La última copa la pidió en vaso de tubo. Era su firma de despedida. Fuera, más allá de los ventanales de aquel local, la oscuridad había atrapado a la ciudad poseyendo sus aceras, sus calles. Era el momento de regresar a casa. La noche era su cómplice; era el momento en que nadie le reconocía. Se sentía un fantasma en vida, pero aún no había logrado la invisibilidad. Fotografía: J.M.