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{CULTURA / CINE}

'La francesita', retorno a la cruda realidad de la dictadura chilena

La nueva película de Gonzalo Justiniano, prolífico y social cineasta chileno

‘Cabros de mierda’ es el título original que Justiniano dio a su película en Chile, una expresión que allí se emplea para denominar a los chiquillos que se mueven por un espacio, de manera desorbitada, o sueltan ocurrencias con la que sorprenden y hacen reír a sus mayores. Durante el largometraje escuchamos varias veces dicha expresión, la oímos en boca de aquellas mujeres indelebles, que no se doblegaban ante nada ni ante nadie, puesto que ya lo habían perdido todo y a todos. Supervivientes sin esperanza, pero con dignidad, que compartían ollas comunes haciendo las veces de madre para los niños huérfanos que se amontonaban en el poblado de la Victoria de Santiago. De trasfondo, la brutalidad de un cruel dictador, Augusto Pinochet. 

 

‘La francesita’ es el título elegido para su distribución en España, en alusión al apelativo con el que los vecinos del barrio conocen a Gladys, mujer fuerte y valiente que se resiste a sucumbir a la represión que la rodea. Su espacio, una cochambrosa casa en la que comparte espacio con su madre y su hija, también llamadas Gladys, y el pequeño Vladi, hijo de un huido al que pisan los talones los ‘milicos’ por comunista y revolucionario. 

 

La rutina cambia cuando Gladys acoge en su hogar a un joven misionero estadounidense, predicador de las bondades infinitas de un Dios, que a duras penas pueden calar en la marginalidad del entorno. La atracción que surge entre ellos hará más llevadero el día a día de Gladys y permitirá al norteamericano conocer una realidad bien distinta a la felicidad hedonista y ochentera que dejó atrás en su próspera nación y que solo llega al poblado en forma de ridículos programas de televisión.

 

Gonzalo Justiniano revive su propia realidad, recuperando la documentación audiovisual que recogió, años atrás, en ese mismo espacio, durante las revueltas provocadas por una ciudadanía harta de violencia y sinsentido. Las imágenes reales se amalgaman con las del rodaje de los protagonistas. Observamos pancartas, neumáticos ardiendo ante el grito común de una población hastiada de tanta barbarie y sinsentido. 

Una realidad, no tan alejada en el tiempo, que el autor recupera con la finalidad de que no caiga en el olvido. Que los jóvenes recuerden una historia demasiado cercana, que podría volver a repetirse, que no nos es tan ajena, y que comienza en cualquier lugar con un simple discurso populista, prometiendo falacias irreales, para muchos atractivas, desembocando en un odio visceral hacia los que, simplemente, piensan o  sienten diferente.

 

Por esto y mucho más ‘La francesita’ es una de esas historias necesarias, universales y comunes, que nos ayudan a desempolvar la memoria ante unos acontecimientos que nunca debieron suceder./Isabel Ribote

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