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{CULTURA / CINE}

La enfermedad vista como una oportunidad para la redención en 'La primera cita'

Jesús Ponce regresa al drama de tintes sociales con un largometraje intimista

Resuenan en mi cabeza los versos de una vieja canción mientras me adentro en la historia de Sebastián  e Isabel, la pareja protagonista de ‘La primera cita’. Aquel marido que ‘parecía el mismo demonio’ y que ‘nunca fue tierno’ de la canción de Cecilia se me antoja aquí encarnado en los duros rasgos del militar prejubilado, machista e insensible, que de golpe y porrazo debe reaccionar ante la enfermedad de su sometida y abnegada esposa.

 

El alzheimer visita sin previo aviso a Isabel, prematuro y cruel, amenazando con robarle la escasa independencia que ha logrado conocer en su vida consciente, la que se esconde tras sus secretos y que ahora le visita como una de las olas de la playa en la que una vez fue feliz. 

 

En este, su quinto largometraje, el cineasta sevillano Jesús Ponce retoma las claves del drama de sus anteriores trabajos para poner el foco en algunas temáticas, demasiado vigentes, que continúan marcando  nuestra entorno cultural más actual aunque algunos nos empeñemos en observarlas como cosa del pasado. La película se desarrolla en el ambiente de una opresora comunidad de militares, anclada en un microcosmos casposo y retrógrado, donde los hombres no lloran y las mujeres solo existen como entes serviles a la sombra del macho que las mantiene. 

Ante el desconcierto que genera en ambos la nueva situación, asistimos como espectadores de lujo a la personal bajada a los infiernos de Sebastián que desembocará en una catarsis, a la postre insospechada, mientras observamos la nueva realidad distorsionada de una liberada Isabel. Las valientes interpretaciones de Sebastián Haro e Isabel Ampudia nos trasladan, poco a poco, de la aversión a la empatía y nos hacen entender que nada ni nadie merecen un juicio gratuito y aséptico. Lo humano es imperfecto, lo imperfecto irracional y todos intentamos hacerlo lo mejor que podemos. 

 

Conforme la historia avanza, observamos con esperanza que el esfuerzo tiene la capacidad de redimir a las personas y la compasión y el cariño pueden hacer de nosotros  seres felices, aunque de antemano no tengamos motivos aparentes para la felicidad. 

A destacar el trabajo de la genial Mercedes Hoyo, un ‘alma libre sin las ataduras de los hombres’ del que no desvelaremos nada más con el fin de respetar a los futuros espectadores. Solo apuntar la profundidad, veraz y reflexiva, que aporta a la trama esta actriz imprescindible. Muy destacable también la presencia del siempre solvente Victor Clavijo, actor poco explotado en la gran pantalla del que nos gustaría disfrutar con más asiduidad.

 

Con La primera cita’ Ponce se sitúa en el lugar del cineasta que observa a sus personajes desde el punto de vista de la compasión del progenitor honesto. Los ama y los respeta sin juzgarlos, los mira cara a cara tal y como son sin esconder sus imperfecciones, sus miedos ni sus miserias. En definitiva, un tipo de cine que invita a la reflexión pausada de una sociedad que se mueve cada vez a mayor velocidad./Isabel Ribote

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