5646

{TURISMO / ALOJAMIENTO}

Finca de los Arandinos, tregua al día a día

El hotel-bodega se sitúa en un paraje natural entre viñas, cuenta con restaurante y spa

Quizá sea el susurro del paisaje de viñedos y olivares, pero al dejar la nacional y comenzar a serpentear por la carretera comarcal mientras te aproximas a la Finca de los Arandinos, uno ya sonríe satisfecho; percibe que ha acertado, que va a disfrutar de todo lo que va buscando, paz, descanso y relax.


La propuesta es diferente a las muchas existentes y eso ya, de por sí, eleva su atractivo. Una bodega dentro de un hotel con restaurante y spa o viceversa, un hotel dentro de una bodega. Realmente, el orden de los factores no es importante. Las posibles combinaciones tan sólo ayudan a constatar la gran variedad de alicientes hilados desde un elemento común. Un protagonista que no es otro que el vino. El vino como paisaje, el vino como alimento, el vino como forma de vida; el vino como elemento inspirador de la creatividad.

 

El vino y su cultura como revulsivo de un proyecto único en La Rioja. Así se concibió Finca de los Arandinos, tomando como punto de partida un cantarral –las piedras depositadas, como marca, por los agricultores que cultivaban las tierras- para elevar, desde esa referencia, el edificio que acoge la bodega-hotel o el hotel-bodega, como se prefiera que lo mismo da.

 

Un origen que tiene también su génesis en la pasión de una familia por su pueblo, por hacer algo en su tierra, por ser motor, por participar en la promoción de Entrena, el municipio en el que cobró vida hace ahora algo más de un año el espacio turístico, enológico y gastronómico que hoy es Finca de los Arandinos.

 

Ese cariño por la tierra y ese cantarral, esa línea de piedras, se han transformado en una arquitectura blanca y luminosa que se asienta en lo alto de una finca de seis hectáreas. Una línea cóncava –describe el arquitecto, Javier Arizcuren- apuntando hacia el paisaje lejano y una línea convexa que dirige la mirada hacia el interior de la parcela, hacia los viñedos y los olivos, abrazándolos. Y así, desde su posición, el edificio invita a detenerse a contemplar las espectaculares vistas a través de los grandes ventanales que recorren sus fachadas.

 

Porque la trasparencia de las cristaleras ofrece luminosidad e integra la naturaleza en un edificio que son tres –hotel, bodega restaurante-; tres espacios enlazados sin solución de continuidad.

 

Un hotel con catorce habitaciones. Cuatro dibujadas por el propio arquitecto y diez por el diseñador de moda, David Delfín, que ha imaginado estancias transformables y sorprendentes para el visitante que las ocupa, en las que los detalles compiten al mismo nivel que el mobiliario tradicional. Las sillas de Xabier Pauchard, de Latten o de Kröler Müller, los escritorios camuflados, las butacas de Mies Van der Roe, las luminarias de Jaen Prouve son sólo algunos de los detalles que dan personalidad propia a cada habitación.

 

Delfín ha dejado muestra de su imaginación en cada recoveco del hotel en el que ha posado su mirada. También en la recepción y el restaurante. Al acceder por vez primera al hotel sorprenden las lámparas colgantes de Tom Dixom o Isamu Noguchi y los taburetes y bancos de PietHeinEek.

 

En el comedor –en blanco armonioso-, el diseñador ha jugado con las sillas mezclando diseños –modelos de Hansen y Wegner, de Charles y RayEames, o de Jasper Morrison- que de alguna manera anuncian que el restaurante es también un espacio para dejarse sorprender.

 

Diego Rodríguez es el chef de Tierra, el restaurante de Finca de los Arandinos. Formado junto a prestigiosos restauradores como Martín Berasategui o Ferrán Adriá y apoyado en un increíble equipo, Diego defiende a la perfección la filosofía que define el propio nombre del comedor. Gastronomía riojana, productos kilómetro cero en la medida de lo posible –productores cercanos, a una distancia menor de cien kilómetros que dedican su vida a sacar lo mejor de sus tierras- y una presentación cuidada pero sin estridencias.


Veintitrés platos diferentes en la carta en los que se interviene en la justa medida para conseguir que el esfuerzo de acudir cada día a las huertas riojanas cercanas tenga su recompensa y la comida sepa a lo que tiene que saber.


Tierra, considerado como uno de los veinte mejores restaurantes integrados en hotel, ofrece una espectacular terraza con vistas al viñedo y al monte Moncalvillo, donde cenar en verano o desayunar prácticamente cualquier día es un sugerente placer.


La Vinería es una sala que ejerce de complemento al comedor (50 comensales), especialmente en fines de semana. Es también, un área a alquilar para la celebración de presentaciones de empresa y eventos y es, principalmente en verano, el espacio protagonista de ‘Rioja experience’, una actividad que reúne la visita a la bodega y una típica parrillada riojana –careta, panceta, choricillo y chuletillas- como menú.

 

En Tierra y, por su puesto en La Vinería, se sirven de forma exclusiva los vinos elaborados en la propia bodega. El crianza ‘Finca de los Arandinos 2009’, el semicrianza ‘Malacapa 2011’, el blanco ‘Viero 2010’ y el último y más especial ‘El Conjuro 2009’.

 

En Finca de los Arandinos se elabora sólo uva procedente de los viñedos familiares; es la protagonista, la uva es el actor principal. Son vinos con muy poca intervención, en los que el papel que juegan –siempre de la mano- la enóloga, Eva Valgañón, y el viticultor, Matías Sáenz, resulta fundamental para obtener el resultado de naturalidad perseguido. Ellos son los responsables de las 16 hectáreas de viñedo, repartido en 30 parcelas, que a una altura ideal de 600 metros sobre el nivel del mar y dotadas de las variedades tempranillo, mazuelo, garnacha y viura, surten de materia prima a la bodega.

 

Un máximo respeto por la uva que tiene su continuidad con el proceso de elaboración del vino al situar la nave de barricas en el corazón del edificio, que puede contemplarse desde diferentes espacios y ejerce de soporte a cuatro de las habitaciones, las decoradas por Javier Arizcuren.

 

Una atmósfera amable y acogedora, que invita a la relajación y que tiene en el spa a pie de viña el complemento para alcanzar el máximo estado de distensión y descanso. Un espacio al que tienen acceso todos los clientes del hotel y que ofrece sauna finlandesa, baño turco, ducha ciclónica, pediluvio, piscina dinámica, solarium a pie de viña y diversos tratamientos.


Una experiencia inolvidable que puede tener continuidad en los alrededores de Finca de los Arandinos con un sencillo paseo entre viñas o disfrutando de actividades como el parapente, las rutas en bicicleta, golf entre viñedos, paseos en coches antiguos de alta gama o recorridos a caballo a lo largo de las viñas.


Quien se aloja en Finca de los Arandinos valora una composición que ofrece la cercanía a Logroño y, al mismo tiempo, la existencia de la suficiente distancia a la ciudad dinámica para sentir el relax que genera dar una tregua al día a día, en un entorno natural y especial, de calidad y atractivo./Javi Muro

Suscripción a la Newsletter Enviar