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{ENTREVISTAS}

El retumbar silencioso de la luz última

Toño Vega expone en Planta Baja una nueva forma de reconocer la ciudad a través de su pintura

La conexión estaba en el silencio. Una vez comprendida la evolución desde el retrato en gris de objetos domésticos obsoletos –tremendamente expresivos, eso sí- a los edificios a color que cobran vida al incidir el sol y las sombras sobre sus fachadas y medianeras, la mudanza de Toño Vega en la forma de abordar la pintura cobró sentido. Ahora, puedes pasear por las calles y avenidas logroñesas y acercarte hasta la calle La Cigüeña. Allí, en el espacio Planta Baja Vega expone ‘Luz última’. En su interior podrás continuar la caminata, más reposada y contemplativa quizás, y callejear por un Logroño sugerente, conmovedor y silencioso. El silencio es la conexión, el silencio y la luz amarilla de los atardeceres. “Casi todos los cuadros –describe el artista- retratan atardeceres. Me llama la luz amarilla, mejor dicho, no es la luz sino las emociones que me provoca”.


La pintura de Toño Vega cobra vida desde el vínculo que contraen luz, sombra y volúmenes. Así, el conjuro de los pinceles y la tela acoge los edificios de las calles Muro de Cervantes, Calvo Sotelo, Once de junio, Santos Ascarza, San Roque, Avenida Colón o Ruavieja; también las torres de Hacienda y de la Gran Vía; las plazas del Moderno o de San Bartolomé, la Chimenea de la antigua Tabacalera, la biblioteca Rafael Azcona o el tramo porticado de Rodríguez Paterna. Los cuadros de Vega son brillos de luz que transmiten emociones. No son tratados de arquitectura, sino punzadas que te recuerdan instantes vividos en esos lugares. “Pintar –señala- tiene sentido tanto en cuanto alegra la vida de las personas que contemplan y disfrutan los cuadros, no cuando los acumula en casa o en el estudio el propio autor”.

 

Quizá también por ese motivo, Toño Vega recurre al formato cuadrado, de 22x22 centímetros en las pinturas que componen ‘Luz última’, generando una firma que define un estilo propio. “El formato cuadrado –explica- no determina el modo en que el espectador mira y observa la pintura, dejas una mayor libertad y no influyes en su percepción”. Apunta Vega que los cuadros de pequeño tamaño “conllevan la dificultad añadida de que la pincelada no puede ser tan libre; por otro lado, la ventaja de ser muy manejables”. Además recuerda que hoy en día los grandes formatos no se venden. “No encuentras quien los compre –detalla- por una cuestión de precio, pero también porque la gente no tiene espacio en casa”.

Toño Vega, filólogo de formación, trabajó a lo largo de once años como caricaturista para El Periódico de Cataluña. Reañizó una caricatura al día hasta firmar más de tres mil ilustraciones. La llamada de la pintura llegó para el artista logroñés bien pasada la cuarentena. “Fue –dice- una especie de caída del caballo”. Desde entonces ha ido definiendo su estilo, desde las acuarelas al acrílico, desde los grises al color. Para completar la serie que ahora expone en Planta Baja ha seguido un camino que requiere tiempo y paciencia. “Se trata de qué siento al contemplar una luz determinada. Eso trato de contar en mi pintura, las emociones que genera ese instante. Cuando al caminar por una calle la luz me genera esas emociones realizo una fotografía, luego la recorto y compongo la escena, después la trazo y la pinto. Es un proceso laborioso pero muy satisfactorio”.
Así, el callejeo y la mirada de Toño Vega ofrecen una nueva forma de reconocer la ciudad, tal y como resaltan Aurora y José Miguel León en el catálogo de la muestra. “Una ciudad –detallan- hecha de pequeños fragmentos próximos e identificables más por la sensación de haber transitados por ellos que por la certeza de conocerlos”.


Recuerda Vega que los edificios también nos acompañan. “Para mí –asegura- una de sus funciones es la de acoger la luz, muy especialmente la luz del final de la tarde, amarilla y evocadora contra el azul, y aún más contra el gris de la tormenta”. ¿Por qué esa luz genera plenitud y nostalgia? El artista lanza la pregunta y duda que la respuesta se resuma en un placer óptico. “Es –sospecha- algo más. No acierto a explicarlo y creo que eso lo explica. Esa luz calida resuena en mí y no sé la razón”. Quizá sea el retumbar silncioso de la luz última./Javi Muro.
 



Autor: Javier Muro

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