood. Y junto a estos dos casanovas, tampoco falta el rol de amiga feucha encarnado de forma eficaz por Beanie Feldstein.

 

Todos se unen en virtud del tiovivo mental al que se sube ‘Lady Bird’ McPherson durante sus pequeñas crisis. Ella persigue un objetivo diferente cada semana, sin percatarse de que está dando vueltas y no avanza ni medio metro por mucho que se esfuerce en ir más rápido. Como le ocurre a la mayoría de los adolescentes, la susceptible Christine necesita caerse del columpio y alejarse de su barandilla con el propósito de ver qué es lo que hay alrededor de uno mismo y no alrededor de un juego infantil./Daniel Cabornero.

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