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{ENTREVISTAS}

'Confío en el proceso, en revelar el intento'

Claudia Rebeca Lorenzo expone 'Perro dormido' en el Instituto Riojano de la Juventud

“Confío en el proceso, en revelar el intento”. Así entiende Claudia Rebeca Lorenzo el trabajo artístico y desde ese principio surge ‘Perro dormido’, la exposición que acoge el Instituto Riojano de la Juventud hasta el 18 de enero. Una muestra fruto del galardón que Claudia recibió en la Muestra de Arte Joven 2017 dirigido al desarrollo profesional de jóvenes artistas. Julio Hontana fue el tutor asignado y quien ahora confiesa, a través del catálogo de la exposición, que “no había escuchado en mucho tiempo una definición tan hermosa y exacta de la obra de un artista joven, contada por sí mismo, siempre próximos como están -por las urgencias del mercado- a la grandilocuencia de una tesis de dirección única”.

 

Desde el centro de la sala, entre sus propias obras, Claudia habla del haiku, de los poemas japoneses de diecisiete sílabas, escritos en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas. Habla de la belleza de lo pequeño, de la capacidad de integrar la emoción y el asombro que genera contemplar la naturaleza y la vida cotidiana de la gente. A menudo, el haiku nace de una emoción melancólica, de la tristeza del autor, pero también de su alegría exultante. Apunta Claudia que el haiku tiene la capacidad de integrarlo todo y de “elevar el arte de la escritura”. Es, precisamente, esa perspectiva la ha movido a la joven artista a componer ‘Perro dormido’. “Buscaba como conseguir que la considerada baja cultura tuviera la misma altura que el más elevado arte”. 

 

En esa determinación cobran protagonismo también los materiales. Un busto de papel celo da la bienvenida a la muestra. El celo como representante de esas materias primas menos nobles que elevan su condición a través del proceso artístico. “Es -describe Claudia- el traslado de una realidad material a una verdad material”. Un proceso de conversión intrínseco al acto creativo, al que, del mismo modo, la artista somete a las telas de color que cuelgan como pequeñas murallas desde el techo de la sala. “Dobladas sobre sí mismas -resalta- y pintadas con espráis los telares se han transformado en elementos escultóricos”.

Al detenerse ante uno de los pequeños bustos de rasgos coloreados en rojo que salpican la sala, Claudia señala su interés por “integrar el color y el dibujo en la forma. No dejan de ser figuras clásicas, pero creadas con papel de celo”. El efecto resulta poético frente al conjunto escultórico que reúne piezas de muy diferente tamaño y forma, que muestran colorido y dibujos florales. La referencia orientar resurge y Claudia apunta la referencia del Jardín de Piedras de Tokio. Añade Julio Hontana, tutor en el proyecto de la joven artista, que “resulta conmovedora la valiente radicalidad con a que Claudia ha renunciado a la patosa manipulación de las imágenes que la contemporaneidad ha instruido como principio generador de cualquier discurso estético”. Y esa radicalidad de la que habla Hontana, Claudia la ejecuta desde la escultura, el dibujo, el vído y la pintura, “a través de los cuales permite acceder a una intimidad como pocas veces hemos tenido oportunidad de contemplar. Las obras de Claudia están recubiertas por una fina película tenida por el esfuerzo de condensar la experiencia del dolor, el duelo asociado a la pérdida”.

 

El ala norte de la Sala de Exposiciones del IRJ acoge la serie de pinturas que completa el proyecto ‘Perro dormido’. “Creía -explica la artista- que era importante presentar el dibujo y la pintura separados de la escultura”. Claudia se sirve de las ceras para crear láminas que describe como “surgidas de mi propia vida, casi a modo de diario”. A Julio Hontana la pintura de Claudia le retrotrae Platero y yo, a Juan Ramón Jiménez, a la felicidad que la naturaleza regala a través de una sensación de inmensa fortuna. “Resulta agradable -dice- pensar en los dibujos de Claudia en una escala similar de felicidad, aunque en sus obras esos colores que en Juan Ramón son adjetivados y declamados con ilusión y brillo quedan sustantivados por la opaca espesura de la cera. Quizá, por esa sutil transparencia se perciba una profunda nostalgia, como el luz de los cuadros de Munch, o en algunas obras de James Ensor, o los paisajes florales de Emil Nolde”.

Remarca Hontana que todas las obras de Claudia lo son en proceso, “quizá por ese motivo conservan un inacabamiento nada impostado. Esta forma de crear pudiera insinuar que el juego y el azar son materias primas esenciales de la actividad plástica de la artista, pero no tengo no estoy convencido de que tengan más peso y fuerza que la convicción”.

 

Y es que las obras de arte no siempre se ejecutan con un plan previo. “Algunas -dice Hontana al referirse al trabajo de Claudia- se van fraguando como si nada pudiera evitar que la obra se cruzase en un punto determinado con el artista que la busca”. El tutor de la joven artista en ‘Perro dormido’ apunta que las obras de Claudia se encuentran en “transformación perpetua y se sitúan en una región desasosegante desde la que se muestran. No esperamos que la belleza se materialice con facilidad, aunque los materiales seduzcan y arrebaten. La obra de Claudia tiene un germen del que muy pocas pueden presumir. Frente a la pedante, tiránica y poco fértil crítica a la que es habitual aspirar, ‘Perro dormido’ posee facultades más sugestivas que comprensivas, que se forman con fragmentos y retales de la Verdad”. Sentencia Hontana: Claudia está inmejorable disposición para ‘revelar el intento’./Javi Muro

 



Autor: Javier Muro

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